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Se acabó el circo, ¿dónde está el pan?

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Con el pitido final del Brasil-Alemania se desataron los disturbios en Brasil. Disturbios a los que desdichadamente podemos achacar la muerte de Topo López, con su taxi arrollado por el coche de unos maleantes en fuga. Mientras la ‘verdeamarela’ se mantuvo en carrera, las protestas se amortiguaron, casi cesaron. “Cuando sale el toro, todo el mundo se siente”, suele decirse en el argot taurino. Así es y así ha sido en Brasil. Empezó el Mundial y la atención de aquel país que ama tanto el fútbol se centró en el campeonato. Campos llenos, buen ambiente, Brasil pasando eliminatorias...

Pan y circo, pensaban los césares de Roma, bastaban para hacer feliz al pueblo. Así era y en buena parte así ha seguido siendo. Y si no hay pan, por lo menos que haya circo. Pero ahora en Brasil se acabó el circo y la gente pregunta de nuevo dónde está el pan. Todos vuelven a su realidad difícil, viviendo en favelas precarias y peligrosas, faltos de sanidad, de atenciones sociales, de todo lo que un país con los recursos de Brasil podía estar ofreciendo ya a su gente. Pero el dinero se lo quedan unos cuantos y la nieta de Havelange hasta se permitió hacer un chistecito con ello. Ahora vuelve la indignación.

A Brasil le ha salido mal este campeonato. Si pretendía, como se pretende siempre, dar una buena imagen del país al mundo, ha ocurrido lo contrario. Lo que hemos visto es despilfarro, corrupción, estadios mal acabados, un puente que se cae sin inaugurarlo y una población indignada que se mantuvo en tregua hasta que Brasil cayó. Su estrepitosa derrota en el campo no es sino una metáfora de la que, desgraciadamente, ha sufrido Brasil en su imagen como país, que se agrava con el conocimiento de cómo están los preparativos para los JJOO de dentro de dos años. Una calamidad.