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Oído en la Pokéquedada de Madrid: "El Wi-Fi debería ser un derecho universal"

Madrid ha batido el récord de la Pokéquedada más grande del mundo con más de 3.000 asistentes. Entre ellos elRubius, que se paseó de incógnito, disfrazado de Pikachu por Sol

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La Pokéquedada está convocada a las 7 de la tarde en Sol, después de muchos amagos de cambiar la ubicación al parque del Retiro. Sol desde luego hace. Y más calor que en la comunión de Charmander. Cada vez se reúnen más personas en la plaza y en sus inmediaciones. Algunos visiblemente caracterizados de entrenadores Pokémon, otros portan distintivos de sus equipos -el amarillo representa el instinto; el azul, la sabiduría y el rojo el valor- y también están los que, directamente, se convierten en Pokémon por un día. No hay un punto de encuentro específico, nadie maneja el cotarro del evento. La gente está tan confusa que no se hiere a sí misma, pero da vueltas por Sol, esperando entre gimnasios y Poképaradas. 

- "¿Y qué pasará aquí ahora?", pregunta un chico a otro como si dijera lo que todos estamos pensando. Están subidos a una de las fuentes de Sol y no levantan la cabeza del smartphone.

- "Pues no sé, estarán haciendo algo", responde el otro poco convencido mientras se encoge de hombros.

- "Oye, que aquí hay un Jigglypuff", grita una chica para avisar a su grupo de amigos. Dos de ellos visten con la Pokécamiseta de Primark, quizá la prenda oficial de este evento. 

- "Buah, pero es que ese ya lo tengo", responde uno de ellos con desgana.

- "Ya pero te dan caramelos y cosas", replica ella, visiblemente afectada por el desprecio al Pokémon rosa.

"¡VIVA DIGIMON!", gritan un grupo de chicos que intenta cruzar Sol entre la multitud mientras se abren paso.

Sigue sin pasar nada en Sol, salvo que lo que tenga que pasar sea realmente eso, gente que juega al Pokémon Go. Pero cuanta más gente llega, peor funciona el juego. Sin contar con otros handicaps:

"¡Que no me funciona!", oído en repetidas ocasiones, varias veces. 

"Lo tengo con el brillo a tope pero es que no veo nada con las gafas de sol, y con el sol que hace tampoco veo", se queja un chico vestido del Equipo Amarillo.

"Mira, yo paso. A mí avísame si ves un Pokémon fuerte", desiste otro.

"Aquí te quedas un ratito y te mueres del calor", comenta una chica sudando la gota gorda mientras intenta salir del epicentro, es decir, la fuente. 

"Que está muy caliente el móvil", grita una chica con unas orejas de Pikachu como se le hubieran lanzando un ataque 'llamarada' en las yemas de los dedos.

En la misma fuente, que para nada refresca, un policía le pregunta a un fotógrafo refiriéndose a lo que cobra por estar allí: "Pero siete euros, con este calor, es poco, ¿no?". 

Al menos por el resto de la plaza se puede transitar. Un grupo de chicas curiosas se acercan ante el revuelo de la gente y las cámaras y bromean con ligar en la Pokéquedada: "Hombre, ya que estamos pues aprovechamos, ¿no?"

De repente, entre la anárquica sociedad de pokémaniacos que se ha establecido en Sol con sus smartphones, una voz femenina se alza portavoz. Media hora más tarde. Esto es España: "¡Chicos! Tenemos un récord que batir y os estamos contabilizando. Madrid tiene que convertirse en la capital mundial de Pokémon" grita una chica con un megáfono que, al parecer, forma parte de la organización del evento. Todo el mundo sabe que a la gente con megáfono hay que hacerles caso, pero comienza la disidencia.

"Mira, hacemos esto a ver si sale alguno raro y luego nos vamos al Retiro de tranquis", comenta un chico a su grupo de amigos temiéndose que solo está allí para ser un número más. Quizá hoy no es el día en el que aparezca un Pokémon legendario en la Puerta del Sol.

"Yo a mi padre le he dicho: 'papa me voy a Madrid a cazar Pokémon'. Y me ha dicho que el luego viene cuando salga de trabajar", comenta una chica a la que no puedo ver entre tanta gente.

Volvemos a la fuente para hacer bulto y ayudar a que Madrid consiga ser la capital del mundo de Pokémon Go. Realmente la sensación de agobio no es tanta acostumbrado a viajar en Metro en hora punta. Nada que un gato no pueda soportar.

- "Lo bueno es que si te roban el móvil no pueden correr mucho", bromea un chico en el epicentro de la aglomeración.

- "El problema es que yo no puedo correr mucho", comenta una de sus amigas que sí que parece preocupada ante el hipotético caso. 

Lo cierto es que la capacidad de movimiento en la zona de la fuente es menor que la de un Pokémon con un ataque de parálisis pero a efectos prácticos es indiferente porque justo en ese punto hay un gimnasio y varias Poképaradas:

- "¡Ah! ¡Hemos conseguido un gimnasio!", grita alguien del equipo amarillo.

- "Ah, ya no".

- "Es que el equipo amarillo somos minoría", se lamenta otro.

El equipo amarillo, en minoría

En realidad, la fuente no cambia. En realidad virtual, está todo el rato cambiando de color. Pero sigue sin pasar nada.

- "Voy a cumplir mi sueño, voy a batir un récord Guinness", confiesa un chico, no sé hasta que punto emocionado o ironizando sobre la Pokéquedada. Quizá un poco de las dos.

- "A ver, ¿quién se viene al Retiro?", pregunta otro mientras hace de avanzadilla y se abre paso para largarse de allí.

- "¡A la mierda el récord!", grita el anterior chico Guinness siguiendo al nuevo líder de su grupo. Quizá ahora tenga el récord Guinness al sueño más fugaz de la historia.

La inquietud se empieza a contagiar entre los que deciden abandonar e irse por su cuenta a cazar Pokémon al Retiro y los que se quedan esperando algo gordo.

- "Me han dicho que hay seguridad privada de Nintendo, por si acaso", comenta un chico en voz bajita a otro.

Salimos otra vez del epicentro hacia un pequeño claro artificial con algo de sombra bajo el portal de algunas tiendas de la Calle del Carmen. Hasta los del Samur están picados dentro de la ambulancia con Pokémon Go, pero con aire acondicionado. Las fuerzas de seguridad del Estado ahí situadas también, uno de ellos se queja: "No tomaba el sol desde hace 20 años, por lo menos". 

- "Mi cabo, ¿habéis cazado algún Pokémon ya?", bromea otro con una metralleta capaz de derribar a un Charizard.

Son las 19:45 y muchos asistentes usan la cuerda huida cansados de esperar. No hemos vuelto a saber mucho más de la organización.

- "¡O me das un Mewtwo o a tomar por culo!", exclama un chico con una camiseta del equipo Sabiduría entre la rabia y la pena. Y el calor.

- "Vamos a dar una vueltecita por ahí que por lo menos coja bolitas. Es que en mi pueblo no hay Poképaradas", dice aprovechando que han venido hasta Sol, refiriéndose a las pokéballs.

Mientras unos abandonan Sol por las calles aledañas, muchos otros lo hacen por la cúpula de cristal de Renfe, donde la gente también queda, independientemente de la queda, como dos chicas que se acaban de encontrar y mantienen una conversación.

- "Pues me he quedado muertísima, he dicho, esta gente...", se sorprende una.

- "Yo pensaba que era algo serio", remata la otra.

- "Madre mía, pero quién va a las 7 de la tarde a cazar Pokémon o lo que sea".

Y luego están lo que llegan tarde pero se quieren apuntar.

- "¡Pero y esto cómo se juega!", me pregunta una mujer que se acaba de bajar la aplicación.

- "Bueno, da igual. Yo es que veo las cosas y luego tampoco me quedo con ellas", me agradece después de haberle dado una vuelta por Sol para explicarle la dinámica.

Los problemas crecen y empiezan las primeras bajas por batería.

- "Si me quedo sin batería voy a un bar, me pido lo más barato que haya y me paso el día cargándolo", responde una chica ante el drama del primer mundo de su amigo, que ha gastado toda su batería jugando a Pokémon Go.

Sin batería, y sin datos.

- "Bueno, ¿qué haces por aquí?", le pregunta un conocido a otro a la altura de una conocida tienda de telefonía en Sol.

- "Voy al Rodilla a robar Wi-Fi para cazar Pokémon", se sincera el otro, móvil en mano.

- "El Wi-Fi debería ser un derecho universal", manifiesta su amigo en solidaridad.

"Oye, que alguien ponga un cebo por aquí".

- "Mira ahí todos, como tontos", comentan una chica a otra, encuentran hueco para sentarse en la ya despejada fuente. Llevan bolsas de Primark.

- "Ya tía. Putos niños rata", responde la otra con desgana. Los niños rata empiezan a correr por la Calle del Carmen, persiguiendo a un chico vestido de Pikachu como si hubieran visto a un Pokémon legendario. Y esto es lo que pasa.

Cuando aparece El Rubius vestido de Pikachu en Sol

Un vídeo publicado por Mateo (@mnavarro_93) el

Se acaba la Pokéquedada. Sol se convierte en un crisol cultural: por un lado, los entrenadores pokémon tardíos, por otro, una manifestación republicana. En una esquina, unos predicadores evangélicos. Cada loco con su tema. Subiendo Montera escucho a un chico decirle a otro: "Ah, lo de Pokémon Go. Yo es que de eso no uso, soy más de Grindr pero me he echado novio, así que tampoco".

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