Nadal aprieta: 11 horas de ensayos en cuatro días

Rafa Nadal sabía que el suyo en Roland Garros no iba a ser un camino de rosas. Al tener todavía una clasificación muy baja (276º) y dado de que su ranking protegido por el prolongado periodo de baja que pasó en 2023 no le convierte en cabeza de serie, la posibilidad de que le te tocará un rival de mucha entidad a las primeras de cambio era muy elevada, como así fue, ya que se enfrentará a Alexander Zverev, cuarto favorito. Por eso el balear tenía previsto entrenarse con jugadores top todo el tiempo que fuera posible antes de competir en París.

En Manacor contó durante tres días con el neerlandés Tallon Griekspoor (27º) y, después de calentar el lunes con sus entrenadores al llegar a la capital francesa, el martes empezó a pelotear y jugar sets con sparrings de lujo. El primer día contó con el estadounidense Sebastián Korda (28º) y le ganó por 6-3 y 4-2; el segundo recurrió a un viejo conocido, con el que jugó y ganó la final de 2017 en la Philppe Chatrier, el ganador de tres Grand Slams Stan Wawrinka (6-4, 6-3 y 1-1), y ayer venció por 6-3 y 3-1 al ruso y número cinco del mundo, Daniil Medvedev. En total, Nadal acumula en cuatro días 11 horas de entrenamientos, que ha repartido en tres sesiones diarias, algunas de ellas en la central y con público, desde el martes, después de la única de una hora y media del lunes. Hoy retomará la actividad desde las 11:00 y tendrá enfrente al argentino Mariano Navone (32º).

Ayer, además de trabajar sobre la pista, Rafa acudió a un acto especial de Babolat, fabricante de las raquetas con las que ha triunfado durante toda su carrera. La empresa francesa, fundada en 1875, conmemoraba los 30 años de la emblemática Pure Drive, que vio la luz en 1994. Allí coincidió con su entrenador, Carlos Moyá, que ganó precisamente Roland Garros con una de ellas en 1998. Y también con Carlos Alcaraz, que será el buque insignia de la marca cuando Nadal se retire. También estaban Holger Rune, Felix Auger-Aliassime, Arthur Cazaux y Fabio Fognini. Se fotografiaron juntos en el Lagardére Paris Racing, en mitad del Bosque de Bolonia. El hijo del manacorí, Rafael, jugueteaba a la espera de su padre, ajeno aún al hecho de que es una leyenda.

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