Las surrealistas críticas a Alberto Sicilia por llevar casco y chaleco antibalas
El corresponsal de La Sexta en Ucrania ha salido al paso de los comentarios vertidos en redes sociales, algunos de ellos jocosos y muy desafortunados.
El trabajo de corresponsal de guerra no está pagado. Ya no es solo que te juegues la vida por tratar de aportar algo de luz en situaciones en las que impera el desconcierto y la desinformación, además tienes que soportar que haya quien, desde la comodidad del sofá de su casa, se dedique a mofarse o a lanzar acusaciones fuera de lugar.
Por ese motivo, Alberto Sicilia, que se encuentra en Ucrania desde que empezara el conflicto realizando crónicas y múltiples conexiones en directo en La Sexta, ha tenido que salir al paso de los comentarios vertidos en redes sociales sobre el uso de casco y chaleco antibalas.
“Cuando se te cuelan en plano dos señoras con bolsa de la compra, restándole épica al asunto y tú con casco y chaleco antibalas”, asegura una usuaria de Twitter que además acusa al canal de engañar a los “borregos”. Mientras, otro habla de “manipulación constante para seguir metiendo miedo”. Insólito.
Nada de eso. Sicilia, a través de su cuenta de Principia Marsupia, que ofreció además información muy interesante durante lo más duro de la pandemia, explicó el verdadero motivo, más allá del que se refiere a la seguridad personal.
“Algunos me habéis preguntado por qué me pongo el chaleco y el casco en algunas zonas de Kiev donde quizás no es necesario. La respuesta es que me lo ha pedido quien me paga el seguro de repatriación si tengo una desgracia. Y me parece una petición muy razonable”, aseguraba el periodista.
Menos comedido se mostró otro usuario, que se echaba las manos a la cabeza por lo que leía en la red social. “Twitter es ese lugar en el que un reportero en Kiev tiene que explicar por qué usa chaleco y casco mientras dos idiotas lo cuestionan y un montón de gente lo retuitea sin darse cuenta de lo ridículos que resultan todos exhibiendo su ignorancia. Pues eso con casi todo. ¡Qué pereza!”, se lamentaba.