Las ‘bolas de Neptuno’ que llegan al mar en España
Claves en el ecosistema marino, estas bolas esponjosas cumplen una función muy valiosa: atrapan microplásticos del fondo.


En las tranquilas aguas del mar Mediterráneo, un fenómeno natural está ayudando silenciosamente a combatir uno de los mayores desafíos ambientales de nuestro tiempo: la contaminación por plásticos. Se trata de las bolas de Neptuno, formaciones esféricas y fibrosas creadas por la planta marina Posidonia oceanica, una especie endémica del Mediterráneo que, durante siglos, ha sido utilizada por las comunidades costeras para embalaje, ropa de cama e incluso como aislante natural.
Pero ahora, gracias a un estudio liderado por la Universidad de Barcelona, sabemos que estas bolas esponjosas cumplen una función aún más valiosa: atrapan microplásticos del fondo marino.
Un filtro natural en el corazón del mar
Los microplásticos, fragmentos de menos de 5 mm procedentes de bolsas, botellas y redes de pesca, se han convertido en una amenaza invisible pero omnipresente. No solo contaminan los ecosistemas marinos, sino que también afectan la salud humana, alterando funciones hormonales, óseas y neurológicas.
Las praderas de Posidonia oceanica actúan como sumideros naturales. Al ralentizar las corrientes marinas, estas praderas acumulan carbono, sedimentos… y también plástico. Según la oceanógrafa Anna Sánchez-Vidal, autora principal del estudio, estas praderas no solo ofrecen refugio a la biodiversidad, sino que también retienen residuos plásticos que de otro modo seguirían flotando o hundiéndose sin control.
De hojas muertas a esferas limpiadoras
Cada otoño, la posidonia pierde sus hojas, que se descomponen y se entrelazan formando las llamadas bolas de Neptuno. Estas esferas, ricas en lignina, un polímero natural resistente, atrapan fragmentos de plástico entre sus fibras. Algunas de estas bolas terminan en la orilla, otras se hunden o se desplazan mar adentro, transportando consigo la basura que nunca debió llegar al océano.
El equipo de Sánchez-Vidal analizó bolas recogidas en playas de Mallorca entre 2018 y 2019. Los resultados fueron reveladores: aunque solo el 17% de las bolas contenían plástico, la densidad de residuos en su interior era altísima, con hasta 1.500 fragmentos por kilogramo. Las bolas más compactas resultaron ser las más eficaces.
¿Una solución natural? No tan rápido
A pesar de su eficacia, los investigadores insisten en que las bolas de Neptuno no deben considerarse una solución al problema del plástico marino. Son un síntoma, no una cura. De hecho, retirar estas bolas de las playas puede ser contraproducente: aportan humedad y nutrientes esenciales para los ecosistemas costeros.
Además, la Posidonia oceanica está en declive. Desde el siglo XIX, se ha perdido casi un 30% de su cobertura global. Las causas son múltiples: contaminación, urbanización costera, especies invasoras, y el calentamiento de los océanos. En el Mediterráneo oriental, las olas de calor marinas y la actividad industrial amenazan su supervivencia. Incluso su pariente australiana, Posidonia australis, sufre un destino similar pese a los esfuerzos de conservación.
El mar nos devuelve lo que le damos
Las bolas de Neptuno, al llegar a la orilla, parecen recordarnos algo esencial: el mar no olvida. Como dice Sánchez-Vidal, “es una forma que tiene el mar de devolvernos la basura que nunca debió estar en el fondo”.
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La lección es clara. La naturaleza puede ayudarnos, pero no puede hacerlo sola. Proteger las praderas marinas, reducir el uso de plásticos y repensar nuestra relación con el océano son pasos urgentes. Porque si seguimos ignorando los avisos del mar, quizás un día ya no haya bolas de Neptuno que nos lo recuerden.
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