Cristina Villegas, jefa de dermatología: “Muchas personas asocian problemas de la piel al frío, pero el problema se relaciona con otros factores”
El invierno, el viento, la calefacción y el aire seco ponen a prueba la capacidad protectora de la piel, que se vuelve más sensible.


Con la llegada del frío, la piel se enfrenta a cambios que, aunque no siempre son graves, sí resultan evidentes y molestos para muchas personas. La piel es una barrera viva que reacciona al entorno, y durante el invierno el descenso de las temperaturas, el viento, la calefacción y el aire seco ponen a prueba su capacidad de protección.
Uno de los cambios más comunes es la sequedad. El frío reduce la hidratación natural de la piel y la calefacción en los espacios cerrados empeora esta situación. Por eso es habitual notar la piel más tirante, áspera o con pequeñas escamas. Cuando la piel pierde agua con facilidad, también se vuelve más sensible, puede picar y reaccionar con mayor facilidad a productos que en otras épocas del año se toleran bien.
Así lo corrobora en unas palabras que recoge el portal 65ymás la jefa de Dermatología del Hospital Universitario Sanitas La Moraleja, Cristina Villegas: “En invierno la piel pierde más agua, lo cual debilita la barrera cutánea y la hace más vulnerable frente a cualquier irritante. Por su parte, la calefacción mitiga la humedad ambiental y las fibras de algunas lanas producen fricción directa. A esto se suman los cambios bruscos de temperatura, que intensifican la sensación de tirantez y picor. El resultado de todo ello puede traer consigo la aparición de eccemas en manos, rostro, cuello o pliegues”.
Empeoran las afecciones
Desde la experiencia dermatológica, se observa que en invierno empeoran muchas afecciones cutáneas. La dermatitis atópica, el eczema o la psoriasis suelen presentar más brotes debido a la sequedad y a la irritación constante. Los labios y las manos, al estar más expuestos, tienden a agrietarse con facilidad si no se protegen adecuadamente.
Sin embargo, como señala la especialista en la publicación antes mencionada, no todo es culpa del frío: “Se observa un aumento de las consultas relacionadas con problemas en la piel durante los meses de invierno. Muchas personas asocian estos síntomas solo al frío, pero el problema se relaciona de forma estrecha con el ambiente seco de interiores, la ropa poco adecuada y algunas rutinas diarias, como duchas muy calientes o el uso de jabones agresivos”, apunta Villegas.
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Por todo ello, el cuidado de la piel en invierno debe adaptarse a estas condiciones. Es recomendable usar cremas hidratantes más nutritivas, proteger la piel del frío y el viento, y evitar duchas muy calientes y prolongadas. Aunque el sol parezca menos intenso, el uso de protector solar sigue siendo importante. Con pequeños cambios en la rutina diaria, es posible mantener la piel sana y confortable durante los meses fríos.
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