Se gasta casi 1.000 euros en un restaurante con tres estrellas Michelin y sentencia: “El plato que menos me ha gustado...”
La influencer Teresa Fuquet asistió a Atrio, el restaurante de Toño Pérez en Cáceres, y probó el menú degustación con la opción más cara de maridaje.


De todas las regiones que componen el mapa gastronómico y cultural de España, la que encierran las fronteras de Extremadura es una de las más valiosas y, al mismo tiempo, desconocidas. La tierra bellotera es un auténtico tesoro que encuentra en Atrio su más preciada gema: el restaurante de Toño Pérez es, tal y como explica Teresa Fuquet, creadora de contenido que acumula más de 46.000 seguidores en TikTok, “el mejor restaurante de Extremadura, o al menos eso opina ChatGPT”. Tres estrellas Michelin y tres Soles Repsol dan buena cuenta de ello.
La creadora de contenido ha visitado el lugar para comer junto a su pareja, acudiendo antes ambos para visitar la bodega. “Es una de sus cosas más importantes. De hecho, hace unos años tuvieron un robo de 1′6 millones de euros en 45 botellas de vino. Por seguridad no me dejaron grabar nada de la bodega, pero si eres un amante de los vinos te recomiendo ir porque te explican todo en detalle”, explica. Y después, a comer.
@teresafurquet Así fue nuestra experiencia en Atrio 🫶🏼 #CapCut
♬ sonido original - Teresa Furquet
Su publicación reseñando la visita no se deja ningún asunto por el camino. “Aparte del menú degustación puedes elegir un maridaje de cuatro copas o de seis, o no elegir maridaje. Nosotros a pesar de no ser expertos decidimos que ya que íbamos, cogíamos el de 6 copas, y la primera con la que se empieza es de un vino de Jerez”, cuenta. Primeramente llegan los snacks, que son “patata con queso Ibores y eneldo; aceituna negra cacereña, lino y amaranto; lionesa con panceta ahumada y orégano; crujiente de tapioca, emulsión de salmón y cochifrito; ventresca de atún en manteca colorada; y, finalmente, gambas al ajillo con adobo de chorizo”, destacando la influencer el último.
Posteriormente llegaron los embutidos, y sobre la mesa desfilaron otra ingente cantidad de platos. “Jamón, mayonesa y tomate; paté, encurtidos y plátano macho; salchichón, emulsión de pimienta y crujiente de trigo; lomo adobado; empanadilla de taro, manteca y comino; y con este ya pasamos a la siguiente copa, en este caso un champán”, relata, prosiguiendo con “porco tonnato con alcaparras fritas y pimienta negra; bollo de tinta con calamar y guiso de oreja”. En este punto asegura que, al principio, creía que se quedaría con hambre, pero que no será así. Y nadie lo duda. Tampoco con sed: tras ingerir unos torreznos junto a vieiras con cítricos y suero, llegó la tercera copa, que fue el mejor vino blanco que, dice, ha probado en su vida.
Precio total, plato favorito y el que menos le gustó
Entonces apareció un ángel. “Si tuviera que quedarme con un solo plato sería este. De verdad que estoy absolutamente segura de que este plato lo sirven en el cielo: flan de papada y caviar. De verdad, esto estaba impresionante”, alucina. Y la cuarta copa de vino, que fue tinto. Luego “bogavante en un glaseado reducido ibérico con curry verde”, que no terminó de conquistar su paladar: “Si tuviera que elegir el plato que menos me ha gustado probablemente elegiría este, pero igualmente, seguramente le pondría un ocho sobre diez”. Le gustó más la “careta de cerdo, cigala y jugo cremoso de ave”, que tomó antes de la quinta copa, también de tinto, que dio paso al pase de “perdiz al estilo Alcántara con su jugo”.
En cuanto a los postres, “jamón y queso, bizcocho de té matcha y membrillo”; “un helado con frutos rojos que no recuerdo exactamente qué era”, que compaginó con un Barsac, que es un vino blanco de Burdeos, y “ganache de yuzu, yogur, hinojo y corteza de cerdo; chocolate ibérico con café y jamón rancio; la cereza que no es cereza y golosinas”. Y se acabó.
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La fiesta le salió a los dos por 928 euros, repartidos en 560 los dos menús degustación, 360 los dos maridajes y lo que, revela, más le dolió: 8 euros el agua. Eso sí, su respuesta a la pregunta de si repetiría la tiene clara: “Sin lugar a dudas, sí”.
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