Nadal no se equivoca y alcanza los cuartos por 16ª vez seguida
El balear pasó en 55 minutos por encima de Dimitrov, que por momentos hizo el ridículo y rompió una raqueta. Rafa se medirá con Rublev.
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Minutos después de que Novak Djokovic abandonara la pista Rainiero III del Montecarlo Country Club tras caer con estrépito ante Daniel Evans, Rafa Nadal salió a calentar sobre la tierra batida que le ha visto triunfar 11 veces en el Principado. Se le vio enérgico, serio y concentrado, preparado para afrontar un partido frío, en una condiciones peligrosas por el viento, que a cualquiera se le atragantarían, pero no a él. El balear no se equivocó como el serbio y pasó por encima de Grigor Dimitrov (doble 6-1), un rival al que le tiene comida la moral (14-1 en el balance) y que por momentos hizo el ridículo, con innecesaria rotura de raqueta incluida, y eso que venía de ganar en dos sets a Struff y Chardy, ambos en dos sets.
Nadal le despachó en 55 minutos y espera rival para cuartos, ronda que alcanza en el torneo por 16ª vez consecutiva y que en el global de los Masters 1.000 es la 95ª. Venía de meterle un 6-1 y 6-2 a Delbonis en el estreno. Sólo había tenido un inicio de torneo más dominante en 2010, cuando ganó a De Bakker por 6-1 y 6-0 y a Berrer por 6-0 y 6-1. Se medirá en cuartos este viernes (sobre las 17:00, #Vamos) a Andrey Rublev, que pudo con Roberto Bautista.
Intimidación
El primer juego, con Rafa al servicio, fue una declaración de intenciones en firme. Lo resolvió en blanco y apenas le concedió un pare de puntos de tranquilidad después a Dimitrov al resto. A partir de ahí, monólogo del ganador de 20 Grand Slams, que tiene a tiro recuperar el número uno y ganar por 12ª ocasión en Mónaco. Nadal manejó el viento a su antojo, sacó bien (perdió sólo 8 puntos en sus turnos), se movió rápido y bien sobre la arcilla, aunque la verdad es que tampoco tuvo que hacer nada extraordinario para someter al búlgaro de 29 años y 17º del mundo. Poco desgaste y para el hotel con los deberes hechos y un plus de confianza al ver que todos sus mecanismos funcionan, que no acusa aparentemente ninguna molestia y que intimida en la superficie que domina como nadie.
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