La Isla de los Faisanes: el condominio más pequeño del mundo
El mapa geopolítico del mundo está salpicado de curiosas historias que justifican divisiones insólitas o surrealistas de territorios y la Isla de los Faisanes es uno de ellos.
A diferencia de lo que se podía pensar, no todas las fronteras están perfectamente delimitadas. Y es que el mapa geopolítico del mundo está salpicado de ejemplos que esconden curiosas historias que justifican divisiones insólitas o surrealistas en algunos casos. Como la que protagonizan España y Francia a cuenta de la Isla de los Faisanes.
Se trata del condominio más pequeño del mundo, es decir, un territorio no autónomo sometido a la autoridad conjunta de dos estados. En sus 215 metros de largo y 38 de ancho con forma ovalada, el equivalente a unos 5.000 metros cuadrados, no hay nada. Ni siquiera faisanes. Pero durante seis meses al año, este islote sobre el río Bidasoa, entre Irún y Hendaya, marca el límite entre ambos países, que se reparten su gestión seis meses al año.
Por no haber, no hay ni visitantes. Solo los equipos encargados del mantenimiento de la vegetación y de comprobar que el río no le come terreno al pequeño trozo de tierra. Lo que sí hay es un monolito que recuerda su momento más importante en la historia con la firma, el 7 de noviembre de 1659, del Tratado de Paz de los Pirineos, que ponía fin a un conflicto iniciado durante la Guerra de los Treinta Años. El islote también se utilizó a lo largo de los siglos para intercambios, ya fuera de prisioneros o de personajes de alta cuna para sus casamientos.
¿Cuándo es española la Isla de los Faisanes?
La curiosa fórmula administrativa del condominio se comenzó a forjar a mediados del siglo XIX, en el tratado de Bayona de 1956, pero no fue hasta medio siglo después cuando se certificó esa gestión compartida de la Isla de los Faisanes. Normalmente, entre febrero y julio corresponden a España su supervisión, mientras que Francia se encarga de los meses comprendidos entre agosto y enero. Seis meses para cada uno como vecinos bien avenidos.
A pesar de que en ocasiones el bajo caudal del río permite casi llegar andando al islote, nadie perturba la paz allí reinante. Las embarcaciones y piragüistas pasan de largo sin más ajenos a una anomalía fronteriza que no es muy habitual en el mundo y que todo aquel que lo desee puede contemplar desde la distancia, independientemente de si España o Francia están el frente.