Tenis | Abierto de Australia
La historia interminable
Nadal doblegó a Federer por decimoctava vez (6-7 (5), 6-2, 7-6 (5) y 6-4) y disputará su segunda final en Australia en busca de su undécimo grande. Su rival, Djokovic o Murray.
Nadal recuperó el halo invencible que le acompaña en los partidos grandes y volvió a dar una lección de tenis al considerado mejor jugador de la historia del deporte de la raqueta. La decimoctava en sus veintisiete enfrentamientos directos y la octava en partidos de Grand Slam. Un triunfo que le coloca ante su cuarta final de un 'major' de forma consecutiva, tras su sexto título en París y sus derrotas ante Djokovic en Londres y Nueva York.
El factor mental volvió a ser la clave en un partido en el que el suizo salió en tromba (3-0 y 12 de los 15 primeros puntos ganados), con su habitual y efectivo tenis de ataque. Pero Nadal se sacó los nervios de encima y comenzó a plantar batalla, aprovechando la primera oportunidad que cedió el suizo para recuperar el servicio perdido e igualar el marcador (4-4). El primer acto se acabaría decidiendo en el desempate, donde Federer anduvo más fino.
Sin apenas tiempo para digerir el contratiempo, Federer repetía la rotura inicial de servicio en el segundo parcial con un inquietante juego en blanco. Ahí llegó el primer golpe de efecto del deportista con más fe en sí mismo del planeta, que devolvió el golpe acto seguido en una demostración de poderío mental, que generó las primeras dudas en el juego del helvético.
Los golpes de Nadal se afilaban al tiempo que los de Federer perdían profundidad y mordiente. Cuatro juegos seguidos consecutivos, con el ya tradicional parón para contemplar los fuegos artificiales que conmemoran el 'Día de Australia', dieron el empate al número dos de la ATP por un claro 2-6. Comenzaba el recital de passhing shots de Nadal (¿alguién ha medido la potencia de sus apoyos antes de golpear?) y el drama de Federer, que acabaría con un lastre de 63 errores no forzados y todo un calvario con su derecha.
Dos dobles faltas seguidas de Federer hacían patente el estado de ansiedad tantas veces experimentado por el de Basilea en sus duelos con el español. Aunque Nadal no aprovechó un 0-40, el suizo ya estaba en ese estado mental en el que se vuelve vulnerable. El choque se trasladó de la abarrotada Rod Laver Arena al jardín de Rafa. Nueva muestra de ello fue la incapacidad de Federer para confirmar la rotura cosechada poco después, esfuerzo inútil gracias a la agresividad del balear y sus propios pecados, que se hizo aún más evidente en el tie break final. Pese a que Nadal dispuso de un cómodo 6-1 y acabó cerrándolo por 7-5, Nadal ya había endosado a su amigo el golpe de gracia. Ganar a Nadal en cinco sets es una quimera, para Roger simplemente un imposible.
El cuarto set mostró la diferencia de intensidad y ritmo que separa a ambos tenistas. Nadal martilleó a su rival con una velocidad de piernas determinante. La rotura llegó en el noveno juego y la gloria en el décimo: 4-6. Melbourne fue testigo del enésimo capítulo de la historia interminable. El undécimo título de Grand Slam del verdadero 'Duque de Palma' está más cerca. Con permiso de Djokovic (y Murray), claro.