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MÍSTER PENTLAND

Fin

Aquel sobresalto fue una simple señal de alerta. Lo que ocurrió aquel 20 de diciembre de 2011 lo confirmó. El origen de este rincón dedicado a los entrenadores se remonta a entonces.

Fin

Esta vez no hablaré de lo que fue ni de lo que es, sino de lo que pudo ser y no será. Salvo giro inesperado. Este blog llega a su fin tras casi nueve años de rodaje y más de 150 historias compartidas. Dejo AS, muy agradecido, después de estar subido a su ola desde 2005, por lo que su futuro y el proyecto que había en marcha para ver la luz en el próximo Mundial de Qatar, recopilar en un libro los mejores capítulos a modo de aniversario, quedará en una bonita intención.

Hoy he recordado el inicio de este proyecto.

Un mal día tuve una buena noche… Soñé que tenía todo bajo control, que la vida empezaba a ser una cuesta abajo y que el Palacio de la Magdalena, de proponérmelo, pronto sería mi casa. Pero de golpe y porrazo desperté. Reconozco que siempre he sentido vértigo cuando las cosas van demasiado bien. Quizás porque el Barça de mi infancia me inoculó su pesimismo. Así que jamás empalmo 24 horas sonriendo. Aquel sobresalto fue una simple señal de alerta. Lo que ocurrió aquel 20 de diciembre de 2011 lo confirmó. El origen de este rincón dedicado a los entrenadores se remonta a entonces. La tarde en la que mi teléfono sonó a campanas de duelo, provocando la angustia que uno recibe con una llamada de un rastreador o con un reclamo inesperado de un familiar en mitad de la noche. El mensaje, frío y contundente, era de Alfredo Relaño, entonces nuestro director y ahora presidente honorífico.

Su voz ronca, cálida y algo acelerada venía a resumir que mi época dorada en Cantabria como delegado se acababa, casi cuatro años después de que él mismo me mandara allí por fe. Que prefería contarme los planes que había para mí, con 29 tacos, en una reunión informal a celebrar en Navidad en un hotel céntrico de Madrid. Tal día como hoy. Otra noche en vela como esta en la que tecleo emocionado. La crisis, mezclada con la urgencia de los nuevos formatos digitales y la anorexia avanzada del papel, me obligaba a abandonar ese exilio con pinta de mili, con todo lo que ello suponía a nivel personal, profesional y familiar, y a reponer mis huesos en la capital para contribuir a catapultar la remozada web. Recuerdo colgar llorando, entre hipos, y mirar al techo con la desesperanza de quien cumple una condena entre rejas.

Delegación del Diario AS en Cantabria.
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Delegación del Diario AS en Cantabria.DIARIO AS

Es curioso lo de este oficio, el mejor del mundo, que diría Enric González. Cuanta más responsabilidad tiene un periodista dentro de una redacción, menos escribe. Así que desde el primer momento en el que volví a pisar la moqueta de Valentín Beato, supe que el volumen de mis entrevistas, reportajes, crónicas y opiniones iba a menguar y peligraba. Mi responsabilidad iba más encaminada a coordinar que a informar y a entretener. Así que un bendito (Juanma Trueba) me animó al poco tiempo de ir perdiendo peso y ganando canas por los pasillos a no desfallecer, reinventarme y sobrevivir. A construirme una isla a medida en la que complementar tantas horas burocráticas y de reuniones para seguir siendo feliz. “Escribe un blog”, me soltó.

Lo hizo con la misma convicción con la que hoy me hubiera empujado a enfundarme unos cascos y estrenarme en Twitch. En aquellos tiempos ése era el género estrella. Y accedí. Seguramente porque mi compañero de fatigas entonces, Juan Jiménez, se vino arriba e hizo lo propio con otro espacio similar en el que compartía sus historias por el mundo con el basket y los Juegos. Creo que más por acabar de motivarme que por convicción. Así que les hice caso a ambos y me volqué en el nuevo reto. Elegí una temática concreta para fidelizar y diferenciarme, y fui meditando nombres con los que titular la cabecera. Hasta que el propio Trueba dio en la diana. Me describió a Míster Pentland con la precisión de un cirujano. Tal fue su efecto persuasivo, que no quise saber más de otros temas ni de otros nombres. Mr. Pentland se quedó.

El estreno de este blog bajo su paraguas fue el 4 de diciembre de 2012. La acogida me desbordó. Y así he llegado hasta aquí. Con muchos fieles que, más allá de dejarse sentir por las redes sociales, han pasado a alternar en mi círculo ese “Mati” con el que me saludaban con un caluroso “qué pasa Míster Pentland”. Todos, sin saberlo o pretenderlo, han sido pura vitamina. La gasolina necesaria para un motor que, al no viajar ya tanto, amenazaba con griparse. Saber que estaban ahí, alentando, me responsabilizó de que no valía cualquier cosa y de que, si escribía, era para no hacer perder el tiempo al personal. Redactar pensando que Ortego, Ignacio Camacho o mi profe de Lengua pasarían revista me obligaban a ponerme recto en el escritorio.

Ésa es la máxima que he intentado mantener. Escribir cada día como si estuviera hilvanando mi último texto. Como si el fútbol fuese lo más importante que hay en este mundo, si es que realmente no lo es. Y ahora sé que no exageraba. No es casualidad que nuestra agenda personal, las obligaciones laborales y la negociación semanal con la pareja se ordenan según el calendario futbolístico. Me río yo de los ritmos circadianos. La compra se hace los lunes por la tarde, antes de El Dia Después; al cine se va normalmente a la hora golfa, cuando los estadios han apagado sus luces y ya hemos puesto a caldo al del VAR; y la cena con amigos se deja para aquellos pocos viernes en los que Tebas y sus intempestivos horarios nos dan tregua.

Valdano iba a prologar ‘Los herederos de Míster Pentland’, que era el título que puse a una obra que, desde hoy, quedará en la papelera de este portátil que me veo obligado a entregar. Que alguien le mensajee por mí, no reúno fuerzas, y le diga que tenemos un imprevisto: me separo del mecenas del proyecto, mi querido AS. Y lo hago con la ilusión del futuro que me espera y con la tristeza del que se aleja por primera vez de casa con sus padres llorando en el balcón.