¿Qué fue de Joan Balcells, el campeón inesperado de la primera Copa Davis de España?
El extenista barcelonés charla con AS 25 años después del primer título de la Armada en la competición por países. Ahora dirige un grupo de competición.

Joan Balcells (Barcelona, 1975) fue uno de los héroes, como él mismo reconoce, el más inesperado, del primer título de Copa Davis en la historia del tenis español. El ‘Patillas’, así le llamó el ahora Rey Emérito, Juan Carlos I, cuando le felicitó en Palau Sant Jordi de Barcelona, el 10 de diciembre de 2000, ganó el punto de dobles con Álex Corretja como pareja, ante los australianos Sandon Stolle y Mark Woodforde. La Armada se impuso por 3-1 en la eliminatoria por la Ensaladera. Aquel equipo, que completaron Juan Carlos Ferrero y Albert Costa, con Javier Duarte como representación del equipo de capitanes, el G-4 que integraban también Juan Avendaño, Josep Perlas y Jordi Vilaró, recogió el testigo de los pioneros Santana, Arilla, Gimeno, Orantes, culminó lo que ellos no intentaron conseguir y dejó un legado que trajo después otros cinco éxitos en la competición. La trayectoria de Balcells no se alargó en el tiempo por culpa de las lesiones que le atormentaron durante la mayor parte de su carrera, y se retiró en 2004 habiendo ganado un título individual, en Bucarest, poco antes de aquel inolvidable hito que ahora cumple 25 años. Joan lo rememora en AS y habla también sobre cómo ve el tenis actual y acerca de sus actuales ocupaciones, con el grupo de competición Wetennisbcn como principal tarea.

Álex Corretja comentó en la retransmisión de la Final a 8 de la Copa Davis que ver jugar a España competir en una final le removía cosas por dentro. ¿A usted le pasa lo mismo recordando aquella gesta del año 2000?
Sí, claro. Conforme pasan los años, me doy cuenta de que cualquier cosa es muy difícil, no solo en el deporte. Ahora mismo estoy en el bar del Tenis Badalona y veo que todo el mundo sufre y trabaja muchísimo para sacar adelante su negocio. Todo tiene mérito. Y en el caso del equipo español de este año, con algunas bajas, han sacado carácter, han luchado lo indecible y han llegado a la final con opciones de ganar. Eso te remueve cosas. Y, a medida que me hago mayor, valoro más lo que conseguimos. Mucha gente nos decía que con los años nos daríamos cuenta del valor que tenía, y tenían razón.
Algo que nunca se había conseguido, con ese peso histórico…
Sí. No hay que olvidar la calidad de los jugadores que teníamos. Yo me excluyo, pero los otros tres eran jugadores con Grand Slams o cerca de ellos. Ferrero y Corretja estaban consolidados, top-15, top-20, top-10… Muy buena gente y con personalidad para sacar eliminatorias. Era muy difícil porque ser campeón del mundo implica ganarle a las mejores naciones. Mirado ahora, parecen cuatro eliminatorias, pero el día a día, partido a partido, set a set, eran batallas importantes.
Y además, antes el sistema era distinto, a cinco partidos y al mejor de cinco sets…
Exacto. No sé si la dificultad es la misma que ahora, pero era diferente. A cinco partidos y cinco sets todo podía ser más épico, porque no solo compites contra el nivel del rival, sino que debes sostener ese nivel en el tiempo. Era otro tipo de batalla.
Ferrer, tras la derrota, dijo que tampoco ganar la Copa te cambia la vida. ¿Usted qué opina?
Bueno… supongo que es como un gran empresario que gana miles de millones y dice que ganar uno más no le cambia la vida. Hay gente a la que sí le cambia. Claro que no pasa nada si no ganas: no te pones enfermo, al día siguiente te levantas igual, desayunas igual, tendrás tu novia o no la tendrás… Lo entiendo. Pero en cuanto a prestigio, es importante ganar. Y si no ganas, tampoco pasa nada. Aun así, estas competiciones son muy bonitas y tienen mérito incluso perdiendo la final, después de las eliminatorias anteriores y la de Málaga, que fue apasionante.
“Claro que no pasa nada si no ganas… Pero en cuanto a prestigio, es importante".
Joan Balcells
Pero a usted sí le cambió, ¿no?
A nivel personal, si respondo como Ferrer, diría que al día siguiente hubiera seguido con mi vida. Pero hablando seriamente, claro que sí. En términos de confianza, de nivel… Ganar y asumir responsabilidad me ayudó en mi carrera individual. Para que se entienda: el año anterior, cuando empecé en Nueva Zelanda, estaba el 280 del mundo después de mil lesiones y operaciones. Y por casualidades acabé en el equipo. Jugar, ganar, estar ahí me dio experiencia y confianza. Ese año terminé el 57 del mundo. ¿Lo habría conseguido sin la Davis? Quizá, no obstante, los hechos fueron como fueron y, desde luego, no me perjudicó.
Será su mejor recuerdo deportivo.
Sí, claro. No solo por los partidos, sino por todo lo que rodea la competición. Con muchos de ellos tenía relación desde los 15 años. Con Costa, incluso antes. Ellos fueron más rápido, pero yo los acabé enganchando cuando tuve cierto nivel. Eso añade valor emocional. Representar a España, viajar con el equipo, jugar en Estados Unidos… Son experiencias vitales que te forman.
Ahora el sistema es híbrido: eliminatorias durante el año y luego final a ocho. ¿A usted le gustaba más el formato antiguo?
Sí, pero más por el mundo del tenis que por mí. Para fomentar el deporte, es mejor que haya eliminatorias en casa y fuera. Si juega Alemania contra Australia, la pista se llena, la tele se interesa; lo mismo si Estados Unidos juega con Suecia. Ese modelo fomenta el tenis. Es como los cinco sets en Grand Slams: a algunos se les hará largo, otros preferirán batallas épicas. Si tengo que elegir, me quedo con el formato antiguo: más gente, pistas llenas, más atractivo para las marcas.
“Representar a España, viajar con el equipo, jugar en Estados Unidos… Son experiencias vitales que te forman”.
Joan Balcells
Una curiosidad: en la Davis de 2000 el Rey Juan Carlos le hizo una broma por sus patillas. Su aspecto llamó la atención porque era diferente al resto. ¿Se lo comentó más gente?
Sí, puede ser. Quizá estaba un poco fuera de las normas, por estética y por manera de jugar. En individual, siendo español, lo habitual es jugar de atrás; yo hacía saque-red. Era más corpulento que los demás y adaptaba mi juego. Las patillas tampoco eran habituales, así que marcaban diferencia. Pero sin más importancia. Siempre he intentado tener mi carácter, mis gustos y personalidad.
¿Se consideraba diferente al resto de sus compañeros en el circuito?
No especialmente. Al final, en cualquier ámbito profesional hay unos pasos por los que tienes que pasar. Tener un look diferente o jugar distinto no significa que no tengas que entrenar como los demás. Para ser profesional, pasé por lo mismo que mis compañeros —con menos éxito, sí—, pero con la misma formación y muchos puntos en común. Luego cada uno elige su camino y sus pensamientos, como Nadal y Moyá, por ejemplo. Hablábamos de jugadores como Nadal, que tiene esa ambición de no relajarse nunca. Otros, quizá con el mismo talento, han elegido caminos distintos. Moyá quería ser muy bueno, durar muchos años, pero sin renunciar a una vida que le satisficiera.
¿Usted, mirando atrás, cree que sin las lesiones podría haber llegado más lejos?
Seguramente sí. Con un mejor ranking y una mejor derecha, también habría mejorado mi clasificación. Pero bueno… es como el vídeo de un cocinero italiano que vi en YouTube: discutía sobre la carbonara y cuando el periodista mencionaba la nata, él se incendiaba diciendo “si tuviera ruedas sería una moto”. Pensar en lo que podría haber sido no sirve de mucho. Bastante agradecido estoy de haber podido ser profesional durante unos cuantos años después de tantas lesiones.
Y después de su carrera, ha tenido otras facetas: ahora con un grupo de competición, por ejemplo. ¿Qué tal ha sido esa transición? ¿Está contento?
Fue una transición cómoda. Llegó un momento en el que los resultados ya no acompañaban y empezaron algunos dolores. No tuve trauma en dejar de jugar y aceptar la nueva vida. Lo más sencillo fue ser entrenador, aportar mi experiencia a los jóvenes. No tenía mucho sentido empezar de cero en algo completamente distinto. En este grupo de competición hay profesionales, jugadores de Challengers, previas de Grand Slam, jóvenes, junior...
¿A quién destacaría?
Trabajamos con Daniel Rincón, que ganó el US Open Junior y al que ayuda también Rafa Nadal; está alrededor del 200. Tenemos a Oriol Roca, que estuvo sobre el 150. Y otros proyectos con chicas jóvenes que apuntan bien. Es un grupo variado, muy orientado a la competición, y tenemos la suerte de poder trabajar con perfiles distintos.
“Si tengo que elegir, me quedo con el formato antiguo: más gente, pistas llenas, más atractivo para las marcas.”
Joan Balcells
Además, ha hecho labores de comentarista en televisión. ¿Qué tal esa experiencia?
Me gusta porque es diferente. Hago algunas semanas al año para Teledeporte y también he colaborado con TV3. Me gusta porque, aunque está relacionado con el tenis, el ambiente es distinto: hablar con periodistas, ver la redacción, el control de televisión… Es un mundo que no conozco tan bien y me atrae por lo diferente que es.
Y la última: desde su posición de entrenador y también de comentarista, ¿cómo ve el tenis actual?
El tenis de los últimos 15–20 años es mucho más físico. La gente es más fuerte, más alta. Este fin de semana en Madrid, con chicos y chicas en Futures, hicimos la media de altura de los top-10, top-50 y top-100: los top-10 están en 1,91; los top-50 en 1,88; los top-100 en 1,87. En chicas pasa parecido. La preparación física ha mejorado, se juega más rápido y la gente aguanta más años. Pero también veo que todos juegan más parecido, más plano, más fuerte y con más errores. Por ejemplo, Sinner es increíble, una máquina, pero a mí me atrae menos porque es previsible: sabes que si tiene la oportunidad, no va a fallar. Es como un videojuego. La va a reventar. A mí me acaba aburriendo. Cuando había gente que podía jugar de manera diferente, me atraía un poco más, pero lo digo sin quitarle mérito, porque es la evolución. Antes había más variedad de estilos y eso me atraía más. Toca adaptarse.
¿Y qué opina de Carlos Alcaraz?
Tenemos la suerte de que Carlos puede jugar de muchas maneras diferentes. No es un jugador mecánico. Quizá con el tiempo se vuelva más automático; sin embargo, ahora es capaz de todo: subir a la red, sacar y volear, tirar dejadas, winners, defender como el mejor… Se sale de esa tónica general. Incluso es interesante que falle, que la gente piense “¿por qué ha querido pegar tan fuerte ahí?”. Eso lo hace más cercano, más humano. A diferencia del italiano, que siempre hace lo mismo y no transmite emociones.
A veces parece fácil lo que hacen.
Sí, pero no lo es. Cuando ellos ganan con winners increíbles, yo les digo a mis jugadores: “Esa pelota no la tires al winner, métela y corre dos o tres veces más”. Lo que hacen estos tíos no lo podemos copiar.
Noticias relacionadas
¡Tus opiniones importan! Comenta en los artículos y suscríbete gratis a nuestra newsletter y a las alertas informativas en la App o el canal de WhatsApp.
¿Buscas licenciar contenido? Haz clic aquí


Rellene su nombre y apellidos para comentar