Boxeo

Oleksandr Usyk tiene a su disposición la industria del boxeo después de vencer a Dubois

El ucraniano maneja el tablero: rivales sobran, pero Arabia Saudita puede influir con los enormes cheques que entrega

Andrew Boyers
Especialista en periodismo deportivo con vocación en investigación y en artículos de largo aliento.
Estados Unidos Actualizado a

Oleksandr Usyk no necesita entrar en negociaciones. A él vendrán a buscarlo. El campeón indiscutible de peso pesado puede elegir, y lo sabe. Tras derribar a Daniel Dubois en cinco asaltos frente a más de 90 mil personas en Wembley, el ucraniano se fue del estadio sin prisa, sin necesidad de explicar qué viene después.

“Primero, descansaré”, dijo con su tono siempre calculado. La disciplina ya ha hecho su trabajo: le dio la gloria, los cinturones… y el control absoluto de su destino.

Con 24 victorias, 15 nocauts, ninguna derrota y la conquista de la categoría reina en el boxeo mundial, Usyk está en un punto donde ningún rival es urgente y toda decisión es estratégica. Y aunque sobre el ring sigue dominando con la inteligencia que lo caracteriza, fuera de él quien realmente mueve los hilos es Turki Alalshikh, el todopoderoso gestor del boxeo global desde Arabia Saudita.

La ecuación ahora es clara: Usyk puede optar por cerrar su carrera con una bolsa histórica que rondaría los 150 millones de dólares, superior a lo que cobró en su última pelea. O puede prolongar su reinado en función de los intereses comerciales que el entretenimiento saudí tiene proyectados para el boxeo.

El mundo a sus pies

Los candidatos son múltiples, pero el poder de elección lo comparten Usyk y Turki Alalshikh. Tyson Fury clama por la trilogía. El gigante británico, doblegado dos veces, mantiene un discurso de “revancha redentora”, pero sabe que cualquier acuerdo deberá pasar por las oficinas saudíes, donde ya se planifica un tercer combate para 2026. Si Usyk accede a un adelanto, sería otra mega pelea con garantías mínimas de nueve cifras.

Anthony Joshua, derrotado también en dos ocasiones, es otro nombre que sobrevive más por mercado que por méritos. Un tercer combate en Londres podría saciar al público británico y mover decenas de millones, pero sus derrotas han desgastado el nombre que alguna vez tuvo.

Los organismos tampoco se quedan atrás. La FIB exige enfrentar a Derek Chisora y la OMB ya apunta a Joseph Parker, el neozelandés que ha esperado pacientemente su turno tras su notable victoria sobre Zhang.

La opción más intrigante es la que promueve el multimillonario saudí: Moses Itauma, un joven talento británico que apenas empieza a construir su carrera, pero que Alalshikh quiere proyectar como la nueva estrella del peso pesado.

“Quiero ver a Usyk contra Itauma”, escribió en sus redes tras la última victoria del campeón. Es una fórmula de renovación generacional vendida en un escenario de espectáculo global.

Incluso Agit Kabayel, el alemán invicto y campeón interino del CMB, ha pedido turno tras acumular victorias en Riad sobre rivales como Arslanbek Makhmudov y Frank Sánchez. Sin embargo, su nombre carece del peso comercial que Arabia Saudita busca para sus espectáculos prime time.

La victoria sobre Dubois no sólo consolidó a Usyk como el mejor peso pesado del mundo, sino que también confirmó que el trono económico del boxeo se trasladó definitivamente a Arabia Saudita. Las cifras lo explican: mientras el combate generó más de 200 millones de dólares, Usyk se llevó cerca de 65 por ciento del total, embolsando más de 130 millones de dólares, la bolsa más alta de su carrera.

En los últimos tres años, el boxeo ha cambiado de sede y Turki Alalshikh es el arquitecto del nuevo mapa. Desde Riad se definen los grandes eventos, los bolsillos más profundos y las fechas clave. Los estadios británicos se llenan, pero los cheques se firman en Medio Oriente.

No hay obligación deportiva que pueda saltarse esta realidad. La FIB, la OMB o cualquier organismo puede establecer mandatorios, pero sin el interés económico saudí, ningún combate mueve la maquinaria millonaria que Usyk y sus rivales esperan.

Usyk, a sus 38 años, tiene poco que demostrar. Fue rey crucero, conquistó los pesos pesados, derrotó a Joshua y Fury en sus propias casas y se convirtió en leyenda del ring.

Si decide cerrar su carrera con una pelea final, Itauma parece el elegido: juventud contra experiencia, futuro contra historia, alimentado por la chequera saudí y la narrativa del último baile. Si opta por la competencia deportiva más legítima, Parker o Kabayel serían opciones, aunque con menos brillo comercial. Y si lo que busca es una despedida a lo grande, la trilogía con Fury será el platillo principal para 2026.

Mientras tanto, Usyk disfruta del poder más envidiado en el boxeo: la libertad absoluta.

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Por ahora, el campeón quiere descansar. Pero en la industria que hoy maneja Arabia Saudita, nadie descansa mucho tiempo. Y cuando Usyk vuelva, será con las condiciones que él mismo y Turki Alalshikh decidan.

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