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Copa Davis | Desde La Cartuja

El orgullo de Argentina

El sábado ha sido el día del orgullo argentino después de quedar chafados por la victoria de David Ferrer frente a Del Potro. Su hinchada fue un espectáculo que dio alas a su Rey, Nalbandián.

El orgullo de Argentina

Quilombo. "Maestro", le gritan a David Nalbandián desde la grada sus compatriotas. "Rey", le proclaman otros. Meterse en el sector argentino a vivir un partido es toda una historia. Camisetas de Boca, River, Vélez, Rosario Central, Newell's, Huracán, San Lorenzo de Almagro. Todos unidos en torno a la más vista, la albiceleste. "Vamos Argentina vamos, pon más huevos, que hoy ganamos". El soniquete se repite, se mete en la cabeza. Engancha. Ayer fue un día de orgullo argentino, el del 2-1 y la eliminatoria viva. El pensamiento global y único de los argentinos es sincero. "No tenemos ninguna posibilidad de ganar a Nadal. Es seguro, pero la obligación es luchar. Por Argentina". En la grada, desde luego, han ganado su Davis.

Pseudos. Fer y Feli. Los argentinos se frotaron los ojos. No podían creer que los dos tenistas que estaban viendo arrastrarse, fantasmales, en la tierra batida de La Cartuja, fuesen los mismos héroes españoles que en Mar del Plata dejaron a Argentina sin la Davis que más al alcance de la mano han tenido. Cómo vería Fer a Feli que en la sala de prensa pidió que los periodistas aplaudieran a "su hermano", que quería que la tierra le tragase. "Es de esos días en que te gustaría desaparecer". La pareja Feliciano-Verdasco ya es historia y aunque este final ha sido feo también se trata de ser honesto. Y lo de Mar del Plata y Austin fueron dos heroicidades que hay que agradecerles y que están en los libros. Nunca renunciaron a la Selección y levantaron, seguramente, la Ensaladera con más mérito de todas las que tiene España.

El otro 'Rey' David. Bautizábamos el día anterior a Ferrer como el Rey, pero Argentina también tiene, es obvio, su 'Rey' David. Se trata de Nalbandián, un hippie del tenis. Capaz de ganar en indoor a Roger Federer una final del Masters jugando como un ángel, capaz de meterse a piloto de rallies, de tomarse el ranking ATP como un tobogán y subir y bajar. Ahora deambula por el número 65 pero sigue siendo el faro de los argentinos, el líder indiscutible. Quien levanta el punto. Verlo jugar es una delicia. Ayer hizo su trabajo y el de su compañero, el Gordo Schwank, de Rosario. Un buen jugador de dobles, un complemento perfecto a la genialidad de David.

Al rescate. Así que mientras nuestro dobles perpetraba otro partido infame, a Nadal y Ferrer se los llevaba la ITF a pasar un control antidopaje. Suerte tienen de no haber pasado dos, como Del Potro. Yannick Noah debe estar contento estos días. España ha decidido ponerse otra vez en manos de Rafa, número dos del mundo, icono absoluto del deporte español, ganador siempre en tierra batida de sus partidos con Del Potro. Favoritísimo. Nadal contribuyó, aún imberbe, en 2004 a un triunfo en el que el héroe fue Carlos Moyá. Por líder de una generación, todo está preparado para que siete años después cierre el círculo manteado en La Cartuja por sus compañeros y como símbolo de la cuarta Ensaladera en este tiempo. Después de hoy ya no hay nada. Como dijo Albert Costa, renovado antes de la final por José Luis Escañuela, hoy la afición española debe demostrar que es la local. Porque lo de la barra quilombera es impresionante. Cómo aguanta, Argentina.