Corzo con peluca, místico y especial
El pasado fin de semana, ¡por fin!, pude salir tras los corzos. Y aunque venían prediciendo que el tiempo iba a dar un giro significativo, no lo dudé y me eché al monte.
El pasado fin de semana, ¡por fin!, pude salir tras los corzos. Y aunque venían prediciendo que el tiempo iba a dar un giro significativo, no lo dudé y me eché al monte.
En efecto, la climatología cambió, altas temperaturas de récord histórico para un mes de mayo, tocaba volver a sacar el abrigo… ¡El tiempo está loco, pero yo más!
La culpa de mi locura la tienen los duendes, esos animales de mirada dulce y voz ronca que tanta pasión suscitan en cientos de cazadores. Aunque los cambios bruscos de climatología no están a favor de la caza con éxito de este cérvido, no lo pensé dos veces y puse rumbo al norte para desconectar del mundanal ruido y del peso de la dura semana que llevaba a mis espaldas.
El resultado: no empleé ni una sola bala. Ahora bien, tuve el inmenso privilegió de poder observar a un duende con peluca. La primera vez, por cierto.
Los corzos con peluca son muy deseados por casi todos los apasionados a la caza de estos capreolus con tocado; un caso que, a buen seguro, está rodeado de misticismo.
Su peluca es una malformación de la cuerna que se produce básicamente por la escasez o ausencia de testosterona. Esto se debe a un problema o irregularidad testicular desde que son crías. Ello provoca que no se produzca la osificación de la cuerna y no lleguen a desmogar nunca. Es decir, no tiran la cuerna cada temporada y van sumando, año tras año, un mayor volumen y una cuerna que nunca pierde la borra. De esta manera, el trofeo, siempre recubierto, adquiere un gran tamaño.
Por un lado, esa rareza de su trofeo; por otro, que su rececho es extraordinario. Ambas peculiaridades son consecuencia de que los corzos con peluca no son territoriales, como sus hermanos, sino nómadas.
Al contar con una gran peluca no pueden defenderse ni atacar a otros congéneres, pues están en desventaja, lo que les obliga a no tener un territorio estable de manera permanente. De ahí lo extraordinario de su caza. No es tarea fácil localizarlos y, mucho menos, darles caza.
La peluca está formada por una membrana vellosa, como si de terciopelo se tratase, con multitud de cuerpos cavernosos en su interior y muy vascularizada. El resultado es una mayor sensibilidad y dolor cuando la emplean en su defensa y ataque. Por esta condición de inferioridad se ven continuamente desplazados de sus territorios y suelen ser ejemplares en constante movimiento.
Los trofeos de estos ejemplares no se pueden homologar, pero como he mencionado anteriormente son codiciadísimos por todo recechista que se precie.
Ahora que he tenido la gran fortuna de ver uno (aun sin lance), doy fe de lo especial y místico de este animal.
¡Buen fin de semana!