El concierto de Thompson despide a los Spurs de Ginóbili
Otra actuación premium del 'Splash Brother' (24 puntos, 50% de campo) y para catapultar a los campeones defensores a las semifinales de conferencia ante los Pelicans.
La historia de los Warriors enternecedores, los del 73-9, los del pasmo y el abrumo, los que masacran sin clemencia, los que revolucionan nociones estéticas; la historia sigue donde, quizá, terminó la de 'Manu' Ginóbili. En una noche ciclónica, que Thompson, Ginóbili y Lamarcus Aldridge convirtieron en un festival de fuegos pirotécnicos, Golden State apeó a los dirigidos del enlutado Gregg Popovich, cubierto desde el fin de semana por el magnífico Messina, y sus planes de perpetuar su hegemonía, puño de hierro, continúan avante. Para ello, pasó por un vaivén sensible para sistema cardiacos sensibles: resposo, maquinaria al límite, suspiro, susto y angustia. Ginóbili puso el arte y el tesón. Aldridge, los puntos y el rostro adusto; el gen Popovich. Y Thompson, las bombas de destrucción masiva.
Primer tiempo con paridad de fuerzas, definido por un parcial exprés de 0-7 en el primer cuarto, tres dobles kilométricos para abrir boca de Thompson, Kevin Durant al mando de los trazos del pick & roll, Draymond Green como un cacique de las pinturas y apariciones furtivas de Parker, Aldridge y Murray. La espuela en el zapato fue Patty Mills, un francotirador de élite de las fuerzas especiales australianas: tres triples en sus tres primeros ensayos. Y cuando despertamos, Ginóbili seguía ahí, diría Monterroso. Impasible, eterno. Fue 'Manu', invisible a los estragos del tiempo, quien apuntó la primera vez que los Spurs aventajaron (18-17). El gusto duró poco. Durant, frenos sobre el parqué, apagó la rebelión. Thompson siguió a rienda a suelta y Parker experimentó una regresión que duró el aletear de un colibrí. Messina no encontró solución al problema de toda la noche: Thompson camuflado en el perímetro y liberado de marca con el pase hacia afuera y el triple franco.
Y jamás solucionó Messina pese a que las prestaciones de su equipo mejoraron en la pintura (48-47 rebotes); la clave, la mira averiada: 37% de campo contra el 44% que marcaron los de Kerr. Sin puntería, no hay baloncesto, pese a que los fundamentos de origen delinearon un deporte distinto al que ha evolucionado en los últimos tiempos. Empero, siguió Thompson luciendo repertorio, Mills incombustible (hasta el tercer cuarto llegaron sus primeros puntos sin triple) y Durant, con más pintura en los pantalones rasgados que lentejuelas, un albañil bajo el tablero propio y un artista desde el perímetro (8 de 19 de campo) y un triple que volvió a servir de represor (63-77). KD, el 19° máximo anotador en playoffs (superó a un mito: Kevin McHale). En tanto, Ginóbili se apuntaba otro pedazo de historia: 2,000 puntos desde el banquillo; el que más en la historia de la NBA. No te retires nunca, Manu.