NFL

La nueva era del gol de campo: cómo los pateadores están rompiendo la barrera de las 60 yardas

Una regla silenciosa y piernas cada vez más potentes han cambiado la física del field goal

SCOTT TAETSCH
Especialista en periodismo deportivo con vocación en investigación y en artículos de largo aliento.
Estados Unidos Actualizado a

Los pateadores están viviendo una época de rockstar. En una liga que suele rendirse ante los quarterbacks, corredores y los receptores, las piernas se han convertido en espectáculo. Cada semana de la temporada 2025 de la National Football League paree una oportunidad para reescribir los libros de historia.

La NFL ha cambiado el guion para los jugadores de esta posición. Antes, los goles de campo de 50 yardas eran una rareza que interrumpía el flujo de un partido. Hoy, son parte del paisaje. Las cifras hablan de una evolución silenciosa que comenzó mucho antes del primer kickoff. No fue en los laboratorios de datos ni en los pizarrones, sino en la forma en que los equipos comenzaron a tratar el balón.

El aviso llegó antes de que comenzara la temporada. En agosto, Cam Little, un novato con cara de universitario recién graduado, pateó un gol de campo de 70 yardas para los Jacksonville Jaguars. No fue un punto oficial, pero sí una señal de que las piernas venían recargadas. Pocos le creyeron. Hasta que, semanas después, Chase McLaughlin, de Tampa Bay, convirtió un gol de 65 yardas en plena temporada regular ante Eagles. Ese sí contó. Y cambió la conversación.

Lo que antes se consideraba un truco de circo se volvió costumbre. Con un partido por disputarse en la Semana 8, ya se registran seis goles de campo de 60 yardas o más, la misma cantidad que hubo en toda la NFL entre 1970 y 2006. En siete semanas se han pateado 35 goles de campo desde al menos 55 yardas, la mayor cifra en la historia del juego moderno.

El secreto está en el balón

La liga cambió una regla que parecía menor. Desde este año, cada equipo recibe 60 K-Balls, que son los balones reservados para goles de campo y patadas de salida al inicio de la temporada. Antes los equipos sólo recibían tres nuevos el día del partido, rígidos como un casco recién fabricado. Ahora pueden ablandarlos durante las prácticas, cepillarlos, domesticarlos.

El cuero se vuelve más dócil, las costuras se asientan, el golpe suena distinto. Eddy Piñeiro, pateador de San Francisco 49ers, lo explicó sin rodeos.

“¿Ayuda con la distancia? Por supuesto”. Desde que la regla cambió, superó su mejor marca personal con un gol de 59 yardas ante los Rams.

Bajo la antigua norma, patear un balón nuevo era como intentar afinar un piano en pleno concierto. Con la nueva, los pateadores pueden practicar con la misma herramienta con la que juegan.

Brandon Aubrey, de Dallas, hizo un gol de campo de 64 yardas en la semana 2, y Chris Boswell, de Pittsburgh, y Will Reichard, de Minnesota, también hicieron patadas de al menos 60 yardas.

Pero no todo es culpa del balón. Hay un salto generacional. Los pateadores ya no son especialistas de media jornada, son atletas con entrenadores propios, analistas de biomecánica y cámaras de alta velocidad que corrigen el ángulo del impacto. Nick Sorensen, coordinador de equipos especiales de los Cowboys, lo resume con naturalidad: “Cada año las piernas llegan más fuertes”.

Brandon Aubrey, el exfutbolista que Dallas rescató de la MLS, es el símbolo de esta era. Ha convertido dos goles de campo de 60 yardas o más esta temporada y cinco en total, la cifra más alta para un sólo jugador en la historia de la liga. Su técnica es quirúrgica. Su confianza, desafiante. Vic Fangio, su entrenador, se atrevió a decir “que este año alguien va a anotar desde 70 yardas”.

La NFL ha establecido récords en cada una de las últimas cuatro temporadas de goles de campo convertidos de al menos 50 yardas, alcanzando un total de 195 en 2024, duplicando el total de cada temporada de la NFL hasta 2015.

Los pateadores están anotando el 72,5 por ciento de sus goles de campo desde al menos 50 yardas, casi el doble que hace tres décadas

Distancia y mentalidad

La NFL es un laboratorio de obsesiones. Durante décadas se creyó que el espectáculo estaba en los brazos, no en las piernas. Hoy, los márgenes de decisión se están moviendo. Donde antes un entrenador mandaba al despeje, ahora manda al pateador. Donde antes una patada de 50 yardas era una rareza, hoy apenas levanta una ceja.

Las distancias se han vuelto parte del paisaje.

El gol de campo ha dejado de ser un recurso desesperado para transformarse en un gesto de poder.

No hay una nueva tecnología milagrosa ni un rediseño de nda. Hay un simple cambio en el trato al balón y una generación de especialistas que decidió no ser anónima.

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Los pateadores, esos tipos que antes caminaban solos por la banda mientras los demás entrenaban jugadas, están dictando el ritmo del marcador. En una liga acostumbrada a medir la grandeza en yardas aéreas, ellos la están midiendo en yardas de aire.

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