Desde 2002, ha pasado casi una década. En 2002, no había ni proyecto para cubrir la Centre Court del All England. En 2002, en primera ronda de Wimbledon, el croata Mario Ancic fue el último jugador, hasta ayer mismo, que derrotó a Roger Federer en un torneo de hierba (no sólo en Londres) antes de la final. Esa racha de Roger, una más, tocó ayer a su fin ante el power game, el juego de potencia de Tomas Berdych, que mandó a Federer de vacaciones en cuatro sets: 6-4, 3-6, 6-1 y 6-4. Todo, en la Centre Court, el Teatro de los Sueños de Federer.
La estocada deja a Federer con varias heridas de shock. Roger desciende hasta el número tres de la ATP. El dos es Novak Djokovic. Federer, casi 29 años y cada día con más pinta de glorioso veterano, cede 1.640 puntos netos de los 2.000 que defendía por el título 2009. Alguien debería decir a Roger que no cabe excusar una derrota como la de ayer con unas remotas molestias físicas: que no le impidieron, por otra parte, ganar el segundo set y albergar esperanzas de hacer descarrilar a Berdych.
Pero no descarriló el Berdych Express. El cañonero checo (1,96) jugó un tercer set admirable y arruinó moralmente a Federer: 6-1. Desde ahí, el gran Roger Federer, el Mozart del tenis en la primera década del Siglo XXI, no fue mucho más que una sombra doliente, una diana casi fija para la munición plana de Berdych, que remató cuarto set y partido con 6-4. Mozart se va despidiendo.
