Una soltera de ‘First Dates’ intenta ligar descaradamente con el camarero: “Me gustaría verte enloquecido”
La mujer en cuestión era María, una señora de 59 años que no tardó en olvidarse del argentino, pues se enamoró perdidamente de su cita en el programa.
La última entrega de ‘First Dates’ llevó al plató de San Sebastián de los Reyes a María, una mujer gaditana que pese a los golpes que había sufrido en su vida todavía tenía ganas de enamorarse. Decidida, entró al restaurante dispuesta a comerse el mundo e incluso le lanzó más de una indirecta a Matías, el camarero del formato, aunque finalmente prefirió quedarse con Federico, su cita.
“Estuve casada 26 años con el padre de mis hijos, un hombre estupendo pero fallecido. Luego, problemillas que surgen y te vienes un poquito abajo. Cuando me miro al espejo y no me veo, María se pinta, se maquilla, se cuelga el bolso y a la calle”, contó delante de las cámaras en una seña del ansia por volver a sonreír y por pasárselo bien.
Dependienta en una tienda de moda, María encontró en Carlos Sobera la excusa perfecta para lanzarle los tejos al argentino. “¿Qué consejo le darías a Matías?”, le preguntó. “Tal y como está va estupendo. Conquistas mucho”, le espetó al barman. “Los pequeños detalles tienen que estar en su sitio. Si no, enloquezco”, agregaba el argentino entrando en la conversación.
Ni corta ni perezosa, y con cara de saber perfectamente dónde estaba entrando, la soltera le lanzó un directo: “Pues me gustaría verte enloquecido”. Todo ello, mientras arqueaba ligeramente las cejas, retiraba la mirada y sacaba la lengua con el presentador vasco alucinando con lo que estaba sucediendo. “Pues mejor no me veas enloquecido”, pronunció Matías siguiéndole el juego ligeramente a María.
Aunque le hubiera gustado, su cita real no era Matías, sino Federico, un hombre italiano de 62 años del que Carlos Sobera deseaba que “viniera sueltecito”. Residente en Tenerife, destapó una de las curiosidades más desconocidas de ‘First Dates’ con tan solo desearle los buenos días al presentador. ¿Pero no se supone que es una cena?
Una vez en la mesa, la química nació como si Federico y María se conocieran de toda la vida. “No me lo esperaba así, me ha superado. Me ha encantado”, pronunció ella. “Es italiano, ese acento. Si antes he dicho que me ha encantado, ahora te digo que me ha dejado pasmada”. “Una señora de mi edad, alegre, elegante”, opinó más recatado el italiano sobre su cita, aunque dejando todo el terreno preparado para seguir conociéndose.
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