La planta de moda para combatir la ansiedad mantiene un peligro oculto del que pocos hablan: falta evidencia científica
La ashwagandha, típica de la medicina tradicional hindú, puede ofrecer algunos beneficios, pero también conlleva la amenaza de otros perjuicios.


Combatir un enemigo de rostro difuso y que cuesta identificar ha sido, en términos generales, una de las tareas que mayores quebraderos de cabeza ha causado a las sociedades y, a nivel individual, al ser humano. Quizá por ello la ansiedad sea tan difícil de superar. En plena búsqueda de un método, muchos echan mano de técnicas tradicionales y productos exóticos que, extraídos del olvido, se convierten, casi de la noche a la mañana, en éxitos en ventas. Algo así le ha ocurrido a la ashwagandha.
Esta planta promete alejar el fantasma de la ansiedad y favorecer un sueño correcto y reparador. No obstante, son abundantes los testimonios de personas que, tras probarlo, no han notado ningún tipo de mejoría. Para esclarecer este misterio ha contactado El Mundo con numerosos especialistas cuyas palabras terminan por confeccionar el retrato de tan extraña medicina.
Poca literatura científica
Señala en una primera instancia la mentada cabecera que no hay apenas literatura científica que garantice la eficacia de la planta. “La ashwagandha es una planta utilizada en la medicina tradicional ayurvédica y en la unani. Suele recomendarse para mejorar el sueño, el estrés y la ansiedad, así como la función cognitiva. La ashwagandha también se conoce como Withania somnifera, ginseng indio y cereza de invierno", recoge la web de los National Institutes of Health de Estados Unidos, agregando que “por lo general, los suplementos de ashwagandha contienen extractos elaborados con las raíces de la planta o con las raíces y las hojas”.
Ocurre que, aunque “los efectos sobre la salud de los extractos de ashwagandha no se han investigado a fondo”, la base comprobada permite abrir la puerta a un horizonte esperanzador. “En varios estudios, las personas que tomaron ashwagandha durante seis u ocho semanas afirmaron sentir menos estrés y ansiedad, así como menos cansancio e insomnio. También redujo los niveles de la hormona del estrés”, se lee, apuntando algunos estudios que, incluso, “pareció ser más eficaz cuando se tomaba en dosis de 500 a 600 miligramos diarios, en comparación con dosis más bajas” y que los extractos de dicha planta “podrían mejorar el sueño”.
Posibles ventajas, posibles perjuicios
En palabras de Natalia Gennaro, ginecóloga de alto prestigio, recogidas por el citado diario, “puede tomarla todo el mundo excepto embarazadas o hipertiroideos”, aunque “no se recomienda con ansiolíticos o con alcohol, durante cirugías y en pacientes con determinadas enfermedades autoinmunes”. Sí que puede rastrearse entre sus beneficios “la mejora del rendimiento físico y mental”, así como “la mejora de la calidad sueño, aunque algunas personas sufren efecto contrario”. Todo ello lleva a la experta a recomendar que, de usarse, se haga “bajo la supervisión de un médico”.

Entonces, y tras estos testimonios, la cabecera echa mano de las palabras de Irene Domínguez, responsable del Departamento de Nutrición Saludable de la Clínica Palasiet, quien apunta que la ashwagandha “actúa como un adaptógeno; es decir, no funciona como un estimulante artificial (como la cafeína), ni como un sedante puro, sino que ayuda a que nuestro cuerpo se regule por sí mismo”, de manera que “le ayuda a recuperar el equilibrio natural”: “Su acción puede modular los sistemas que regulan el estrés, el sueño y la energía, como el cortisol y los neurotransmisores”.
Si bien es cierto que puede ayudar a estos fines, la especialista señala que, por otro lado, “puede interferir con la tiroides” y que “también hay casos de rara toxicidad hepática”. En ningún caso puede ser la “solución rápida” que sustituya unos hábitos saludables" ni convertirse en “una planta que deba tomarse indefinidamente”, sino más bien un remedio “en ciclos cortos de varias semanas y durante periodos puntuales”. En estas circunstancias, se trabaja con dosis de 250 a 600 miligramos al día, aconsejándose su uso en pastillas antes que en polvo.
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Aunque pueda ser eficaz en el combate que uno libra contra ese enemigo fantasma que encarna la ansiedad, debe saber el lector, y así lo refleja el reportaje de la mentada cabecera, que los milagros, en el caso de la medicina, deben contar con la supervisión de un especialista, que es el único con capacidad y conocimiento para bajarlos a tierra.
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