CAI Zaragoza 63 - Real Madrid 77
El Real Madrid se mete en la final por la puerta grande: 3-0
Llegó a perder por 13 puntos ante un buen CAI, pero Darden antes del descanso y Carroll y Mirotic en el último cuarto le catapultaron a la final. Espera al Barça o al Gran Canaria.
No fue un camino de rosas. El Madrid tuvo que sacar la tanqueta, tirar de defensa, de la de Rudy y Slaughter; de Mirotic, de Carroll, de Llull y abatir por extenuación a un CAI que dijo adiós con la cabeza alta a su emotiva afición. Los blancos ya están en la final por la vía rápida y sin perder, de momento, un partido en estos playoffs. Será su segunda finalísima seguida por primera vez en doce años, a la caza de un título que se le resiste desde 2007. Aguarda ahora al Barcelona o al Gran Canaria, aunque los culés tienen ventaja: nadie ha remontado nunca un 2-0.
El deporte de élite es tan competitivo, que camarón que se duerme se lo lleva la corriente. Hay ejemplos a diario y lo volvimos a ver en Zaragoza, cuando el Madrid pasó de gobernar el duelo (16-20) a sufrir el abran fuego a discreción del CAI. Un 13-0 que se estiró hasta un 19-2 tras cinco triples consecutivos (dos de Aguilar, dos de Roll y otro de Rudez) y un dos más uno de Jones. Fue una prueba de vida del equipo maño, que quiso mostrar talento y carácter en su despedida, en el último partido de una temporada magnífica.
El Madrid había metido las cuatro ruedas en un socavón, coincidiendo con un cambio masivo en el quinteto. No le sentó bien que Llull y Rudy se marcharan al banquillo. Por dentro padecía el acoso de las faltas: Begic, Slaughter y Hettsheimeir sumaban seis, dos por barba. Tras el coletazo de orgullo local, el boquete se ensanchó hasta los 13 puntos (35-22). Sin embargo, zurció la herida en los menos de tres minutos que restaban para el descanso. Y lo hizo uno de los secundarios de lujo de esta gran plantilla, el último en llegar, Tremmell Darden. Le costó acoplar su físico imponente al ritmo veloz del Madrid, pero una vez adaptado amenaza con despuntar. En un Príncipe Felipe abarrotado prestó su primer gran servicio a su nuevo club. Selló once puntos en dos minutos echando mano de su tirito y apoyándose cerca del aro en sus portentosas piernas. Un triple, tres canastas y dos tiros libres sin que nadie más rascara bola: 37-35. El Madrid había neutralizado al francotirador enemigo, pero ahora debía ganar el partido. Lo consiguió, como suele ser ya norma en el tercer cuarto, con Draper en pista y una mayor intensidad defensiva. En ataque Llull y Mirotic presumían de talento.