El mítico himno de los Rolling Stones que Keith Richards escribió dormido y grabó entre ronquidos: “Estaba entre novias”
Dicen que los genios no descansan, pero Keith Richards demostró que algunos incluso componen dormidos. Así nació “Satisfaction”, el himno que cambió la historia del rock, grabado en una cinta entre bostezos y resacas.


No hay muchas historias en el rock que empiecen con un ronquido. Pero esta sí. En la madrugada del 7 de mayo de 1965, Keith Richards se despertó en su apartamento de Carlton Hill, en St. John’s Wood, Londres, y encontró su grabadora Philips encendida. Dentro, una cinta con treinta segundos de un riff de guitarra que parecía salido de otro mundo. Luego, cuarenta minutos de ronquidos. “Gracias a Dios por el pequeño reproductor de casetes Philips”, diría años después. No recordaba haber tocado nada. Pero ahí estaba: el germen de “(I Can’t Get No) Satisfaction”, el riff que definiría a los Rolling Stones y que Richards había grabado medio dormido, como si el subconsciente le hubiera dictado la melodía. “Estaba entre novias en ese momento, en mi departamento de Carlton Hill, en St. John’s Wood. De ahí quizás el humor de la canción”, escribió en su autobiografía.
La historia tiene algo de milagro y algo de resaca. Richards llevaba días de gira, noches de excesos y mañanas de confusión. En ese estado de duermevela, entre el último trago y el primer bostezo, surgió la idea. “Era solo un boceto”, explicó. “Un riff y una línea: ‘I can’t get no satisfaction’. Pensé que era una especie de parodia de canción comercial”. No le dio importancia. Cuando Mick Jagger la escuchó un par de días más tarde, junto a la piscina del hotel en Clearwater, no le convenció. Le sonaba a country, a algo acústico y poco rockero. “Pensé que era una broma”. “No creí que fuera material para single”. Pero el manager Andrew Loog Oldham sí vio el potencial. “Esto es un número uno”, les dijo. Y tenía razón. Jagger escribió la letra allí mismo, bajo el sol de Florida, y cuatro días después estaban en el estudio grabando el que sería su primer gran éxito mundial.
Lo curioso es que Richards no quería que el riff sonara como terminó sonando. En su cabeza, era para una sección de viento, algo más soul, más Motown. Pero el fuzzbox que usaron para grabar la maqueta le dio ese sonido sucio, distorsionado, que acabaría siendo icónico. “Pensé que era solo para la demo”, confesó. “Pero a todos les encantó, así que se quedó”. El resto es historia: número uno en Estados Unidos, himno generacional, y una de las canciones más reconocibles del siglo XX. De hecho, cuando Otis Redding grabó su versión en 1966, con vientos y un ritmo más cercano al soul, Richards dijo que por fin sonaba como él la había imaginado. “Al menos Otis la grabó bien”, comentó con su habitual sarcasmo.
Pero Richards tiene otra historia con el sueño que merece contarse. En 1976, durante un concierto en Alemania, se quedó dormido en pleno escenario. Estaban tocando “Fool to Cry”, una balada que él mismo consideraba soporífera. “Es un tema muy aburrido, y yo estaba bastante fuera de mí”, admitió. Gracias al pedal de volumen, su guitarra siguió sonando aunque él estuviera literalmente dormido. Nadie en el público se dio cuenta. Cuando despertó, siguió tocando como si nada. “Fue uno de esos momentos en los que el cuerpo dice basta, pero la música sigue”, dijo entre risas.
Richards y el sueño nunca se han llevado del todo bien. En su autobiografía Life, cuenta que durante años durmió apenas dos horas por noche. “Dormir es una pérdida de tiempo”, decía. “Hay demasiadas cosas que hacer”. Y entre esas cosas, al parecer, estaba componer riffs inmortales sin estar consciente.
No es el único. Paul McCartney soñó la melodía de “Yesterday” en 1964, mientras dormía en el altillo de la casa de su novia Jane Asher. Al despertar, fue directo al piano para no olvidarla. Pero lo que más le preocupaba no era la inspiración, sino el posible plagio. “Durante cerca de un mes fui a ver gente del negocio de la música, preguntándoles si conocían esa melodía. Fue como si hubiera encontrado algo que debía entregar a la policía”, confesó. Como nadie la reconocía, la reclamó como suya. Al principio la llamó “Scrambled Eggs” (Huevos Revueltos), por el desayuno que había tomado esa mañana. Esa versión decía: “Scrambled eggs, oh my baby how I love your legs”. Solo después encontró la letra adecuada. El resultado fue la canción más versionada de la historia, con más de 3.200 interpretaciones registradas.
Billy Joel también tuvo su momento onírico. “The River of Dreams”, uno de sus mayores éxitos, nació literalmente en medio de la noche. Joel se despertó con la melodía en la cabeza y, aunque no solía escribir sobre temas espirituales, la canción lo llevó por un camino introspectivo. “No soy un hombre espiritual, pero esa canción me llegó como si alguien me la hubiera dictado”, dijo. Intentó ignorarla. Se metió en la ducha para quitársela de la cabeza, pero seguía cantándola. “¿Quién soy yo para escribir un góspel?”, pensó. Finalmente, aceptó que tenía que hacerlo. El tema habla de la búsqueda de algo sagrado y perdido, y Joel lo considera una de sus composiciones más personales. “Me sorprendió que viniera de mí”, confesó. “Fue como si el río de los sueños me arrastrara sin que yo pudiera evitarlo”.
“Satisfaction” no solo nació dormida. Nació en el caos, en la gira, en la carretera. En ese mundo de hoteles, grabadoras portátiles y guitarras que nunca se apagan. Es el testimonio de que la creatividad no siempre necesita planificación, ni sobriedad, ni siquiera estar despierto. A veces, basta con tener una cinta lista y dejar que el subconsciente haga su trabajo.
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Y si alguna vez te preguntas cómo suena el rock cuando está soñando, solo tienes que poner ese riff. El que empieza con tres notas, sigue con un gruñido y termina en la eternidad.
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