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TENIS | US OPEN

Alcaraz, bienvenido a la jungla

Alcaraz vuelve este martes a la pista en la que se destapó en el US Open 2021 al ganar a Tsitsipas. El argentino Báez, su rival.

Nueva York
Carlos Alcaraz.
JULIAN FINNEYAFP

Carlos Alcaraz practica en la pista 16 del Billie Jean King Center, repleta de aficionados que tienen ganas de volver a ver al prodigio de 19 años, que este martes (18:00, Eurosport) regresa a la Arthur Ashe, para enfrentarse al argentino Sebastián Báez (21 años y 37º del mundo). Lo hace un año después de batir en la tercera ronda del US Open a Stefanos Tsitsipas, por aquel entonces número tres del mundo. El suyo es un entrenamiento de estrella, con mucho público, niños que esperan conseguir un autógrafo, cámaras de televisión y fotográficas... A 30 grados y con un 61% de humedad, el fornido murciano suda la gota gorda mientras pelotea con Lorenzo Musetti, que se maneja muy bien en castellano. “¿Sacas tú o yo?”, le pregunta Carlitos. “Lo que tú quieras. ¿Cuántas raquetas tienes?”, le contesta el italiano con sorna, ya que poco antes, al chico se le había escapado una al pegar uno de esos castañazos que ejecuta con su desarrollado brazo derecho.

Alcaraz disfruta en la jungla de cemento (concrete jungle), sobrenombre popular que recibe el complejo donde se celebra el Grand Slam estadounidense, un caos más o menos controlado por el que todo el mundo deambula a sus anchas, habla y consume mientras ve partidos o asiste a sesiones de trabajo de los jugadores. Es el lugar en el que el español se dio a conocer definitivamente en todo el mundo, por su citado triunfo ante Tsitsipas, pero sobre todo por un estilo de juego que encaja muy bien con los gustos del público americano. “Siempre me han gustado los grandes escenarios. Tengo muchas ganas de jugar otra vez allí, con el ambiente que ya viví el año pasado. Disfrutar es una palabra que tengo muy en mente y presente siempre. Es muy importante, porque amo el tenis y si no disfrutas en la pista, estás perdido”, dice el ganador este año de cuatro títulos, dos de ellos en Masters 1.000 (Miami y Madrid), en una temporada exigente y cargada de partidos de alto nivel (44-9 es su balance) que le ha pasado factura en los últimos torneos, sobre todo mentalmente, a la hora de manejar la presión que conlleva ser ahora el número cuatro del mundo, un rival a batir.

Cuatro torneos complicados

“En Montreal me costó, porque sentí la necesidad de querer ganar”, dice el tenista de El Palmar sobre su actuación en Canadá, donde perdió en su estrenó ante Tommy Paul. Venía de caer en las finales de Hamburgo (ante Musetti) y Umag (frente a Sinner). En Cincinnati no pasó de cuartos porque le frenó Norrie. En Nueva York quiere cambiar de tendencia y sonreír haciendo lo que más le gusta, jugar al tenis. Le arropa un equipo de élite encabezado por su entrenador, Juan Carlos Ferrero, el fisio Juanjo Moreno, el médico Juanjo López y su agente, Albert Molina. También está uno de sus hermanos, Álvaro.

Físicamente parece preparado. Su aspecto impresiona y compañeros y amigos del circuito, como Josa Sousa, bromean con las proporciones hercúleas del chaval. “Ese pectoral hay que trabajarlo”, escribe el portugués en Instagram para contestar a una foto reciente publicada por Alcaraz, en la que sale sin camiseta, como en este artículo.

En la pista P1, Rafa Nadal no le iba a la zaga. Fuerte como un toro y empapado en sudor, se preparaba ayer para afrontar el debut (01:00) contra el australiano Rinky Hijikata (21 años y 198º). El saque, que ejecuta con precaución por su última lesión abdominal, es su gran preocupación.