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MR. PENTLAND

Pochettino se echa al monte

Ni la pérdida de la Ligue1 ni la eliminación en Champions ni el disgusto en una de las Supercopas le comprometieron tanto como un cambio. Messi, aun tocado, puede con todo.

Pochettino se echa al monte
FRANCK FIFEAFP

Desde que llegó al PSG, Pochettino perdió una de las Supercopas, cayó en semifinales de la Champions y vio cómo el Lille le arrebató la Ligue 1. A cambio de este triple mortal le cayeron del cielo la renovación de Neymar, el fichaje de Messi y el arresto domiciliario de Mbappé. Tres gratificantes noticias como premio por cada uno de sus tropiezos. Ya ves, Onrubia (nuestro nuevo enviado especial en París): no hay que agobiarse en los inicios de una nueva vida... Que el técnico argentino tenga ahora que soportar alguna que otra cara, como la de Messi por ser sustituido en el minuto 75 frente al Lyon (por precaución), compensa lo históricamente vivido hasta el momento en un año y no nos debe conmover ni preocupar más de lo razonable.

Uno da por sentado que siempre será mejor poder tener a tres figuras de primer orden mundial en ataque, con sus caprichos, que encadenar tantas despedidas en un rato como le ha sucedido de repente a Koeman. Aunque haya que cambiar la pizarra para dar cabida a la colección de figuras, responder a mil impertinencias en las ruedas de prensa o atraer los focos a diario con todo lo que ello conlleva. Pero cada regla tiene sus excepciones y cada persona es un mundo. A veces, pocas, el lujo le sabe a algunos a veneno. Bordalás es el ejemplo perfecto de cómo ser feliz con menos, superando cada día unas expectativas más bien escasas. Ahora, tras sus milagros en Elche, Vitoria y Getafe, lo hace con un Valencia de rebajas.

La temporada se presenta, a priori, más motivadora que nunca para Pochettino. Maneja la mejor plantilla que nadie pudiera imaginar. Sin embargo, su cara es la del trapecista o, mucho más común, la del que camina agobiado a cada paso en el juego de la silla. Por eso, viéndole aguantar la mirada a Leo camino del banquillo (como una madre que no quiere que esas molestias en la rodilla vayan a más), no descarto que en Navidad deje todo de golpe y porrazo, antes que lo haga obligado, se vaya al campo cual ermitaño y suplique que el Numancia llame un día a su puerta. No sería el primero en cambiar sorprendentemente de vida, dejando atrás el mundanal ruido, las exigencias, el estrés y más que nada la incomprensión. Que se lo digan a Marcos Benavent, el comisionista de Rus que pasó de robar como pijo a pedir a lo hippie, con lo incómodas que son las furgonetas. O a Quique Setién, que hastiado tras su paso por la más absoluta élite y el Barça (que hoy no son lo mismo ni algo parecido) anda por Cantabria echando pachangas con amigos y haciendo de ayudante en un equipo juvenil.

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PIROSCHKA VAN DE WOUWREUTERS

Con el cambio por lesión de Messi igual se dramatiza. Lo que es seguro es que los análisis han llovido con parcialidad e injusticia. Todo se disecciona desde el prisma del jugador. Quizás ésa es la gran influencia de las estrellas, que pensemos en ellos para empezar con pilas la semana, cuando nuestra pareja nos habla del reparto de tareas o para conciliar el puto sueño. Qué quieren que les diga: ser sustituido a falta de 15 minutos, sea por el motivo que sea, con 1-1 y sin haber emulado a Pelé no debería ser un trauma cuando el deportista es humilde, solidario y comprensivo con la idea de que compañerismo no es salir de fiesta en grupo sino pensar en los demás. Es mucho más doloroso para un futbolista saber que no eres titular unos minutos antes de empezar, pese a que todo hacía indicar lo contrario. O ser sustituido antes del primer tiempo, donde Jémez puede dar un máster. O al descanso. Qué mal rato. Cuando todos vuelven al césped y tú te lo arrancas de los tacos. O justo en el instante previo a una tanda de penaltis, ahora tan de moda en Inglaterra.

Aunque no lo parezca o se omita, el entrenador también tiene corazón. Y debe repartirlo en mil pedazos entre plantilla, grada y palco. Si para el que se viste de corto hay momentos más humillantes que otros a la hora de dejar el campo, para el de traje también hay minutos más comprometedores que otros para sustituir a un futbolista. La nueva norma de los cinco cambios enreda más que ayuda y no ha hecho más que confirmar que sentarse en un banquillo es una profesión de riesgo. Ordenar un cambio al inicio ratifica un error en la alineación y el del protagonista por dedicarse a esa profesión. En el descanso se corre el riesgo de tener un cuarto de hora de quilombo en la más absoluta intimidad sin que el VAR pueda poner orden. Quedando poco para el final se compromete a las vacas sagradas y a los grandes fraudes. Detener el juego es darle un comodín a la grada. Por eso, en el fútbol 7, que a estas alturas es un boom, es donde hay más sonrisas por metro cuadrado. Entras y sales con tarifa plana.

Ríanse, pero cuántas broncas hemos evitado con este carrusel de cambios en el barrio. Puestos a debatir próximas modificaciones en el reglamento internacional, con vistas a hacer este deporte más atractivo y saludable, ténganlo en cuenta respetables autoridades. No podemos fomentar que un entrenador viva amenazado ya en septiembre por el entorno o por un menudo jugador que luce el 30 para el que sólo quiere cuidados y que sus únicas alternativas sean justificarse a todas horas, huir al monte o desahogarse con Onrubia.