De nuevo en la carretera
La vuelta a cierta normalidad permite disfrutar otra vez de la experiencia única de viajar en moto.
Escucho de fondo ‘On the road again’, de Willie Nelson, mientras escribo. La canción ya me había inspirado el título de este post, así que no es mala banda sonora para acompañar los recuerdo del que ha sido mi primer viaje en moto una vez que las circunstancias pandémicas lo han permitido. Cuatro días de ruta con buenos amigos y recorriendo un país llamado España que me ha vuelto a recordar, casi a gritos, que es un auténtico paraíso en muchos sentidos.
Tenía enormes ganas de regresar a la carretera. Por motivos evidentes generales y otros más personales. Y no me refiero a ponerme en marcha para ir de un punto a otro sin más motivo que la necesidad de desplazarse, sino a pasar muchas horas durante varias jornadas rodando en moto con el único objetivo de hacerlo. Sin prisas, al ritmo de la carretera y el paisaje. Mirando, oliendo y escuchando. Compartiendo esa complicidad única entre motoristas cuando los motores dejan de sonar.
Han sido cuatro intensas jornadas sobre una Harley-Davidson Street Glide por parajes de ensueño en las provincias de Madrid, Guadalajara, Soria, La Rioja, Burgos, Cantabria y Ávila. Algo más de un millar de kilómetros por carreteras en su mayoría secundarias descongestionadas, tranquilas y en óptimas condiciones, salvo contadas excepciones.
Cierto es que en España no faltan tramos de vía que piden a gritos su actualización, no tanto para satisfacer al visitante ocasional como a quien padece su estado de forma cotidiana. Lo que no significa que, en general, la red vial nacional goce de buena salud, con asfaltos inesperados por su calidad en lugares que también lo son.
España, sin ir más lejos
Recurro de nuevo al tópico, espero que sepan disculparme, pero es que también se ajusta como un guante a mi sensación durante estos días. Una campaña de promoción turística del país, no recuerdo exactamente de qué época, que ofrecía a España como un destino cercano (también para nuestros vecinos europeos) capaz de ahorrar viajes más ambiciosos para disfrutar de un universo casi infinito de encantos.
Me gusta cruzar fronteras por lo enriquecedor de la experiencia, del contacto con otras gentes, culturas, gastronomía o paisajes. Sin embargo, siempre he pensado que se podría dedicar toda una vida en moto a descubrir España sin repetir escenarios o destinos. En este retorno a la carretera se ha reafirmado mi convicción. De los campos de Castilla al verdor de Cantabria, el embrujo del mar o los puertos de montaña revirados. Todo en misma jornada si así se desea, aunque saborear cada rincón, cada instante, con sosiego y deleite es lo más aconsejable.
Hacerlo en moto, además, aporta sensaciones inigualables por cualquier otro vehículo. Al menos en mi opinión. Fundirse con el entorno, estar alerta ante los riesgos de la carretera, soportar las altas temperaturas o refrescarse con la lluvia, trazar curvas que se presentan como un aliado fiel, seguir la rueda de los compañeros… Todo me resulta especial, extraordinario e irrepetible. Cada minuto se vive con intensidad porque sabemos que otro igual no volverá. Vendrán otros, mejores o peores, pero no idénticos por lo circunstancial de cada momento.
Motos para viajar
No faltan amigos, familiares o conocidos a los que les extrañe esta devoción por consumir kilómetros con un vehículo que, a ojos de un profano, dista mucho del paradigma de la comodidad para los largos recorridos. Admito sus dudas pero, al mismo tiempo, se me viene a la cabeza otra campaña publicitaria, en este caso de Harley-Davidson, que aseguraba que “si te lo tengo que explicar, no lo vas a entender”. Se referían entonces a las peculiaridades de sus motos, a un estilo incomprendido por muchos y que, en efecto, difícil es de compartir. Se siente o no se siente, no hay mucho más.
En todo caso, plantearse estos viajes en una máquina como la Street Glide difiere de forma sustancial del concepto que se pueda tener al respecto como meros espectadores. Al igual que otras motos de estilo turístico, la de Milwaukee está preparada para recorrer grandes distancias, con la protección aerodinámica de su inconfundible carenado delantero, una postura de conducción confortable, un equipo multimedia y con conectividad de última generación, la seguridad de la frenada combinada o el control de tracción con un modo específico para la lluvia…
En definitiva, todo lo necesario para que los kilómetros se sucedan sin apenas esfuerzo, con los sentidos puestos en la carretera pero también, de forma periférica, en la contemplación del entorno, con sus paisajes, la arquitectura extraordinaria de una país cargado de historia, incluso de la fauna y la flora que emerge al borde del asfalto. Siempre alejados de la velocidad y su tensión, por supuesto del riesgo. Para mí viajar en moto es algo completamente diferente, que tiene que ver mucho con vivir y poco con sufrir.
Por eso estoy feliz de haberme reconciliado con la carretera. No conozco una terapia mejor para estos tiempos convulsos.