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Imanol, no te vayas nunca

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Decía Imanol Alguacil esta semana que a él le echarían los resultados y que se iba a agarrar al timón con todas sus fuerzas , que sería el último en abandonar el barco de la Real Sociedad. La verdad, conociéndole cómo es como persona, y conociendo su sentimiento txuri-Urdin, tan profundo como el más fiel de los aficionados, no tengo ninguna duda. Se deja la piel cada día en Zubieta, en cada entrenamiento, en cada partido, cada segundo que pasa en el banquillo del primer equipo, por su Real, que es la Real de todos. No se puede dudar de Imanol. Nunca. Menos aún viendo su estadística desde que llegó al primer equipo.

Lo mejor que le ha pasado a este club en su historia reciente sucedió en 2018, cuando un vehemente y pasional entrenador de la cantera volvió a ser llamado para socorrer al primer equipo. Cambió para siempre la historia de la Real y lo que ha venido después es historia. Una Copa del Rey y tres clasificaciones para la Europa League consecutivas. No suena nada mal, ¿verdad? De hecho, suena a música celestial, hasta el punto de que sería injusto que los resultados lo echaran, sea cuando sea. No, el final de Imanol debe ser cuando él quiera. Se ha ganado el derecho a irse cómo y cuando quiera. Y si puede ser nunca, mejor. Sería la mejor señal de que todo va bien en la Real. Ojalá se convierta en lo más parecido a un Ferguson a la gipuzkoana.

Imanol es ya eterno. Más todavía después de lo vivido en el Estadio de La Cerámica. ¡Qué manera de ganar! ¡Qué manera de competir! ¡Qué manera de clasificarse para la Europa League! Maravilloso. Una vez más, este equipo ha demostrado que las finales, los momentos del todo o nada, cuando tiene casi todos los pronósticos en contra, le ponen, le hacen crecerse, y da la cara como nadie. Contra el Villarreal lo volvió a hacer. No estuvo mal en la primera parte, pero volvió a perdonar y volvió a regalar. Y todo se puso muy cuesta arriba. 1-0 al descanso, en casa de un súper equipo. Pocos apostaban entonces por la Real. Salvo Imanol, claro. Seguro que el oriotarra puso las pilas a los jugadores en el vestuario. “Lo que ha tenido que decirles en el descanso”, me dijo mi mujer Oihana. No le faltaba razón, porque salieron como motos. Primero Isak y luego Zubimendi remataron una soberbia faena, y mientras el gitano de Orio le ganaba la partida táctica al zorro de Hondarribia, parafraseando a Imanol, que nadie se sienta ofendido.

Se lesionó Mikel Oyarzabal de gravedad después de la eliminación contra el Leipzig, cuando vimos agotado al equipo. Y todos nos vinimos abajo. Llegaron Las dudas y la desconfianza. Pero Imanol no se descompuso. Ni una queja. Ni una mala palabra. Y más trabajo. Nuevas ideas, diferentes alternativas. Se ‘inventó’ el sistema con cuatro centrocampistas en rombo, con Zubimendi, Merino, Rafinha y Silva, para paliar la baja de Oyarzabal y permitir brillar al canario. Y libre de obligaciones en defensa, al estar bien respaldado, Silva nos ha deleitado con su mejor fútbol en la Real. Imanol cambió para llevarnos otra vez a Europa. Por tercera vez. En tres años. Y en Villarreal su idea lució como nunca. Le decían como crítica que no ganaba a los de arriba, pero quizá estaba esperando a ganar en el momento adecuado… mientras no paraba de ganar a los demás. Que todo cuenta y Sina. Que 62 puntos de nuevo es una bendita locura. La Real llega al final de liga en pleno proceso de crecimiento… al ritmo del crecimiento de Imanol como entrenador. Su Real juega igual de bien que años atrás y defiende mejor. Fruto del análisis que se hizo el pasado verano. El resultado ya ven cuál es. Nada se deja a la improvisación en Zubieta. Y menos con él. ¡Qué entrenador! ¡Qué pedazo de tío! Es un lujo y una suerte tenerle con nosotros. Imanol, de verdad, vete cuando quieras, o mejor dicho, ¡no te vaya nunca!