La Caza no es folclore
Estoy segura Sr. Uralde, que usted hablaba desde el desconocimiento, como viene siendo habitual cada vez que se refiere a lo que concierne al campo y el mundo rural.
Estimado Sr. Uralde:
Me gustaría, si tiene usted a bien, después de las declaraciones que ha pronunciado recientemente, explicarle que la mujer siempre ha estado presente en el mundo de la caza, aunque por razones obvias y por las que es un absurdo luchar, la fuerza se la ha llevado el hombre, lo que dejaba a la mujer en un segundo lugar, nunca menos importante. Pero de ahí a ser una folclórica, dista mucho.
Lea, lea: "En la prehistoria, en el periodo de los nidos arbóreos, hombres y mujeres eran nómadas, caminaban con sus crías a la espalda —mientras estas no podían andar—, recogían bayas de los arbustos, y luego, al oscurecer, al igual que algunos animales, se subían a las copas a descansar entre las ramas. Su vida, dura y monótona, era corta, no pasaba de los 18 o 20 años. Las cosas cambiaron en cuanto se descubrió el refugio y se inventó la caza: las mujeres no tenían —en general— la fuerza necesaria para enfrentarse a los grandes animales, solían, además, estar embarazadas." (Clara Janes. Guardar la casa y cerrar la boca. En torno a la mujer y la literatura).
Estoy segura Sr. Uralde, que usted hablaba desde el desconocimiento, como viene siendo habitual cada vez que se refiere a lo que concierne al campo y el mundo rural.
Decirle que, aunque hace relativamente poco que la mujer reivindica su papel dentro del mundo de la caza, a través de asociaciones, redes sociales y medios de comunicación entre otros, desde que el mundo es mundo, la mujer ha formado parte de la actividad cinegética de una manera u otra, desempeñando un papel fundamental dentro de ella.
Esto no quiere decir, que la caza sea como lo que define la RAE como folclore, no. La caza es necesaria muy señor mío. Les guste a los de su calaña o no.
En mi caso Sr. Uralde, como ya he mencionado en más de una ocasión, empecé tarde en el mundo de la caza. Pero desde chica, he visto mujeres cazando, solas o acompañadas, cocinando la carne de caza, saliendo al campo; es decir, de una forma u otra, desempeñando la actividad cinegética con normalidad y naturalidad.
Ver a una mujer cazadora, a día de hoy, es lo más común gracias a las nuevas tecnologías. Hasta hace 15 años, aproximadamente, no lo era. Pero estar, estaban.
De hecho, el segundo oso más grande que se ha abatido en España lo cobró una mujer, en el año 1961, y para más detalle, embaraza de su primogénito. Y, así las cosas, en las armadas de las monterías, en las manos o los puestos en la caza menor y muchas otras acciones de caza, suena la voz de la mujer.
En casi 20 años como cazadora (con arma), jamás he tenido que defenderme de nada ni de nadie, pues no me siento ni me han hecho sentir diferente en ninguna modalidad de caza que he practicado. Insisto, jamás. Y no, no me siento una folclórica, por lo que le ruego encarecidamente, que rectifique sus palabras.
Por ello, nunca me he prestado a grabar videos para redes sociales cuando me lo han solicitado, para reivindicar el papel de la mujer en el mundo cinegético ¿Reivindicar el qué? Disculpen, pero no hay nada que reclamar.
Personas insensatas hay en todas partes y en todos los sectores, por supuesto (que le voy a contar a usted), pero por ello no voy a discutir si puedo o no sacar una res del monte yo sola, por ejemplo, porque es harto evidente que no, no puedo.
Con esto no quiero decir que lo que hacen otras mujeres por intentar defender su papel en la caza me parezca mal, ni mucho menos, pero hay cosas que no se tienen por qué argumentar ni justificar reiteradamente, aunque sí vivirlas plenamente. La caza es una de ellas. Y yo, a día de hoy, prefiero vivirla felizmente.
Y no Sr. Uralde, no me encontrará en ninguna manifestación vestida con atuendo de color morado, pero si usted tiene a bien, le invito un día a pisar campo, eso sí, de faralaes y lunares no va a encontrar a ninguna mujer cazadora.
¡Feliz fin de semana!