Es una experiencia casi dolorosa comprobar que Andrew Bynum aún anda por los 30 años. Una edad en la que podría estar todavía a pleno rendimiento en la NBA. Y marcando diferencias, si todo hubiera sido idílico, claro. Tamaño y calidad tenía para dominar durante años en la pintura. Pero para que todo hubiese salido como se esperaba cuando se convirtió en el jugador más joven en debutar en la NBA (y en ser drafteado, con 17 años, 8 meses y 2 días), las lesiones tendrían que haber respetado un poco al pívot (¡ay aquellas rodillas de cristal!) y él, a su vez, al baloncesto. Porque la disciplina no era el punto fuerte de un Bynum que tampoco andaba sobrado de pasión por el deporte que podría haberle convertido en una verdadera estrella.
Hoy nos parece que ha pasado ya una eternidad desde que vimos por última vez al center sobre el parquet (aunque en realidad han pasado cuatro años). Prácticamente no se tienen referencias de su vida actual, salvo por alguna aparición esporádica como millonario espectador en algún gran evento deportivo, y sí, la gran mayoría parece que le hemos olvidado. Repito, cuando aún tiene sólo 30 años. Triste. Sobre todo si se tiene en cuenta que fue incluido en el segundo mejor quinteto de la NBA en 2012, que fue titular en el All Star Game de ese mismo año y, además, se revisan sus siete temporadas en los Lakers, con los que se proclamó dos veces campeón (2009 y 2010) junto a Pau Gasol y Kobe Bryant.
Bynum, que ahora es un jubilado de 30 años, fue incluido en el segundo mejor quinteto de la NBA 2012
En esa etapa, que el pívot de 2,13 metros cerró en el curso 2011-12 con unos promedios de 18,7 puntos, 11,8 rebotes y 1,9 tapones, cuando aún era un chaval de 24 años, tuvo momentos para enmarcar. Desde el pique en un partido con una leyenda como Shaquille O’Neal en su temporada de novato, siendo un pipiolo de 18 años, hasta la histórica actuación que puso su nombre junto al de Hakeem Olajuwon en su última campaña en Los Ángeles: un triple doble con tapones que sólo él y ‘The Dream’ han conseguido en los playoffs. Las diez ‘chapas’ que sumó en un duelo de la serie de primera ronda ante los Nuggets (a los que añadió 10 puntos y 13 rebotes), son, asimismo, récord de la NBA en un partido de las eliminatorias por el título (que comparte con el mítico pívot de origen nigeriano y con Mark Eaton) y el mejor registro en la historia de los Lakers en esta fase de la temporada, dato que no es moco de pavo teniendo en cuenta los grandes pívots que han pasado por la laureada franquicia púrpura y oro.
Durante estos años en California Bynum también tuvo tiempo de, entre otras cosas, meterle 42 puntos a DeAndre Jordan en un derbi ante los Clippers en 2009 (la mejor marca de su corta carrera) y, sobre todo, de conseguir una cifra reboteadora que suena a otra época. Hablo de las 30 capturas que consiguió en la victoria de unos Lakers sin Bryant (lesionado) ante los Spurs el 11 de abril de 2012. Sólo Bynum y Kevin Love (31 en 2010) han alcanzado esos números en lo que llevamos de siglo XXI. Aquella campaña 2011-12 el jugador de Nueva Jersey protagonizó otros quince partidos de Temporada Regular de 15 rebotes o más, incluidos uno de 20 y otro de 22, y sumó un total de 37 dobles dobles (el quinto mejor balance de la liga en esta faceta).
El éxito parecía su destino inevitable entonces, aunque en los Lakers no todo fue perfecto: la durísima falta flagrante que cometió sobre JJ Barea en los playoffs de 2011 fue una muestra de pérdida de papeles tamaño XXL. Y tampoco conviene olvidar la fiesta de su cumpleaños número 21, en 2008, cuando en una discoteca, entre baile y baile (y alguna copa, es de imaginar), se vino arriba y le dio por ponerse a regalar dinero a propios y extraños, mostrando una falta de madurez mental importante. Con el traspaso en agosto de 2012 a los Sixers, equipo con el que nunca llegó a jugar por culpa de las ‘puñeteras’ lesiones, el Andrew dominante desapareció totalmente para dar paso casi exclusivamente a esa versión, la que únicamente sólo producía noticias negativas. Lo más relevante que hizo en Philadelphia fue agravar su lesión en el cartílago de la rodilla izquierda jugando a los bolos, lo que le apartó definitivamente de las canchas todo el curso 2012-13, y aparecer bailando flamenco en España meses después, tras presenciar en el Santiago Bernabéu un Real Madrid-Borussia Dortmund de Champions. De allí pasaría a los Cavs, donde fue suspendido por dedicarse en un entrenamiento a tirar cada vez que le llegaba el balón, sin importarle en qué parte de la cancha se encontrase (centro del campo incluido), lo que provocó su traspaso a los Bulls en enero de 2014, equipo que le cortó el mismo día que se cerró la operación. El mes siguiente, Bynum firmaría como agente libre por los Pacers. Jugó sólo dos partidos (a buen nivel, hay que decir: 11,5 puntos y 9,5 rebotes en 18 minutos) y volvió a romperse. En este cortísimo periplo en Indiana dejó otra noticia llamativa: se llevó a su peluquero a un partido para cortarse el pelo en el descanso. Lo normal, vamos… Sus cambios de ‘look’, por cierto, no suelen pasar desapercibidos. Por decirlo suave.
Así, en los Pacers, acabó la carrera NBA de este jubilado de 30 años que (aparentemente) se dedica a vivir la vida con los 73 millones de dólares que ganó en sus nueve años de carrera. Una lástima. Tenía todo para reinar entre los pívots y para seguir siendo un referente hoy en día. Pero no pudo ser. Las malditas lesiones, especialmente, y una mala cabeza lo impidieron. Y a nosotros, en 2018, en este mundo de velocidad de vértigo que no para de crear nuevos ídolos en el baloncesto, (casi) se nos ha olvidado lo bueno que pudo ser. Qué pena.