El día que Bela no esté
El argentino logró su título número 224 en 274 finales logrando, una vez más, firmar una página para la historia del pádel y el deporte.
“El día que Bela no esté...”. Tan escueto como directo era el mensaje que recibía por Whatsapp y que más me impactaba. Seis palabras definían a la perfección lo que, una vez más, acababa de lograr Fernando Belasteguín este domingo al alzarse con el título de campeón del Adeslas Madrid Open del World Padel Tour junto a Sanyo Gutiérrez -algún día alguien logrará explicar exactamente a qué y cómo juega este genio-.
Porque, el día que Bela no esté, se valorará, no lo que ha conseguido este domingo en el WiZink Center ante 2.000 personas en la inauguración de la temporada World Padel Tour 2021, que también, sino el significado que tiene ser testigos de esta, su enésima hazaña superada la cuarentena, tras tantas otras gestas que podrían obligarnos a normalizar lo irreal de su historia.
El día que Bela no esté engloba mucho más. Significa que se echará la vista atrás, que el pádel recurrirá a la hemeroteca, revisará las estadísticas para ponderar lo que fue y entonces caerá en la cuenta de que, tan irreal como veraz, es que el de Pehuajó logró, al menos, levantar 224 títulos en 274 finales. Y con todos y cada uno de sus compañeros, sin excepción. Juan Martín Díaz, Pablo Lima, Agustín Tapia, Sanyo Gutiérrez o Willy Lahoz.
El día que Bela no esté esconde que, entonces, se le valorará incluso más por parte del aficionado. El que acaba de llegar y ahora, por fin, llena el WiZink Center. O el que llevaba años y hace no tanto se sentaba en su butaca en un club perdido de la geografía española cuando, como dice aquel, nadie venía a ver esto. Su figura encontrará respuesta al qué y cuánto significa y tomará más sentido su control de los intangibles, las miradas efervescentes con las que devoraba los partidos o su capacidad mental para dominar con la mente un deporte entero.
El día que Bela no esté simboliza, también, el cambio. De época, generación y fase. La evolución. Bela ha sido el mejor en el protopádel, en el pádel que arraigó en España, Europa y medio mundo y, ahora que el deporte, su deporte, ha evolucionado hacia uno más físico, rápido, dinámico y espectacular, como dice la ranchera mexicana de José Alfredo Jiménez, “sigue siendo el rey”.
El día que Bela no esté se sabrá que fuimos contemporáneos de uno de los deportistas más completos del siglo XXI. A la altura de los mejores y más icónicos. Los Bolt, Federer, Phelps, Lebron, Nadal, Messi o Cristiano. Por su capacidad para trascender, reinventarse, exigirse y dar, siempre, el mayor de los esfuerzos. Y, como todos los genios, siempre con un resultado positivo. Y con el ejemplo de los más admirados, el aprendizaje en la derrota y la humildad y el respeto en la victoria.
El día que Bela no esté simboliza que, además, hay y habrá futuro más allá. Y positivo. Él mismo se ha encargado de ello. Dentro y fuera de la pista. Como pareja, compañero de profesión, rival e, incluso, cabeza visible de esta industria. Pocos hacen más y mejor su labor como embajador del pádel a nivel internacional y atrayendo proyectos y/o multinacionales que desarrollen este deporte.
El día que Bela no esté, en definitiva, se irá, para siempre, una parte de este deporte. Al menos, del 20x10. Queda, todavía, aunque siempre será menos de lo deseado. Pero llegará. Y ese día, el pádel estará, seguro, en un lugar mejor gracias a esa generación que él ha liderado y que tuvo tantos otros nombres relevantes como Seba Nerone, Juan Martín Díaz, Gaby Reca, Juani Mieres o Miguel Lamperti.
Porque, en definitiva, el día que Bela no esté habrá que inventar uno nuevo. Y no se conseguirá. Llegarán otros, diferentes, más visuales y atractivos, pero nunca nadie será capaz de ponerse su zapatos. O no al menos de que le vistan como a él. Su legado es ya eterno y eso habla más y mejor de él que cualquier artículo, estadística o título. Se lo ha ganado con cada gramo de esfuerzo.
El día que Bela no esté. Puntos suspensivos.