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ROLAND GARROS

Burbuja en París

Del hotel al torneo. Así es en este Roland Garros la vida de los tenistas, que no tienen contacto con los periodistas en un recinto semivacío.

París
Burbuja en París

Un vistazo al coqueto estadio Roland Garros, el remodelado recinto que acoge cada temporada el Grand Slam francés, revela múltiples diferencias entre la edición de 2020 y la del año pasado, en la que miles de personas pululaban por sus 12 hectáreas bajo un sol primaveral. Ahora, en pleno otoño, con bajas temperaturas y lluvia, son apenas 1.000 las que acuden a las pistas cada día, porque no se venden entradas de paseo. No hay colas, no se toma la temperatura a la entrada, pero la gente se lava las manos con gel hidroalcohólico en alguno de los numerosos dispensadores que hay y todo el mundo mayor de 11 años lleva mascarilla. Es el Roland Garros del frío, del coronavirus y, para los jugadores, también de la burbuja en la que están aislados.

Sólo hay un bar público con mamparas de metacrilato, una pantalla gigante en la Plaza de los Mosqueteros pero sin sillas para sentarse, la boutique oficial y un par de tiendas más. El tránsito se divide en tres zonas, junto a cada una de las pistas principales. Un amplio grupo de limpiadores desinfecta continuamente cada estancia, cada banco y barandilla. Por megafonía recuerdan a menudo que se guarde la distancia social y que nadie se quite el protector de la cara. Por la noche, llama la atención la potencia de las luces que iluminan desde este curso 12 pistas. Y en la central, el techo retráctil con 11 cubiertas en forma de alas se cierra en cuanto cae un fino manto de agua sobre París.

¿Y que pasa con los tenistas? Antes del torneo fueron a recogerles a todos, sin excepción, a los aeropuertos para llevarles a la Port d’Auteuil y distribuirlos después en dos hoteles oficiales en las cercanías de la Torre Eiffel. Uno para los 60 primeros del ranking de cada cuadro y otro para el resto. De allí, en coches oficiales y tras pasar una cuarentena de 24 horas, solo pueden ir por una ruta específica al estadio o al centro de entrenamientos Jean Bouin, enfrente del lujoso Hotel Molitor, a unos metros de Roland Garros. Los jugadores acceden al estadio los días de partido, el resto, al Bouin, donde no pueden entrar los periodistas, que no tienen contacto alguno con los deportistas. De hecho, las ruedas de prensa que estos ofrecen en las salas de entrevistas, detrás de las mesas donde trabajan los enviados especiales, solo se pueden seguir por vía telemática y con la mascarilla puesta salvo que se disponga de una cabina. En las instalaciones del torneo hay dos áreas para tenistas, una por hotel, con el fin de que no se mezclen allí unos con otros. Para ellos los test PCR del COVID-19 son cada tres o cuatro días, cada siete para los periodistas.

¿Y qué opinan los jugadores? El canadiense Pospisil, líder junto a Djokovic de la nueva asociación rebelde, la PTPA, lo tiene claro: "Esta burbuja es mucho peor que la del US Open. En el hotel no tenemos nada. No es fácil estar atrapado ahí, porque no podemos ni siquiera tomar aire fresco. En Nueva York había sala de juegos y zona exterior con un camión de comida y espacio de relax. París es duro porque todo está cerrado. Mentalmente es difícil". "Sería duro estar toda la temporada encerrados", dice el español Davidovich. Así es tenis de la pandemia.