Salud

Bertrand Regader, psicólogo: “La solución para gestionar la ira como explosión pasa por gestionarla adecuadamente, no acumularla”

El experto barcelonés resumió en una cuidada investigación compartida por ‘Psicología y Mente’ las claves para frenar esta explosión negativa.

Bertrand Regader, psicólogo: “La solución para gestionar la ira como explosión pasa por gestionarla adecuadamente, no acumularla”
Sergio Murillo
Nació en Santa Marta de Tormes en 2001 y creció entre Guadalajara y Badajoz. Amante de la literatura, estudió Periodismo en la URJC. Se estrenó como jefe de Cultura en El Generacional. Ha sido corresponsal para El Estilo Libre y conductor de informativos en Cadena COPE. Entró en Diario AS en 2023 como redactor en Actualidad.
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Los tejemanejes de la rutina, sus pequeños detalles y la frenética velocidad a la que se condenan los días terminan por favorecer el crecimiento del estrés en las personas. Sucede rápido. Uno nota el pecho enlatado, algo comprimido; incrementa su energía y sus pensamientos, amén de una neblina que ciega la razón, obedecen un instinto que rehúye la calma. La ira. No resulta fácil salir del bucle, pero, tal y como apunta la psicología, manifestada en un trabajo del experto barcelonés Bertrand Regader, es posible soplar este fantasma y tomar las riendas del comportamiento.

El psicólogo elaboró un cuidado estudio, publicado por el portal Psicología y Mente, en el que ahondaba en las claves para controlar la ira. “Los problemas relacionados con la ira son motivo frecuente de consulta a los profesionales de la psicología”, reconoce, desvelando que hay terapeutas especializados en ello. Sabe perfectamente cómo identificar este mal. “La ira es una emoción que se caracteriza por un incremento rápido del ritmo cardíaco, de la presión arterial y de los niveles de noradrenalina y adrenalina en sangre. También es común que la persona que siente ira se enrojezca, sude, tense sus músculos, respire de forma más rápida y vea aumentada su energía corporal”, expone. Y para reducir todo esto desliza siete consejos prácticos que uno puede empezar a aplicar desde este mismo instante.

Gestión, cambio de actitud y reflexión

En primer lugar recomienda “no acumular ira sino gestionarla adecuadamente". Aquí debe estar uno pendiente al detalle. “Cuando algo injusto sucede y no reaccionamos, vamos acumulando ira y enfado. Tarde o temprano, todo este enojo que vamos guardando estallará y puede dar lugar a un episodio de violencia verbal y/o física”, dice, abogando por la “asertividad y el control”. En esta línea, aconseja también “evitar la mentalidad de ganador/perdedor”, ya que “en muchas ocasiones nos enfadamos como reacción a la frustración de no haber logrado algunos objetivos”; bajo ningún concepto, extiende, debe plantearse una relación interpersonal “como un juego en el que se gana o pierde”.

Es clave “reflexionar acerca de las causas y las consecuencias de nuestra irascibilidad” para desencriptar la reacción de uno mismo ante una circunstancia —esto es, la razón detrás del arrebato—. Tampoco debe olvidarse “descansar lo suficiente”, ya que “cuando estamos agotados física o mentalmente, nuestras reacciones de ira y los impulsos agresivos son más frecuentes y tenemos menos herramientas para gestionarlos”.

La importancia de relajarse

No extraña el quinto punto, en el que Regader aboga por “relajación, meditación y autocontrol”, ya que, en línea con lo expuesto, “la relajación —aquí se incluyen deportes, yoga, darse un baño o cualquier método para distraer la mente— es la mejor manera de prevenir los ataques de ira”. Y si uno halla la paz en sí mismo debe, mínimo, alejarse de los focos que la puedan corromper: “Debemos evitar encontrarnos en situaciones que sabemos que pueden evitar nuestra ira, así como personas irritantes”.

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Todo esto son consejos, pero sabe bien el lector que, quizá, es más fácil decirlos o leerlos que practicarlos. Por ello, Regader desliza un último consejo: “Terapia con un psicólogo”. La ayuda profesional ayuda a gestionar las reacciones y, en definitiva, a modificar una actitud que, de estallar, lo hace sin piedad.

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