Topan con la clave para llegar a los 150 años en el alimento más cotidiano y arrancan los ensayos en humanos
La empresa Lonvi Biosciences ha desarrollado un comprimido que ha sido un éxito en los experimentos con roedores y que halla su base en una popular fruta.


La vida eterna. Hay quien la ha buscado en un recóndito manantial de Bimini (Bahamas), quien ha acudido hasta la Florida para investigar en el pozo de piedra del Parque Arqueológico de la Fuente de la Juventud; se ha asociado al Santo Grial, al Jardín del Edén; los nórdicos la relacionaron con la resurrección del guerrero para luchar junto a los dioses en el Valhalla. Y en la actualidad hay quien la persigue en laboratorios.
Quizá suene menos romántico hallar el elixir de la vida eterna entre probetas, pero lo cierto es que, tal y como evoluciona el ecosistema científico, parece imposible que no sea aquí donde se realicen semejantes investigaciones. En este aspecto, la empresa Lonvi Biosciences, con sede en Shenzhen (China) ha dado un paso de gigante: ha logrado desarrollar un comprimido a base de extracto de semilla de una popular fruta que arroja unos resultados espectaculares y esperanzadores.
Éxito en roedores y resultados prometedores
Dicho compuesto natural encuentra su elemento diferencial en la semilla de la uva. Las pruebas en roedores han sido absolutamente sorpresivas: se ha logrado aumentar la esperanza de vida de los ratones en un 9′4%, tal y como se muestra en el estudio, recogido en la revista Nature Metabolism. Según ha explicado The New York Times, que se ha hecho eco de esta proeza, los pequeños animales que recibieron procianidina C1 vivieron un 64% más tras el inicio del experimento. El aumento es sustancial.
La mentada cabecera asegura que, tras esto, ya se han iniciado las pruebas en seres humanos. Y añade la respuesta a la pregunta que, muy probablemente, se haya hecho el lector: la equivalencia del incremento de vida de los roedores en humanos. Según los investigadores, a través de este método sería posible alcanzar una longevidad de hasta 150 años, ya que las cápsulas desarrolladas contienen altas concentraciones de moléculas que se encargan de eliminar las células que pueden resultar dañinas y que afectan al tejido sano.
Ha llegado el rubor hasta la Universidad de Stanford, donde tienen lugar los citados ensayos clínicos. Los investigadores reconocen que los compuestos “parecen prometedores”, pero se mantienen cautos porque se precisa la validación exhaustiva de numerosos grupos de personas y, normalmente, lo que funciona en ratones no tiene por qué hacerlo en humanos. Pero el camino está claro. En realidad, lo ha estado siempre. La vida —casi— eterna.
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