AS COLOR
Ali: El símbolo del poder negro
Lideró la rebelión contra los blancos junto a Tommie Smith, John Carlos, Lee Evans y Lew Alcindor.
Hace 41 años, cuando Fernando Vadillo se encontró en Génova con Muhammad Ali, aún llamaba (y titulaba) al ‘Más Grande’ con el nombre de Cassius Clay. ‘Con Cassius Clay en Génova’, era el titular de aquellas páginas de AS Color, donde Vadillo escribió líneas tan antológicas como éstas: “Nunca, desde los tiempos dorados de Ray ‘Sugar’ Robinson, había presenciado Europa tan fastuosa llegada de un semidiós del boxeo yanqui. Ray ‘Sugar’- ¿quién no lo recuerda?- deslumbró a París, ciudad difícil de deslumbrar, con sus cadillacs malvas, rosas, azules y verdes; con su guardaespaldas enano, sus ‘sparring partners’, su limpiabotas, su abogado y su trompetista, que le amenizaba los asaltos de ‘training’ y ponía música de fondo en la antesala nerviosa de los vestuarios (…)”. Así iba extrayendo Vadillo comparaciones entre aquel desembarco en París de ‘Sugar’ Robinson (en 1951) y la llegada a Génova en 1971 del nacido como Cassius Marcellus Clay, “con su séquito de 12 miembros”.
Pero, desde mediados de los años 60 del Siglo XX, los tiempos eran empujados en EE UU por furiosos vientos de cambio. La Guerra de Vietnam, los asesinatos de los hermanos John y Robert Kennedy y otros homicidios tan señalados como los de Malcolm X, Martin Luther King y el joven ‘Pantera Negra’ Bobby Hutton se convirtieron en una cadena de sucesos telúricos que clavaron espuelas en los ijares de los deportistas (y la mayoría de jóvenes) afroamericanos. De ahí emergieron movimientos como los ya citados ‘Panteras Negras’ (Black Panthers), los Musulmanes Negros, la Nación del Islam… y el OPHR, el famoso Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos: el estallido al aire en los Juegos Olímpicos de México, en 1968, de los puños con guantes negros de Tommie Smith, John Carlos y Lee Evans.
Guías políticos y religiosos como los propios Malcolm X, Luther King, Angela Davis (Black Panthers), Elijah Muhammad (Musulmanes Negros), Harr y Edwards (OPHR) e incluso la ‘black panther’ Afeni Shakur (madre del rapero asesinado Tupac Amaru Shakur) lideraron la revuelta de los afroamericanos. Ese germen de rebeldía estuvo tras el icónico simbolismo de los puños enguantados en México… y germinó en muchas otras uvas o semillas de ira: Lew Alcindor, el pívot de UCLA, el mejor jugador universitario de EE UU, rechazó enrolarse con el equipo de EE UU en los Juegos Olímpicos de México y se cambió el nombre por el musulmán de Kareem Abdul-Jabbar. ‘Of course’, Alcindor se convirtió al islamismo… en un proceso especialmente parecido al que vivió el mismo Cassius Marcellus Clay. Era entonces cuando Bob Dylan cantaba: ‘Los tiempos están cambiando’, y, en la letra de Blowin’ in the Wind: ‘¿Cuántas veces deben volar las balas de cañón hasta que sean prohibidas para siempre…? ¿Cuántas muertes debe aceptar un hombre para comprender que demasiada gente ha muerto…?’
“En realidad, yo no inventé esas letras ni esas canciones. Las canciones y las letras estaban ahí en esos momentos, en las calles. Cualquiera podía haberse asomado a las calles, cogerlas y usarlas como yo hice”, analizaría Dylan algunas décadas después… Pero en 1971, Fernando Vadillo tomaba notas de esto que le decía Cassius Clay-Muhammad Ali: “Desearía borrar mi alejamiento de dos años de los musulmanes negros (…); cuando me retire, me dedicaré a defender los derechos de mi raza, a predicar mi religión y a luchar por la libertad de mi pueblo (…); es difícil opinar bien de un país (EE UU) donde a mi raza la tienen esclavizada desde hace cinco siglos, desde que nos cazaban como a fieras en África para transportarnos como mercancía negra a Nueva Inglaterra. El boxeo es doloroso y cruel”. Todo eso dijo a Fernando Vadillo en Génova, aquel campeón que había nacido en Louisville como Cassius Marcellus Clay y que desde 1964, a instancias de su mentor Elijah Muhammad, prefería ser conocido como Muhammad Ali (aunque inicialmente, Elijah ‘rebautizó’ al boxeador como Cassius X, en recuerdo del recién asesinado Malcolm X).
Lo que Vadillo transcribió en el genovés Hotel Bristol Palace de los discursos de Clay-Ali, que acababa de sufrir su primera derrota profesional bajo los puños de Joe Frazier, en el Madison Square Garden, equivalía a las bases del ideario del activismo afroamericano en EE UU, fuese o no musulmán. Pasionales enemigos de los blancos, los Black Panthers (Davis, Hutton, Eldridge Cleaver…) se enfrentaban a balazo limpio con la dura policía de California por las calles de los guetos californianos, entre Oakland y Alameda. La Guerra de Vietnam agrandó el abismo. Contra ella ardían la sacrosanta Universidad de California en Berkeley y el poder pacifista ‘hippie’, el ‘Flower Power’. Los bombardeos masivos ordenados por el presidente Lyndon Johnson y su Secretario de Estado, Bob McNamara, desataban la indignación, tanto como los miles de bajas del Ejército de EE UU. Y también ardía Cassius Clay, ya como Muhammad Ali. “Ningún soldado del Vietcong me ha llamado ‘negro’, no tengo que pelearme con ningún ‘vietcong’ ni tomar parte en guerras cristianas o de infieles” fue la declaración contundente con la que Clay-Ali se negó a ser reclutado por el Ejército de EE UU para combatir en el Delta del Mekong. Ya había lanzado al río Ohio la medalla de oro que conquistó en los Juegos Olímpicos de Roma.
El 28 de abril de 1967, aquel sensacional boxeador, el llamado ‘Loco de Louisville’, se negó a contestar por tres veces cuando su nombre fue pronunciado en la Oficina de Reclutamiento de Houston. De inmediato, el campeón fue detenido y su licencia quedó suspendida. Muhammad Ali, entonces rey invicto y aclamado de los grandes pesos, no volvería a boxear hasta el 26 de octubre de 1970: en Atlanta, contra el ya fallecido Jerry Quarry. Los tres años de inactividad le pasarían factura: Muhammad volvería a reinar en los cuadriláteros del mundo tras combatir en tremebundas batallas con Joe Frazier (al que llamaba ‘gorila’ y ‘Tío Tom’), George Foreman y Ken Nor ton, pero nunca más volvió a mostrarse con aquella gracia etérea que él mismo describía así: “Vuelo flotando como una mariposa, pero pico como una avispa”. En 1967, en Houston, Ali había propinado una paliza brutal a Ernie Terrell, a quien gritó durante casi todo el combate: ‘¿Cuál es mi nombre? di mi nombre’… en aquellos tensos días de 1967, cuando el campeón ya había anunciado su intención de no acudir a Vietnam a combatir con el ejército norteamericano, Terrell siempre se había dirigido a él utilizando el nombre de ‘Clay’. La leyenda que ha cruzado las décadas sostiene que Ali mantuvo en pie a Terrell hasta el fin de los 15 asaltos para poder castigarle a placer.
Los incidentes fueron numerosos. Algunos tan explosivos como los que protagonizaron los atletas afroamericanos en México (“en el podio, yo temía que nos dispararan”, contó Tommie Smith a AS). Otros quedaron soterrados. Según relató Harry Edwards, el Ejército de EE UU amenazó al velocista Mel Pender (oro en el relevo 4x100 de México) con un Consejo de Guerra si se prestaba a cualquier acto de apoyo al OPHR. Pender, que sí luchaba en Vietnam, acudió a México mientras aún servía en el Ejército, donde alcanzó el grado de capitán. Hoy, el capitán es el entrenador-jefe de velocidad en la Academia Militar de West Point. “A mí me fueron ofrecidos 125.000 dólares por parte de agentes gubernamentales si conseguía acallar todo nuestro proyecto”, agrega Edwards.
Los atletas del OPHR boicotearon reuniones que calificaron de ‘racistas’, como la del New York Athletic Club, en el Madison Square Garden, en 1969, y también competiciones universitarias, incluso partidos de fútbol americano. “No es que hayan cambiado muchas cosas desde entonces; los jóvenes negros afroamericanos siguen siendo detenidos y tiroteados a placer por la policía, en las calles de EE UU”, reflexionó Lee Evans hace unos años, en exclusiva con AS. Evans preparó velocistas afroamericanos en la Universidad de Alabama y, en momentos de frustración personal, emigró a Nigeria. En los años 90, aún había jugadores de la NBA (Chris Jackson-Abdul Rauf) que cambiaban a musulmanes sus nombres originales. En 2005, Tommie Smith y John Carlos acudieron en su Universidad, San José State, a la inauguración de una gigantesca escultura en memoria de su rebelión en México. En 2009 murió Bob McNamara. Hoy, Lew Alcindor-Jabbar es un sesentón que escribe libros y educa a jóvenes pívots de la NBA. Bob Dylan ya es abuelete y septuagenario, pero aún, a sus 71 años, sigue preguntándose al viento de los escenarios cuántos caminos ha de recorrer un hombre para que le digan que es un hombre y cuántas veces deben volar las balas de cañón. Esas canciones estaban ahí: todos estuvieron ahí.