Jon Rahm: cuando caerse es inevitable, levantarse es obligación
¿Cómo normalizar la caída e integrarla en el proceso de aprendizaje para seguir mejorando?
Caer es algo común y necesario. Caerse en el sentido literal y metafórico. O en ambos, caso de Marc Márquez en el Circuito de Cataluña. Este ha sido un fin de semana de caídas, alguna de ellas totalmente inesperada, como la que sorprendió a Jon Rahm en uno de sus mejores días como profesional (y son muchos). Porque tal y como recordaba este mismo medio, con la victoria del de Barrika en The Memorial del PGA Tour, además de embolsarse los 1,6 millones de dólares de premio, hubiese sumado 550 puntos en la Fedex Cup que le hubiesen colocado como primero.
De poco sirve conjugar el hubiera o hubiese. Aquello que quizá esperamos, deseamos, merecimos o necesitamos y, sin embargo, no ocurrió. No ocurrió porque la causalidad a veces es caprichosa y también injusta. El vasco era líder destacado y tuvo que abandonar tras ser informado de su positivo en el último de los test a los que se había sometido. Rahm comunicó en su momento a la organización que había estado en contacto con un positivo pero tras varios resultados negativos, su retirada prácticamente se había descartado. Rahm barajó todas las posibilidades. Pero no esa. Más cuando ya asomaba el final de una competición llamada a reivindicar el estado de forma del vasco y su potencial como ganador.
No pudo ser. Entre el cariño del público y rodeado de cámaras que captaron el momento, Rahm rompía a llorar cuando la organización le comunicó lo que ya no esperaba. Había dado positivo. Se retiró, visiblemente afectado, pero totalmente comprensivo con una situación que daba al traste con sus aspiraciones tras conseguir igualar a Tiger 21 años después en seis golpes menos, igualando así con -18 el registro más bajo del torneo tras 54 hoyos.
No pudo ser, pero como ya dijimos hace algunas semanas, Jon Rahm sabe que algún día sí será. Digerir este revés ajeno a lo deportivo es casi más complejo que admitir un mal resultado o un mal juego o un mal día, pero la excelencia como profesional también se mide en este tipo de situaciones. Sus propias palabras lo refuerzan: "Responder a estos reveses nos define como personas". No era la caída que como aficionados hubiésemos imaginado. Pero la vida te coloca en situaciones inéditas. No importa cómo es la caída. Solo importa levantarse porque solo así un profesional puede coger impulso para seguir ascendiendo.
Un profesional debe aprender pese a todo: también pese a las caídas. De hecho, no debe aprender ‘pese a’, sino gracias también a ellas para evolucionar. Aprender, aceptar y superar es clave para que esas situaciones no se repitan y no generen el miedo a que se vuelvan a repetir contra su voluntad. El deportista, como cualquier profesional, debe normalizar las caídas, los reveses, e integrarlos en el proceso de aprendizaje para seguir mejorando. Porque una caída puede ser un trampolín que acentúe su mejora. Entendiendo, eso sí, que un resultado óptimo no tiene por qué ser perfecto, pero sí que todo resultado llevará al profesional a activar sus recursos para conseguir resultados que mejoren los anteriores.
Que un profesional se nutra de la mejora constante nos lleva a anticipar otra cuestión sine qua non: ¿dónde se encuentra el límite? ¿En qué momento un deportista deja de aumentar su potencial y rendimiento?
Una posible respuesta podría fundamentarse en que “todo profesional irá creciendo hasta alcanzar su máximo nivel de incompetencia o no competencia”, también llamado Principio de Peter por ser el pedagogo Laurence J. Peter su ideólogo. O dicho de otra manera mucho más simple: la nata sube hasta cortarse. ¿Cuándo sucede esto?
Para seguir mejorando debe existir, por tanto, un equilibrio entre los diferentes recursos individuales, físicos, técnicos, tácticos y mentales sin los cuales el éxito no sería una consecución permanente, sino un resultado esporádico. Hablamos de ser el mejor durante ‘toda la historia’ o buena parte de ella y no en un momento determinado. La caída, en definitiva, no tiene capacidad de bloquear un proceso de mejora continua. Al contrario: puede acelerarlo o motivarlo aún más.
Es una lección que se extrae también del otro protagonista de la jornada: Marc Márquez. No por sus resultados sino por el potencial que se deriva de su caída: “Es una caída que no me deja satisfecho por la carrera pero que sí me deja más tranquilo interiormente porque eso significa que no se me ha olvidado adelantar, no se me ha olvidado sacar un poquito de garra”.
Hoy hemos hablado de deportistas individuales y caídas dispares, pero este proceso de mejora también atañe -y de qué manera- al grupo. Si quieres saber cómo se conjura un equipo de alto rendimiento y cuáles son las variables o factores determinantes de su rendimiento, no te pierdas estos tips específicos para equipos.