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Reflejos de un tiempo dorado

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Un partido de máxima inspiración deja al personal preguntándose por la capacidad de la selección española para repetir actuaciones de este calibre frente a rivales de gran calado. Fue un despliegue tan brillante que cambió la perspectiva que presidía las vísperas del Mundial. España llegó a Qatar con misterio, un barco en la niebla lastrado por las decepciones en los dos últimos Mundiales y por las sensaciones contradictorias que provocó su recorrido en la fase de clasificación y en la reciente fase de la Liga de las Naciones. En los dos casos consiguió su objetivo y pasó página, pero con una cuota notable de sufrimientos y algunas dudas. Después de su impecable demostración frente a Costa Rica, ha elevado el techo de las expectativas hasta una altura cenital.

España comenzó su recorrido con un altísimo número de jugadores sin experiencia en la Copa del Mundo, dato que resultó irrelevante a la vista de la respuesta de todos ellos: Unai Simón, Gavi, Pedri, Olmo, Ferran figuraron entre los titulares, junto a dos representantes de la generación anterior–Rodrigo y Laporte- que no disputaron el Mundial 2018 y tres jugadores que ingresaron en el segundo tiempo: Balde, Nico Williams y Carlos Soler. Una decena, en total, para afrontar un partido que suele provocar mariposas en los estómagos de los futbolistas.

La respuesta fue sensacional. Luis Enrique consideró después del partido que había aspectos mejorables. Es probable que, en su condición de entrenador, detectara algún tipo de error o flaqueza que a los ojos de los aficionados pasó inadvertido. Los jóvenes jugaron con la naturalidad de los que han visto mundo y se saben todos los secretos del fútbol. A los veteranos –Azpilicueta, Jordi Alba y Busquets- se les vio en todo su esplendor. El resultado fue una obra maestra y una tormenta de goles.

Sobre la textura del juego, sirve los mil pases de la selección, el 92% de precisión general, los sietes goles y la solemne inactividad de Unai Simón. Costa Rica no remató durante el partido. Por lo tanto, a la soltura en el juego y la creatividad, hay que añadir la solvencia defensiva. El equipo centroamericano no es una potencia mundial, pero su historial indicaba un carácter competitivo –eliminó a Inglaterra e Italia en la primera fase del Mundial 2014- que no merecía el desdén. Por si acaso, estaba fresco el recuerdo de las sorprendentes victorias de Arabia Saudí y Japón sobre Argentina y Alemania, dos colosos del fútbol

La finura se apreció en la salva de goles, muy parecidos en su diseño y ejecución. Movimientos rápidos, delanteros que salen y entran, centrocampistas que irrumpen en el área, pases filtrados para romper la línea defensiva y pases rasos para el jugador que llega para remates francos, de frente a la portería. Goles eléctricos, pero de gran delicadeza, de equipo que disfrutó cuando tocó el turno de los titulares y luego de los suplentes –los siete tantos se repartieron entre seis jugadores-, goles tan voraces como la presión en el quite.

Llegarán partidos más sufridos, contra rivales mejores y mucho más problemáticos que Costa Rica. Sin ir más lejos, Alemania, el rival del domingo. Luis Enrique ha advertido que no tiene sentido recrearse por la victoria, pero también declaró que es necesario disfrutar cuando las cosas funcionan. Y funcionaron de tal manera que España fue el maravilloso reflejo de un tiempo dorado. El fútbol se juega en el campo y en la memoria. Esta vez, la selección miró de frente al pasado y se midió con el recuerdo de la mejor España, el equipo que dominó el fútbol entre 2008 y 2012