Psicología

Ángel Rull, psicólogo: “El perfeccionismo ni es útil ni es necesario, no nos lleva al éxito, sino que nos convierte en personas bloqueadas”

Suele presentarse como una cualidad positiva: esfuerzo, disciplina, atención al detalle. Pero la psicología lo ve como un patrón desgastante.

Ángel Rull, psicólogo: “El perfeccionismo ni es útil ni es necesario, no nos lleva al éxito, sino que nos convierte en personas bloqueadas”
Marta Rodríguez Peleteiro
Su trayectoria en Prisa comenzó en AS, en 2006, en la sección de Cierre. Posteriormente asumió la coordinación de la revista AS Color y la redacción de los blogs Match Point y Erratas de Campo. En 2017 pasó a formar parte de PrisaNoticias, en el control de producción de El País y AS, y volvió a AS a finales de 2022, como redactora de Tikitakas.
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El perfeccionismo suele presentarse como una cualidad positiva: esfuerzo, disciplina, atención al detalle y altos estándares. Sin embargo, desde la psicología se entiende que puede convertirse en un patrón rígido y desgastante que limita el bienestar emocional. Y es que, para muchas personas, esta exigencia constante se vuelve una fuente de ansiedad, frustración y autocrítica intensa.

Así lo explica el psicólogo Ángel Rull en un vídeo divulgativo en sus redes sociales: “El perfeccionismo es un mecanismo de falso control. Nos ayuda, o creemos que nos ayuda, a controlar la ansiedad, pero realmente se convierte en un bucle de obsesión y de necesidad de que todo esté en orden y de la manera en que nosotros queremos”.

“Ese perfeccionismo ni es útil ni es necesario, pero nosotros consideramos que si dejamos de ser perfeccionistas algo malo va a ocurrir. Por tanto, ¿de dónde viene ese mecanismo de control? ¿Qué hemos aprendido en el pasado que nos hace necesitar ese control y esa rigidez? Ese mecanismo no nos conduce al éxito. No nos hace mejores, sino que nos convierte en personas bloqueadas y rígidas”, agrega.

Origen

Para el psicólogo, el origen de este trastorno está en nuestra propia vida: “Cuando en nuestra historia hemos enfrentado críticas constantes, expectativas inalcanzables o entornos impredecibles, el perfeccionismo puede convertirse en una forma de ‘protegernos’. Si todo está bajo control, si todo es perfecto, tal vez nadie nos critique, tal vez no fallemos, tal vez no volvamos a sentirnos vulnerables”, apunta Rull.“Pero este mecanismo, aunque parece darnos seguridad, termina atrapándonos. Nos exige constantemente. Sanar el perfeccionismo implica entender que no tenemos que demostrar nuestro valor a través de lo que hacemos, que somos suficientes incluso cuando no cumplimos con ese estándar irreal”, zanja.

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Y es que el origen del perfeccionismo suele combinar factores personales y experiencias tempranas. En muchos casos, se desarrolla en entornos donde el afecto o la aprobación estaban condicionados al éxito: sacar buenas notas, comportarse impecablemente o destacar por encima del resto. Esto puede generar una creencia persistente: “Solo valgo si lo hago perfecto”. También influye el modelado de figuras de referencia (padres, profesores o cuidadores muy autoexigentes), así como estilos de pensamiento donde el error se percibe como amenaza en lugar de aprendizaje.

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