ABIERTO DE AUSTRALIA
Nadal domina bajo techo, por el calor, y se planta ante Monfils
El número uno del mundo se impuso en tres mangas por 6-2, 6-4 y 6-2 al joven australiano Thanasi Kokkinakis, 17 años y número 570 del mundo.
Del mismo modo que el calor austral de Melbourne desembocó en tormenta de truenos y relàmpagos tras desquiciar la jornada con su punta máxima de 43 grados… Rafael Nadal Parera ha dejado atrás aquel halo cálido: aquel chico mediterráneo y esculpido. Ahora, como gran estrella que es, Nadal aparece y suena con el eco de una tormenta perfecta.
Resultados de la jornada
A los diez años exactos de debutar en el Abierto de Australia (ante el checo Tabara, ya retirado) y de explotar en la Copa Davis, en el memorable quinto punto de Brno ante Stepanek, Rafa Nadal, un gran capitán de 27 años, el número uno, eliminó del Abierto de Australia a Thanasi Kokkinakis, australiano, de 17 años: la misma edad de Rafa cuando Lleyton Hewitt le apeó de aquel Abierto australiano de 2004.
Con 6-2, 6-4 y 6-2 en 113 minutos, y con el techo del Rod Laver Arena cerrado por esos 43 grados, el profesor Rafael Nadal dedicó su lección del día al joven alumno Kokkinakis. La clase práctica para Thanasi incluyó siete saques directos de Nadal (de ellos, tres en el primer juego al servicio, con uno a 199 km/h), 39 golpes ganadores y 82% de puntos ganados con primeros servicios. Sin vendas en la llaga de la mano, en vías de cicatrizar, Nadal castigó al resto con mandobles que intimidaban: fracturó en cinco oportunidades los turnos de saque del semiadolescente australiano. Rafa se bastó con 113 minutos para cerrar su día en la oficina del Rod Laver Arena.
“Tanto calor… hay un momento en que llega a ser peligroso. Con el techo había más humedad y la bola quizá estaba más pesada, pero jugar al aire libre hubiera sido muy duro en un día así. No jugamos en todo el año con un calor como este” explicó Nadal, que en dieciseisavos va a cruzarse con Gaël Monfils, en reedición de la final de Doha. Aquel Nadal, aquella avalancha cálida de 2004, ya convertido en la tormenta perfecta que retumbaba bajo el techo y en las entrañas del Rod Laver Arena.