Ulises Badio, el fisio de Djokovic, en AS: "Es como un Ferrari"
Ulises Badio lleva más de cuatro años con Novak Djokovic en un trabajo que le exige plena dedicación durante toda la temporada. Lo cuenta en AS.
Ulises Badio (Gálvez, Santa Fe, 43 años) es desde 2017 el fisioterapeuta y hombre de confianza de Novak Djokovic en su equipo. En Turín, donde vigila "24 horas al día" la salud del serbio, habla con AS sobre su trabajo y su relación con él. "No es de este planeta", dice el italo-argentino.
-¿Cómo acabó en el equipo de Djokovic?
-Empecé a trabajar para la ATP en Roma, entre 2011 y 2012, por lo que cada vez que él venía nos veíamos. Yo conocía al equipo que tenía antes. Como fisioterapeuta, desde que era más joven tenía mis objetivos muy claros, y mi sueño era llegar a trabajar con un número uno. Había tenido ofertas relevantes, pero dije siempre que no porque esperaba ese momento. Los años pasaron hasta que llegó 2017 y Novak me pidió que le tratara. Ahí empezó una relación más diaria, pero sin nada cerrado. Luego me dijo que fuera con él a Roland Garros y hasta ahora.
-¿Cómo fue entrar en el entorno de una estrella?
-Como con todas las cosas, quería ver de qué se trataba, porque era un mundo nuevo. De hecho, empecé cuando él se había quedado sin equipo, porque había tomado esa decisión (antes del Mutua Madrid Open 2017). Entré sin saber las reglas que había en su entorno. Sí sabía cómo había que trabajar y cuál era mi rol específico a nivel profesional, pero no cuál era mi papel dentro del equipo. Como estábamos sólo los dos se estableció una conexión fuerte y nos conocimos muy bien de inicio. Hubo un ligamen muy importante.
-Usted es un profesional, ¿pero al principio le pesó un poco la responsabilidad?
-La responsabilidad con un tenista como Djokovic es del 200%, porque cuando uno toca a un atleta así, de tan alto nivel, en cualquier momento puedes estar a un segundo de hacerle mal. Tienes que conocer su anatomía y tu profesión, igual que él conoce su cuerpo. Era importante haber tenido una vasta experiencia en el campo profesional y, además, que fuera un poco más a nivel alternativo y holístico. Estudié durante muchos años medicina china. Esta experiencia mía en otros campos a él le vino bien.
-¿Y les hizo conectar aún más dado el interés de Djokovic por ese mundo?
-Aparte del holismo (doctrina que propugna la concepción de cada realidad como un todo distinto de la suma de las partes que lo componen), él tiene una historia de vida muy particular, igual que yo. No sé si eso nos unió más, pero sí ayudó a que en el día a día tuviéramos una sensibilidad muy especial y estuviéramos muy abiertos mentalmente al tomar una decisión o hacer un tipo de terapia. Eso es, en gran parte, lo que nos ha llevado a seguir juntos.
-¿Lo que hacen es una especie de mezcla de fisioterapia y otras prácticas como la meditación?
-Unimos todo en algo muy global, cuerpo y mente, con sentido espiritual, no tanto de religión, ahí él tiene una y yo otra. Esto hace que seamos dos personas muy espirituales que meditamos y tenemos nuestro espacio para aprender. Estamos mucho tiempo solos los dos y creamos una conexión sin palabras. De hecho, trabajo mucho en silencio con él.
-¿Cuál es su método?
-Empieza el día anterior a un torneo o un partido. Tengo que saber cómo va a dormir, todas las cosas que necesita, preparar sus bebidas con electrolitos, lo que debe tomar esa noche precedente, su alimentación… Debo tener todo este control y cuando llega el día de partido le pregunto cómo está. Es un trabajo de 24 horas con él. Yo no puedo estar cuatro horas tratándole y luego irme y verle antes de jugar. Tengo que seguirle en cada momento, hasta cuando esté sentado, para ver cuál es su postura, o para saber cuánta agua bebió o cuánto comió, o si habló mucho tiempo con una persona por teléfono, porque cualquier mínimo detalle puede llegar a alterarle en un partido. Esa es la parte externa. Cuando le trato físicamente, viene la parte en la que tengo que trabajar a nivel manual con una terapia para que esté en óptimas condiciones. Es una máquina, un Ferrari, como le llamo yo, y tiene que estar siempre con los tornillos al milímetro.
-¿Su célebre elasticidad es innata o se trabaja?
-A nivel científico puede ser algo estructural y genético, que sus padres o su familia pudieran ya tener una base, pero también he corroborado que es por el intenso trabajo que ha hecho. Recuerdo que en 2017 me preguntó que si a mi juicio era bueno seguir con esa elasticidad o no trabajarla tanto. Yo soy un fisio que destaca mucho la importancia del stretching (extensión) y lo fundamental que es, porque hace la diferencia cuando el jugador tiene que llegar a una pelota. Esa elasticidad hace que hoy en día Novak tenga esta manera de jugar. Normalmente, hacemos elongaciones y extensiones unas cuatro veces al día.
-Las lesiones muchas veces se producen por estrés, ¿de ahí viene esa mezcla de trabajo con el cuerpo y la mente?
-Hay estudios que demuestran que cuando el atleta sale al campo la gente que lo alienta le produce estrés y le somete a una tensión continua, que hace que muchas veces se produzcan lesiones musculares dependiendo del estado psicológico de esa persona. Se le puede haber tratado muy bien y que luego le pase algo. Por eso se trabaja a nivel mental, a nivel propioceptivo (relativo a la propiocepción, la percepción inconsciente de los movimientos y de la posición del cuerpo, independiente de la visión). Él debe ser consciente de sus músculos, cuidarse y alimentarse correctamente.
Y al margen de esto, ¿cómo es el Djokovic más personal?
-Es una pregunta difícil, porque habría que estar mucho tiempo hablando. Pero es una persona muy inteligente, muy espiritual. Eso hace que tengamos una conexión que yo llamo de yin y yang, porque dentro de uno existe el blanco y el negro. Novak es una persona muy buena, muy sensible, que percibe todos los detalles. Y nunca está satisfecho, por eso es un campeón.
-El ambiente en el equipo desde fuera parece muy bueno, ¿hasta qué punto eso es importante?
-El ambiente es como la suerte, no viene porque sí, se crea. Esto es lo que tenemos nosotros y sentimos en el team, una capacidad de querer estar bien todos, de tener una alineación de energía positiva cada vez que entramos al campo con una sonrisa. Antes de que llegue Novak hablamos los demás por si hay un problema. Y luego tenemos unos códigos de respeto, saludamos a toda la gente, al equipo contrario, y si decimos una palabra más fuerte durante el partido, se queda en la cancha, nunca la llevamos fuera.
-¿Cree que es injusta la imagen que tiene Djokovic de malo de la película?
-Esto lo pienso no solamente por él, nos pasa a todos en la vida. Antes de ver a alguien como el malo de la película, basta con mirarse a uno mismo. Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Se habla de una persona cuando no se la conoce y esto muchas veces a mí me hace mal, porque si le atacan a él, lo tomo como algo personal. De todas formas, conociéndolo, hasta puede ser algo favorable que le griten y le digan de todo, porque lo puede transformar en fuerza. De eso se aprende y no tomarlo como algo negativo e ir contra nadie, sino convertirlo en positivo.
Tras ganar a Hurkacz, Djokovic dijo que esperaba jugar al tenis al menos dos años más. Luego aclaró que no pensaba en la retirada ¿Para cuánto tiempo le ve usted?
-Es una persona extremadamente fuera de lo común, alguien que no es de este planeta. Le he hecho cosas y terapias que con otros atletas nunca había podido practicar. El otro día vino un futbolista que se llama Zlatan (Ibrahimovic) y le preguntó a Novak cuántos años tenía: '34', le contestó, y este le explicó que el mejor momento de su carrera fue a los 35. Por la noche, cuando estábamos trabajando, le dije a Novak, '¿te das cuenta de que tienes 34 y que el próximo año puede ser el mejor?'. Es importante que sepa que aún tiene muchos años por delante, yo creo que cuatro o cinco al máximo nivel.
Será el mejor de siempre…
Para mí ya lo es. En los años que he estado con él ganamos muchos torneos y, sobre todo, muchas cosas positivas en la vida. Si Dios quiere y continuamos juntos, quiero eso: estar bien y ganar mucho más.