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WTA | TORNEO DE PEKÍN

Garbiñe Muguruza brilla como un diamante en Pekín

Gana 7-5 y 6-4 a Bacsinszky y consigue el Premier Mandatory (Masters 1.000). Se pone 4ª del mundo cuando asoman las WTA Finals desde el día 25.

Garbiñe Muguruza, tirada en el suelo, nada más ganar la final de Pekín a Timea Bacsinszky.
Garbiñe Muguruza, tirada en el suelo, nada más ganar la final de Pekín a Timea Bacsinszky.JASON LEEREUTERS

Garbiñe Muguruza se consagró, definitivamente, como estrella de presente y de futuro de la WTA. La misma semana en la que cumplía 22 años y lograba su pasaporte para las WTA Finals –el Masters femenino- consiguió levantar su primer trofeo de campanillas: el Premier Mandatory de Pekín, el equivalente a un Masters 1.000 masculino. En la Diamond Court del recinto olímpico, la sonrisa de Garbiñe deslumbró entre unas lágrimas emocionadas tras derrotar a Timea Bacsinszky por 7-5 y 6-4. Un lujo asiático el de una jugadora a la que todavía se le adivina un margen de mejora más que considerable.

Porque Muguruza, que mañana aparecerá cuarta del mundo y a un solo punto de la zarina Maria Sharapova, es todavía una jugadora irregular. Con tremendos picos de sierra durante los partidos como evidenció ante la suiza, 17ª del mundo y que saldrá top-ten.

En la primera manga, la jugadora nacida en Caracas y que se decidió a jugar por España en 2014 (su padre es vasco, su madre venezolana), no ganó un juego con su servicio hasta su tercer turno. Se vio contra las cuerdas 2-5 abajo y desde ahí selló cinco juegos seguidos para ganar 7-5 a la velocidad del Porsche que le gusta conducir por la Ciudad Condal. Congeló a la grada china con un grito salvaje y avisó que no había llegado hasta ahí para dejar escapar el partido ni el cheque de 973.000 dólares.

En la segunda, tras dos roturas para cada una, la española estabilizó su juego. Lanzó su drive como un cohete, consiguió ajustar el revés que montándose sobre la bola es como un mazo y con un break para 5-4 cabalgó hacia su mayor momento de gloria.

Muguruza había estrenado su palmarés el año pasado en Hobart, pero Pekín es un título de peso, sólo un escalón por debajo de los Grand Slam. La final de Wimbledon la subió a los cielos y la bajó al infierno por la difícil digestión del boom. Rompió con su entrenador Alejo Mancisidor y realizó una gira malísima por Norteamérica. Se ha unido temporalmente en Asia al francés Sam Sumyk (ex de Azarenka y Bouchard) y ahora debe decidir si seguir con su dirección técnica. No le ha ido mal. Hizo final en Wuham y tras retirarse contra Venus con un tobillo dañado, hasta el lunes no supo si podría salir en Pekín. Las WTA Finals asoman desde el día 25 y con Serena Williams descartada y Maria Sharapova entre algodones, la sonrisa de diamantes de Garbiñe es la que más brilla.