Mara Sánchez, psicóloga: “El día 22 mucha gente siente un bajón brusco porque se acaba la ‘droga’ de la imaginación”
La experta en psicología explica para AS qué nos empuja a comprar la lotería de Navidad y cuáles son las probabilidades reales de que nos toque el Gordo.


Cada diciembre, millones de personas participan en el sorteo del Gordo de Navidad. Más allá de los números y los premios, el fenómeno encierra motivos psicológicos profundos que explican por qué, año tras año, volvemos a jugar incluso sabiendo que la probabilidad de ganar es muy baja.
La psicología de la emoción explica que no solo disfrutamos del resultado, sino del proceso. La anticipación activa el sistema de recompensa del cerebro: fantasear con “qué haría si me tocara” libera dopamina y genera bienestar. El sorteo ofrece días (o semanas) de ilusión compartida, conversaciones, bromas y planes imaginados. Ese placer anticipatorio ya es, para muchos, “la recompensa”.
Así lo explica para AS la psicóloga Mara Sánchez: “Neurológicamente, el pico de placer más alto se produce en la anticipación. Desde que compras el décimo hasta el día 22, tu sistema de recompensa está liberando dopamina solo con imaginar qué harías si te toca el gordo. Es un ‘alquiler de fantasía’. Por 20 euros, compras semanas de ensoñación”.
“El cerebro disfruta realmente mucho más en el viaje, en contemplar esa posibilidad (¿y si…?). Por eso, paradójicamente, el día 22 mucha gente (todos a los que no nos toca, o sea, el 99,999%) siente un bajón brusco, no por perder dinero, sino porque se acaba la ‘droga’ de la imaginación y volvemos a la realidad de cada día”, añade.
La probabilidad de ganar
Sin embargo, las opciones de llevarse el premio son escasas: “La probabilidad de ganar el primer premio es de 1 entre 100.000. Imagina el estadio Camp Nou (o el Bernabéu) lleno hasta la bandera con 100.000 personas. Tú eres una de ellas. Si lanzan una pelota al azar desde un helicóptero, la probabilidad de que te caiga a ti es la misma que la de ganar el Gordo”.
“Nuestro cerebro no está diseñado para entender probabilidades matemáticas de 1 entre 100.000. Aquí entra en juego lo que llamamos la ilusión de control. ¿Te has fijado que la gente busca fechas especiales como cumpleaños, aniversarios, etc.? Al elegir un número con significado personal, nuestro cerebro nos engaña haciéndonos creer que tenemos más probabilidades de ganar que si nos dan un número al azar. La ilusión de control es un sesgo cognitivo fascinante que describe nuestra tendencia a sobreestimar la capacidad que tenemos para influir en eventos que, en realidad, están determinados por el azar o por factores externos ajenos a nosotros. En términos sencillos: es creer que somos los pilotos de la situación, cuando en realidad somos meros pasajeros”, agrega la especialista en terapia para adultos y jóvenes.
Este término lo acuña una psicóloga, Ellen Langer, en 1975 tras varios experimentos. Uno de ellos, de hecho, con billetes de lotería. Las personas que elegían sus propios números de lotería pedían mucho más dinero por vender su billete que aquellas a las que se les asignaban números al azar, a pesar de que la probabilidad de ganar era idéntica. “El lado positivo es que “un cierto grado de ilusión de control es saludable. Nos protege de la depresión y la indefensión aprendida. Nos motiva a actuar y a persistir ante las dificultades”. En el lado negativo se encuentran el riesgo de ludopatía (“Es la base psicológica de la adicción al juego”), la culpa excesiva (“Si crees que controlas todo, te culparás por desgracias que fueron puro accidente”), y los riesgos financieros (“Asumir riesgos innecesarios por creer que se domina el azar”).
Sobre la costumbre de compartir décimos
Por otro lado, para Sánchez, la costumbre de compartir décimos es un arma de doble filo. “Psicológicamente, une mucho, porque refuerza el vínculo del grupo (si nos toca, que nos toque a todos). Pero también tiene un lado oscuro: la presión. Mucha gente comparte décimos por miedo a arrepentirse si toca en su entorno y ellos no llevan número. Al final, más que un acto de regalo, se convierte en un mecanismo de defensa: compramos para protegernos de la posibilidad de ser el único que no gana en la oficina o en la familia”.
Y recalca que creer que el Gordo da la felicidad automática es una trampa. “Tras la fiesta inicial, que dura poco, llega la realidad. Y a menudo esa realidad es solitaria. Muchos ganadores sufren lo que llamamos desconfianza defensiva: se aíslan porque sienten que todo el mundo quiere algo de ellos; pueden pensar: ¿los demás me llaman porque me quieren a mí o por mi dinero?”.
“El dinero cambia el escenario de tu vida, pero no cambia quién eres. Si no tienes una buena base emocional, el premio puede desestabilizarte por completo. Gestionar ese shock mental es tan importante como gestionar el dinero, por eso en estos casos es igual más importante pedir ayuda psicológica que la financiera”, sostiene.
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Y, por último, señala, como consejo para hoy, “practicar la autocompasión y el humor”: “Si no toca, está bien permitirse el chiste, la queja y el ‘otro año será’. Pero cuidado con vincular nuestra valía personal a la suerte. La verdadera lotería es tener una red de apoyo social (familia, amigos) con la que poder reírte de haber perdido. Es un verdadero factor de protección para nuestra salud mental”.
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