JUSTICIA
Así ha sido el año de Dani Alves en la cárcel
El futbolista brasileño cumple 365 días como reo. Más allá de su firme rutina, ha habido tiempo para anécdotas que van desde visitas especiales hasta un casi torneo de fútbol.
El tiempo vuela y no hay reja ni muro que evite el movimiento de las manecillas del reloj. Hace 365 días, el mundo asistía atónito a una noticia que no tardó en cruzar océanos, escalar montañas y traspasar fronteras: Dani Alves ingresaba en prisión. Entonces fue en la cárcel barcelonesa de Brians 1; la mañana posterior a la tercera noche, fue trasladado al Centro Penitenciario Brians 2. Quizá por entonces ya lo sabía, pero su vida estaba a punto de cambiar por completo.
Más allá de los límites carcelarios se desarrollaba una vida que se extendía de manera totalmente paralela a la realidad diaria del futbolista brasileño, a la espera del juicio por la presunta violación a una joven de 23 años que había supuesto su ingreso allí. Finalmente, la Audiencia de Barcelona juzgará los hechos del 5 al 7 de febrero, pidiendo la Fiscalía nueve años y doce la denunciante. Sin embargo, en este tiempo no han dejado de generarse episodios en torno a la figura de Alves, anécdotas cuyo relato ha goteado fuera de la cárcel y que ahora pueden leerse como una especie de diario de bitácora.
Primeros días y lista de la compra
Cumplida la semana como reo, Ya es mediodía y Fiesta dieron a conocer que el futbolista había recibido una tarjeta valorada en 100 euros para poder comprar en el economato. Es decir, una especie de supermercado dentro de la prisión gestionado por la Secretaría de Instituciones Penitenciarias y en el que pueden adquirir productos tanto los presidiarios como los propios trabajadores de la cárcel.
Junto a esta información salió a la luz la lista de la compra de Alves. La primera vez que asistió al citado comercio únicamente gastó 17′33 euros, repartidos de la siguiente forma: seis yogures a 50 céntimos la unidad, cuatro latas de atún por 88 céntimos cada una, un bote de champú por 2′42 euros, un desodorante por 2′39 y cuatro bebidas energéticas a 1′5 la lata.
Fue en estos días cuando le ofrecieron disponer también de una televisión y ropa de deporte, opciones que declinó; en el caso de la pantalla fue tajante: no quería escuchar lo que se hablaba de él en el exterior. Y así se acomodó en la celda de seis metros cuadrados que ocupa todavía en Brians 2.
Fútbol en prisión
Se fueron sucediendo los días y las noches. La jornada comenzaba, y así sigue siendo, a las 8 de la mañana; a las diez de la tarde toca a su fin. Al mes de entrar, tal y como dio a conocer En boca de todos, el brasileño mataba las horas jugando al parchís, haciendo deporte, firmando autógrafos y ejerciendo como monitor de fútbol. Esto último llegaría a su máximo nivel tras el episodio torneo entre cárceles.
La oportunidad supuso una oportunidad para alzarse con un trofeo particular. Alves encaminaba su cuarto mes en prisión cuando la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) anunció la onceava edición del Torneo Intercentros Penitenciario. El brasileño ya se había integrado en el equipo de la Brians 2 como técnico y los rumores acerca de una vuelta al ruedo futbolístico se acrecentaron como espuma en una copa de champán.
Sin embargo, esta competición fue más una quimera que una oportunidad para el regreso. Ni la cárcel en la que está preso Alves figuraba en la lista de participantes, que incluía a 33 centros penitenciarios de todo el país, ni la Justicia, según informó entonces Mundo Deportivo, lo permitió. El motivo: una ola de agresiones en la que se había visto envuelta la cárcel durante varias semanas.
Una visita muy especial
Seguían pasando los días y Alves acusaba la falta de visitas. Únicamente iba a verle Bruno Brasil, chef y mejor amigo del brasileño que estuvo presente la noche de la supuesta agresión sexual. Todas las semanas iba. No así su familia. En marzo recibió la visita de su mujer, Joana Sanz, después de haber roto con él; y hubo que esperar hasta principios de mayo para que se produjera una de las sorpresas más especiales para el reo: su expareja, Dinorah Santana, y sus dos hijos, Dani y Victoria, hicieron acto de presencia.
Ya entonces se reavivó un confuso debate que todavía hoy colea: el de la situación amorosa de Alves, que ha vivido una auténtica montaña rusa junto a Joana Sanz tras el presunto delito. Una de las curvas más emotivas de esta atracción llegó el día del cumpleaños del brasileño, cuando Sanz, dos meses después de dejarle, le felicitó a través de una misiva que todavía hoy provoca lágrimas. “Aquí sigo y seguiré siempre, de otra forma pero presente”, publicaba la modelo en Instagram. A esta carta le siguió una visita que fue doblemente especial. Sanz volvía a verle. Su relación, aunque tiempo atrás se hubiera enfriado hasta congelarse, parecía estar muy viva.
Su relación con el resto de reos
Cuando se iban las visitas, quedaban las personas que allí residían por algún delito o a la espera de ser juzgados por un tribunal. Entre ellos, su compañero de celda cuyo apellido comparte con otro famoso futbolista brasileño y exbarcelonista: Coutinho. “Ayuda en lo que puede. Compra cosas de comer a la gente y todas esas cosas. Ayuda e invita. No va de estrella. Hay funcionarios que le bailan el agua y hay otros que se alegran de tenerlo ahí”, decía uno de los reos, bajo la capa del anonimato, en El programa de Ana Rosa.
También había otras voces que eran menos agradables y denunciaban un trato de favor hacia él. “Por lo que he escuchado yo, le acompañan al patio cuatro funcionarios que lo tienen escoltado y que lo tienen aparte, solo. No te sabría decir si tiene contacto con otros presos, pero lo que sé es que de momento está apartado porque es un caso exclusivo, como es un deportista conocido...”, dijo otro presidiario a Europa Press.
Había y hay tantas voces como encarcelados, ecos que ha escuchado y escucha un Dani Alves que hoy cumple un calendario entero tras los mismos barrotes y a punto de finalizar una espera que determinará, igual que aquella noche en la discoteca Sutton, el resto de su vida.
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