El pase inesperado de Steve Nash era indefendible. Ni Tim Duncan pudo descifrarlo. Mientras habría los mares con la pelota pegada al cuerpo, con un bote tan violento como desenfadado, las torres se le atravesaban para denegarle la entrada al aro. Entonces, surgía la magia. Nash descargaba tras sus espaldas, con auxilio del tercer ojo, anidado en su nuca, y la pelota siempre terminaba en las manos de su compañero, extrañamente desprotegido. Claro, todos custodiaban a Steve, el nigromante del baloncesto, desgarbado, con más pinta de artista callejero que del mejor armador de la NBA en la década de los 2000. Una leyenda sin título.
La carrera de su padre, Jonh Nash, nacido en Tottenham, Londres, fue la causa por la que Steve naciera en Johannesburgo, Sudáfrica. En aquel entonces, John jugaba en la liga local. 18 meses después del nacimiento de Steve, la familia emigró a Canadá para establecerse en Saskatchewan. El razón: Steve Nash no debía palpar el apertheid, que aún no veía fecha de caducidad en Sudáfrica. Su madre, Jean, galesa, también se dedicaba al deporte: al netball, para ser exacto. El deporte, pues, regiría ominipresente la vida de Steve Nash, quien nunca dejó su predilección por el fútbol pero pronto descubrió sus aptitudes con el baloncesto. En la secundaria ya promediaba 21 puntos por partido, y pronto llamó la atención de las mejores universidades. Nash eligió a Santa Clara. Después de cuatro años de brillo (30 puntos por partido), fue seleccionado por los Suns en primera ronda del draft de 2016, como la 15° opción.
Sus primeros dos años no vieron la mejor versión de Steve Nash. Inició solamente ocho encuentros desde 1996 hasta 1998 y su promedio de puntos jamás superó los 10 por cotejo. Los Dallas Mavericks encontraron una ganga. En teoría, parecía que los Suns estafaron a los Mavs, pues adquirieron a tres jugadores y una selección de draft a cambio del canadiense. Pero fue la mejor decisión de su vida, aunado a la adisión de Dirk Nowitzki. Y es que con el alemán, Nash conjuntó una dupla armónica, torrencial, en la que Nash dirigía y Dirk ejecutaba desde todos los frente del perímetro. La batura y el francotirador. Los Mavericks dejaron de ser uno de los clubes más grises de la NBA hasta convertirse, casi de la noche a la mañana, en uno de los protagonistas centrales de la liga.