La carrera internacional de Vladimir Salnikov comenzó con su participación, con tan sólo 16 años, en los Juegos de Montreal de 1976. Participó en la distancia en la que poco después se convertiría en rey absoluto, los 1500 metros, haciéndose con la quinta posición y rebajando el récord europeo, todo un hito por su edad. Tras las victorias en 400 y 1500 metros en los Mundiales de Berlín en 1978, el soviético se aprovechó de la ausencia de los atletas norteamericanos para convertirse en el rey de la piscina moscovita en 1980. Pero aunque no se hubiera producido el boicot, no hubieran tenido nada fácil batir al torpedo ruso. Salnikov consiguió tres oros en esa edición. Se impuso en los 400 libre y en el relevo de 200, pero su mejor actuación fue en la final de los 1500, donde aventajó en más de quince segundos a la plata y se convirtió en el primer nadador capaz de bajar de los quince minutos en la distancia, con un tiempo de 14:58.27. Y es que un año antes, ya había conseguido bajar de ocho minutos en los 800 metros y había logrado el récord mundial de los 400. Ante las posibles dudas que pudieran surgir, dos años después, en el Mundial de Guayaquil, demostró ante rivales de todos los países que era el mejor en sus dos distancias favoritas, los 400 y los 1500 metros. Y aunque el boicot en 1984 no le permitió demostrar su poderío, intentó por todos los medios dejarse notar en cualquier competición y durante ese año, rebajó el récord mundial de 400 metros y volvió a bajar de quince minutos en el kilómetro y medio. Tras un bache en su estado de forma achacable a las rencillas mantenidas con su federación, ésta accedió a liberar del férreo sistema soviético y a darle libertad en su preparación y Salnikov les devolvió la confianza bajando en más de dos segundos el récord de los 800 metros libres en el año de su reaparición, 1986. Pero las dudas volvieron a surgir por un sistema de entrenamiento de más de 40km diarios al ritmo marcado de la música clásica. Sus actuaciones en los Europeos de Madrid y Estrasburgo eran decepcionantes y no se sabía como podría llegar a Seúl. Pero Salnikov, en el ocaso de su carrera, se agarró a su prueba favorita y volvió a nadar como se le suponía. Sin ser el favorito, lideró de cabo a rabo una carrera, en la que llegó a marcar parciales a ritmo de récord, pero en la que prefirió asegurar. Asegurar que había sido el mejor nadador de toda la historia en esa distancia, los 1500 metros, su distancia. Javier Lujambio
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