Nadal y Djokovic dicen adiós a la edad de oro del tenis
El serbio le gana al español el último partido de la rivalidad más grande, histórica y repetida del tenis, que empezó en 2006.
Era inevitable que a cualquier buen aficionado al tenis no le invadiera este sábado un sentimiento de melancolía, de tristeza al ver el último duelo entre Novak Djokovic y Rafa Nadal. Porque, señores, se acaba la era de oro del deporte de la raqueta. Primero fue Roger Federer el que dijo adiós, en 2022, y se vislumbraba que el fin de una maravillosa generación de leyendas tocaba a su fin. Ahora es el balear quien se despide. Lo hará el mes que viene en la Copa Davis. Y el serbio ha dado muestras de debilidad esta temporada, aunque aún tiene fuego dentro, como a él le gusta decir. Por eso y porque su estado de forma era infinitamente mejor, por lógica ganó a su enemigo más íntimo en la final de consolación del Six Kings Slam de Riad: 6-2 y 7-6 (5) en 1h31.
“No sé cómo empezar. Me acuerdo de nuestro primer partido. Quién nos iba a decir que estaríamos aquí con todo lo que hemos logrado. Eres un deportista y una persona increíble, con una carrera magnífica. Espero que algún día nos sentemos en la playa a tomar algo y reflexionar sobre la vida. Felicidades a todo tu equipo y a la familia, por el sacrifico de estar en la vida de un tenista profesional. Ha sido un enorme placer compartir la pista contigo. Hemos jugado muchos partidos durante muchos años. Gracias no solo por mí, sino por todo el mundo y por lo que le has dado al tenis. No lo dejes, hombre, sigue un poco más con nosotros”, dijo Djokovic. “Gracias por todo, por lo que has dicho y por la asombrosa rivalidad que hemos tenido, porque me has ayudado a superar mis límites todos estos años. Os deseo a ti y a tu equipo lo mejor para el futuro. Voy a echar de menos todo. Han sido más de 20 años de carrera en la que mis sueños se han cumplido de sobra y he tenido un gran apoyo del mundo del tenis. He sido muy afortunado por todo”, expresó Nadal después de recibir una raqueta de oro de manos del Turki Al-Seikh, el artífice del torneo, propietario, entre otras cosas, del Almería.
Fue la conclusión del apéndice extraoficial de la rivalidad más grande, histórica y repetida del tenis. Djokovic la cerró en los Juegos Olímpicos de París con un claro triunfo para dejar el cara a cara en un 31-29 a su favor. Sesenta capítulos, sesenta historias, algunas en finales de Grand Slam entre los tenistas con más títulos de majors, 24 el balcánico y 22 el español, y de Masters 1.000 (40-36). Campeones olímpicos y de Copa Davis. Números uno durante muchas semanas. En fin, una barbaridad que podría seguir documentándose con más números. Pero lo más importante es lo que ha significado para el deporte, los millones de aficionados que ha hecho, las ilusiones que ha despertado en niños de todo el mundo.
Sacrificio y afición
Desgraciadamente, Rafa ha dicho basta. Su cuerpo lo ha dicho, en realidad, por el castigo de un tenis explosivo. Un sacrifico ante el que solo se puede dar las gracias por lo que ha hecho disfrutar. A Djokovic aún le queda gasolina para intentar hacer frente al duopolio que forman Carlos Alcaraz y Jannik Sinner, que se le han subido a las barbas. Desde aquel partido de cuartos de final de Roland Garros en 2006, que ganó Nadal por retirada del serbio cuando le superaba por un doble 6-4, pasaron 18 años maravillosos de pugna entre los dos. Al de Manacor le queda el orgullo de haber ganado las dos últimas finales, en la tierra de París (2020) y la de Roma (2021).
El último baile pudo haber sido en un lugar mejor, donde estas dos leyendas hubieran vivido alguna de sus más épicas batallas, pero el dinero manda y fue en The Venue, la mastodóntica estructura construida para la ocasión en Arabia Saudí, un país que aparentemente se abre al mundo, pero que todavía despierta recelos, también entre tenistas como el noruego Casper Ruud, que prefiere no jugar allí.
En cualquier caso, la ocasión estaba por encima de todo y el segundo set, tras un primero en el que Nadal no dio una, fue entretenido y más vistoso, con un tie-break como colofón después de que el titán de las Baleares le rompiera el saque a Djokovic en unos intercambios que resumieron de alguna manera lo que habían sido siempre sus encuentros. Un final un tanto teatral, pero bonito para una relación inolvidable, de cine.
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