Entrevista póstuma de Laura Boyer: más ataques a Isabel Preysler
Antes de fallecer, la hija mayor del último marido de la ‘socialité’ habló en ‘Semana’: “Isabel alejó a mi padre de nosotros”.
Isabel Preysler está pasando una racha muy complicada. La filipina, poco acostumbrada a que hablen mal de ella o la critiquen, está recibiendo ahora palos por todas partes. Si todavía no acababa de acostumbrarse a los dardos de su última pareja, Mario Vargas Llosa, y a los de la familia del Nobel, ahora las pullas le caen por otro frente: los Boyer.
Y es que Laura, la hija mayor de Miguel Boyer fruto de su anterior matrimonio con la ginecóloga Elena Arnedo, y quien fallecía hace unos días a los 57 años víctima de un cáncer, dejó una entrevista póstuma en la revista Semana cargada de ataques a la reina de corazones. “Para mí, Isabel es una persona hiperposesiva, que alejó a mi padre”, dijo.
“Siempre he querido hablar, lo que pasa es que no estaba en disposición porque mis hijos eran pequeños o tenía problemas con mi exmarido, lo de la herencia de mi madre… Había muchos frentes abiertos y no quería abrir más. Ahora esos frentes ya han terminado, me veo más liberada. Los niños ya son todos mayores de edad… Y, además, estoy mal de salud y me apetece hacerlo”, explicaba la ahora fallecida para justificar el que por fin se decidiese a hablar.
Relación con Isabel Preysler
Laura Boyer, quien no mantenía ningún tipo de relación con su hermana pequeña, Ana Boyer, ni con la viuda de su padre, reconocía que esto no siempre había sido así. “He tenido relación con Isabel, pero con muchísima hipocresía. Ahora no tenemos relación. Yo la conozco desde joven, cuando estaba con el marqués de Griñón y salían con mis padres a cenar. Yo empecé a tratarla como una amiga”.
Asimismo, contó que había sufrido mucho con la separación de sus padres y la nueva vida del que fuera el superministro socialista con la reina de corazones. “Mucho, sobre todo porque vi a mi madre muy mal. Para mí, Isabel es una persona hiperposesiva que alejó a mi padre. Él siempre quiso que yo fuera como él, de ahí que estudiara también Económicas. Me educó como a un hombre, me llevaba de viaje a todas partes…”.
De esta relación se enteró por su propia madre. “Nos lo contó mi madre. Nos llevó a comer a mi hermano y a mí a un restaurante chino y allí nos lo dijo. Yo no me lo creía, le dije que estaba local. No me pegaba nada. Pero al final la creí”.
“Al principio llegué a odiarla, pero también he llegado a comprender que es una persona que tiene otros recursos. Llegué a odiarla a raíz de que mi padre se muriera. Antes no. Mientras él vivió solo la tenía como una enemiga”.
La separación de sus padres por la Preysler
“Lo primero que noté es que si mi madre y yo nos íbamos de compras a París mi padre nos daba dinero sin problemas, porque era una persona supergenerosa, pero de repente, en un viaje a Suiza con él empezó a mirarnos el dinero. Ya sabíamos que estaba con Isabel. Luego, en Marbella desaparecía por la noche… Yo me cabreaba, mi madre lloraba… De película. Además, mi padre iba y venía, no se decidía y eso cabreaba todavía más”, explicó.
“Cuando se casó con Isabel mi padre nos veía a mi hermano y a mí a solas, en algún restaurante, y poco tiempo. Después quedábamos ya en la casa de Puerta de Hierro, y recuerdo que nos sentábamos delante de un cuadro horrible de Isabel que me daba pánico”, dijo.
“Estaban tan enamorado que, al parecer, puso la casa a nombre de ella. Metió verdaderamente la pata y ya no supo salir de ahí. Él era muy casero, cuando vivió solo lo pasó fatal porque no aguantaba la soledad. Primero se fue de mi casa al Ministerio, después a un piso que alquiló en la calle Miguel Ángel, más tarde a la casa de Isabel en la calle Arga, y luego ya a Puerta de Hierro”.
Sobre el nuevo matrimonio de su padre, contó que se había enterado por el verano. “Me lo dijo él mismo. Mi madre también se había vuelto a casar, así que no fue tan traumático. No fue tan impactante lo de la boda como lo del embarazo, la llegada de Ana. Me dijo ‘Isabel se ha preñao’”. Un nacimiento que reconoce que no le gustó.
Acerca de si le hubiese gustado tener una conversión con la filipina, dijo: “No, no me apetece. Es una persona que no me parece interesante. No tiene nada que ver conmigo, somos la noche y el día. Es una mujer fría, muy fría, muy calculadora”. “En mi opinión ella no le cuidó nada, le puso un montón de gente para cuidarle, pero ella no le cuidó”, explicó sobre los últimos momentos de su padre.
La llegada de su hermana Ana
“A Ana al principio no la vi porque casi coincidió con el nacimiento de mi hijo Hugo. Yo estaba embaraza del segundo. Ana tiene dos sobrinos, mis hijos, que son mayores que ella”, explicó. Y, además, reconocía que no tenía relación con la también esposa de Fernando Verdasco. “Cuando era pequeña yo le regalaba juguetes, pero les hacía poco caso. Su madre le comía el coco”.
“Yo procuraba felicitarla por su cumpleaños, Navidad, lo típico… Además, una vez que me hice a la idea ya me había ilusión tener una hermana. Te puedo decir que el resto de los hijos de Isabel Preysler se han portado conmigo maravillosamente. Todos supercariñosos, quitando hierro al asunto. Como me notaban incómoda con su madre, intentaban ser especialmente agradables. Ahora el único teléfono que tengo es el de Ana y no lo uso”, dijo.
La última vez que habló con Ana Boyer
La vez en que ambas hermanas hablaron fue con motivo de la herencia de su padre. “Hablamos poco, pero se puso de parte de su madre. Ana nunca ha sido tan simpática como sus hermanos. Me gustaría ver al resto de los hijos de Isabel, porque me caen fenomenal, en especial Chabeli, Tamara y Enrique. Con Julio José tuve menos trato. Con Chabeli tuve más, porque las dos vivíamos en Miami. Con Tamara también tuve una buena relación, ya que la he visto desde pequeña”.
Para la prometida de Iñigo Onieva solo tenía buenas palabras. “Fíjate qué divertida Tamara, el día que murió mi padre fue la única que me cogió del brazo y me dijo: ‘Qué susto se va a dar el tío Miguel cuando se encuentre a dios de frente…'. Porque mi padre era ateo”, dijo. “Esa cosa de quitar hierro al asunto siempre lo han hecho los hijos de Isabel, que han sido monísimos”, agregó.
Problemas con la herencia de Boyer
Tras darle el ictus a su padre, Laura pudo verle. “Me decía que fuera a verle, pero que fuera sola. Alguna vez iba con mi hijo”, dijo. “Después del ictus mi padre estaba más humilde, más cariñoso, muy cariñoso. Y no me quedé mal. Me hubiera gustado haberle podido ver más antes del ictus”.
Laura explicó a Semana que decidió renunciar a la herencia de su padre porque Isabel Preysler le ofrecía únicamente un busto que pesaba más de lo que valía.
“Con la herencia de mi padre, cero problemas. Renuncié a ella. Solo me pedían dinero y me daban un busto y unas guías de Madrid. Además, me reclamaban gastos. Así que entre el gasto de llevármelo y los gastos médicos que me reclamaban, decidí ir a un notario y firmar la renuncia”, dijo poco antes de fallecer en su casa de El Viso rodeada de sus cuatro hijos.