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Penalti raso y al hierro

Es admirable la capacidad de concentración de las jugadoras de la selección para dejar fuera de las líneas de cal todos los problemas y jugar como si nada.

Mariona Caldentey lanza el penalti que le dio la victoria a España en Suecia

Raso y al hierro, así predicaban los clásicos que había que lanzar los penaltis y así lo lanzó Mariona Caldentey en el último instante del partido ante Suecia. Su anguladísimo tiro burló la buena estirada de la meta sueca, que adivinó el lado, pero la colocación lo hacía imparable. Contemplé ese penalti con la misma tensión que aquel córner final en Sídney, cuando en el enésimo minuto del descuento Cata Coll se elevó sobre el bosque de jugadoras para descolgar majestuosamente el balón. No sabría decir cuál de las dos jugadas me tuvo más en vilo. La primera nos dio el Mundial, pero el partido de Suecia había que ganarlo después de todo lo que ha pasado.

¿Qué quieren ahora estas chicas? Eso me preguntan muchos (y casi ninguna) ante la insistente protesta de nuestras futbolistas, que lo primero que quieren es eso, que las llamemos futbolistas en lugar de chicas y como no cuesta mucho trabajo podemos hacerlo. Lo que quieren es jugar al fútbol en paz, sin problemas, dentro de un sistema de respeto. En el campo son felices, ya se vio el viernes. Tras una semana de bronca, nervios, discusiones, trasnoche y poco entrenamiento ganaron en un campo difícil.

¿De qué se quejan? No se han explicado bien o no suficientemente, porque en tal caso se les hubiera entendido. Se quejan, por sintetizar, de machismo y de micromachismos, de sentirse tratadas con desdén, desde luego sin el aprecio de sus homólogos masculinos, por una Federación cuyos dirigentes abjuraron de Luis Rubiales sólo cuando la FIFA les descabalgó, pero que a continuación han pasado un mes presionando a Jenni Hermoso para que rectifique su versión de los hechos y exonere al defenestrado presidente. Se quejan de que sigan allí las personas concretas con cargos altos que han intervenido directamente en ese intento. Y se quejaban de que desde aquel día entre feliz infausto del título y el beso la Federación no le hubiera hecho el menor guiño a Jenni Hermoso. Sólo tras la noche de Oliva apareció una nota en ese sentido. Les parece la Ciudad de las Rozas un lugar asqueroso, en el que temen que les hackeen los móviles y de ahí esa concentración en Oliva.

En algún momento pensé que se equivocaban con este plante. Con el anterior consiguieron ventajas prácticas, la Federación invirtió mucho más en las selecciones femeninas de toda la escala, lo que sin duda favoreció el título, pero la conducta posterior de Rubiales les confirmó que siguen siendo un rebaño en manos de machos brutos que se pueden permitir cualquier cosa, sea un beso intempestivo, sea echarse una de ellas al hombro como un troglodita, sea cualquier respuesta autoritaria impertinente que ellas piensan, porque es verdad, que no se permitirían con ningún internacional masculino.

Pensé que podían sustituir este segundo plante por una conferencia de prensa bien razonada, mejor incluso en Suecia con España, para explicar la inicua actitud de la Federación hacia Jenni Hermoso. Pero han acertado. Llevando la situación al límite, han hecho saltar al Rasputín de Rubiales, Andreu Camps, un controlador hosco sin cuya aquiescencia no se mueve una hoja de árbol en Las Rozas. Y tras él, en efecto dominó, irán saltando los que más se han destacado con actitudes mezquinas en este último mes. El viernes cayó García Caba, jefe de Integridad, un cargo que desde luego no honró en absoluto.

Se han hecho escuchar y luego han jugado. Han sabido mantener un fatigoso pulso contra la Federación, en el que sus razones fueron aceptadas por Víctor Francos, que ya actúa en consecuencia con firme acierto, y lo han hecho sin perder de vista el objetivo principal: ganar el primer partido en la marcha hacia París 2024. Más allá de la valía técnica y táctica que ya les conocíamos, es admirable su capacidad de concentración para dejar fuera de las líneas de cal todos los problemas y jugar como si nada. Estas mujeres están haciendo algo grande.