Bendita espera
La noche, el monte y los susurros del campo como único compañero… Es sin duda, una de los mejores momentos que puede vivir un cazador. Comienza el baile.
A lo que a caza se refiere, el verano nos regala varias opciones que, unidas a la conservación de nuestros campos, levantan pasiones.
Para los enamorados del corzo, estamos inmersos en pleno corzo del más pequeño de los cérvidos; en la menor, no podemos dejar pasar el descaste del conejo, como importantísima labor de control en la super población de la especie, o de la caza de la paloma en la media veda, también conocida como “fiebre azul”, por la pasión que levanta entre los cazadores de la torcaz.
Pero si hay una modalidad que en la estación estival se convierte en un privilegio, estamos hablando de la espera del jabalí. Los días nos regalan más horas de luz y las noches menos de oscuridad, nos encontramos en una época ideal para practicar esta modalidad cinegética que tanta pasión suscita. Posiblemente porque no existen dos esperas iguales.
La noche, el monte y los susurros del campo como único compañero… Es sin duda, una de los mejores momentos que puede vivir un cazador. Comienza el baile.
El día marcado en el almanaque para ir de espera, te levantas por la mañana con el olor a campo y los sonidos tan especiales que la noche brinda, rezumando todo el día en la cabeza. La jornada laboral se desenvuelve entre impaciencia y nerviosismo por saber si será la noche en que será la cita con el gran macareno.
Todo esperista que se preste, pasa muchas horas en el monte, incluso meses, preparando el terreno para, llegada la época, no tener ningún cabo suelto. Aún si, la noche es imprevisible.
Lo más sensato, es esperar en aquellos lugares donde, por la abundancia de huellas de ida y vuelta que el guarro ha dejado, den fe que frecuenta el escenario de paso. Si además aguardamos en lugares distantes del monte, como campos arados, será más difícil abatir una hembra gestante, pues en estas fechas pueden confundirse con machos solitarios. Debemos tener en cuenta que establecer aguardos en cebaderos, dada la abundante humedad del terreno, será más complicado ya que nuestros rastros permanecen más tiempo sobre el suelo.
El puesto necesita tranquilidad y debe estar lo más alejado posible de los lugares normalmente transitados. La elección del puesto será definitiva para no ver frustrada nuestra espera. Es muy importante que esté totalmente integrado en la naturaleza y hecho con los mismos elementos que nos encontremos en el lugar de espera. Personalmente, me gusta dejar el piso lo más limpio posible, por hace el menor ruido posible a la hora de levantarme.
Para la correcta elección del lugar debemos tener en cuenta multitud factores y uno de los que no podemos pasar por alto es el de la necesidad de disimular nuestro olor. Se trata de intentar que nuestros olores se venteen siempre “por encima” del jabalí, para que así pasen lo más desapercibidos posible.
Es recomendable que el comedero esté cercano a una baña, a poder ser natural, a los cochinos les encanta. Bastará con buscar huellas y rascaderos cerca de la baña para saber qué ejemplar (por tamaño de huella y altura de las rascaduras y de las dentelladas) y con qué asiduidad la frecuenta (de manual básico de las primeras esperas). Un cebo universal, que además es muy práctico y cómodo de utilizar, es el maíz.
Sin duda, la mejor forma de controlar el puesto es la observación a cierta distancia de lo que ocurre en nuestro cebadero. Es mejor cebar menos en un mayor número de puestos y aprovechar las bañas o la época de disponibilidad de alimento natural. Es muy importante tener en cuenta al resto de la fauna de la zona, pues si instalamos un dispensador automático de maíz, las ciervas acabarán con él antes de que lleguen los jabalíes. Y si hay ganado, ya ni les cuento.
Las esperas al jabalí no están exentas de controversia. En la mayoría de los casos, esta modalidad tiene un carácter selectivo, el fin de una espera es la consecución de un gran trofeo de macho de jabalí. No obstante, esta la caza en espera del jabalí permite enfocar la caza del ungulado en muchas direcciones como, por ejemplo, la simple merma de las poblaciones, la eliminación de hembras viejas o el control del exceso de densidades. Generalmente, aunque la modalidad esté contemplada en el plan técnico, deberemos solicitar la autorización en caso de ser necesaria y comunicar quién, dónde y cuándo se va a realizar.
Ser esperista requiere ser grandes conocedores de la especie en cuestión. Con respecto al equipo, al menos unos buenos prismáticos y un rifle con una mira que nos ofrezca un alto grado de luminosidad se convierten en imprescindibles. Ah, y no olvidemos llevar algo de abrigo, porque la noche puede sorprendernos.
¡Buen fin de semana!