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El misterio de Pastor y la Copa Internacional

Marcó dos goles contra el Torino en el estreno de esa competición, pero lo suyo fue debut y despedida: el Atlético no le dio nuevas oportunidades.

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Pastor cabecea uno de sus dos goles al Torino.

En los sesenta había Copa de Europa, Recopa y Copa de Ferias, que luego se llamó UEFA. Cualquier buen aficionado lo recuerda. Pero pocos saben de la Copa Internacional, en la que el Atlético presentó ante el Torino un delantero centro llamado Pastor, que marcó dos goles y desapareció.

Nació de la Copa Rappan así llamada por Karl Rappan, jugador austríaco de entreguerras, luego inventor del cerrojo como seleccionador de Suiza. Esa Copa Rappan era el segundo escalón de la Copa Mitropa (de MITtel-euROPA, Centroeuropa en alemán) que disputaban los campeones de los países del Danubio, Suiza e Italia. La Copa Rappan no la jugaban los campeones, sino los que venían tras ellos. Y así como la Copa de Europa se llevó por delante a la Mitropa, la Recopa y la Copa de Ferias pusieron en apuros a la Rappan. Para salvarla, un grupo de apostadores de Suiza decidió abrirla a clubes de prestigio de cualquier país europeo que se hubiera quedado sin clasificación para alguna de las otras. Y la rebautizaron como Copa Internacional.

En ese caso estaban en 1968 el Atlético y el Espanyol. Arrancaba con liguillas de tres, de las que el último quedaba fuera y dos seguían. Al Atlético le tocaron el Torino y el Ajax. Al Espanyol, el Múnich 1860 y el Austria de Viena.

La idea era empezar en verano, pero el Atlético y el Torino adelantaron su primer partido al 1 de mayo. Se jugó a mediodía, en el Manzanares, y televisado, porque el Régimen procuraba en esa fecha tener a la gente entretenida para evitar manifestaciones. La asistencia fue floja. La tele era una gran novedad y retenía a mucha gente en casa. Además, el día siguiente había un Suecia-España y entre seleccionados y lesionados faltaban titulares en el Atlético. En el centro del ataque debutó Vicente Pastor, traído del Gandía. Como extremo izquierdo jugó Hernández, tomado a prueba del Calvo Sotelo. Las normas de la competición permitían, aparte de dos cambios (aún no autorizados en las competiciones no amistosas), un cedido.

Ganó el Atlético 2-1. Los dos del debutante Pastor. Pero luego… En agosto el Atlético visitó al Ajax, que unos meses antes había puesto en apuros en la Copa de Europa al Madrid, clasificado tras angustiosa prórroga y gol milagro de Veloso. Emergían Cruyff y su gran grupo. Aunque Cruyff no pudo jugar ante el Atlético por lesión, el resultado final fue 2-0. Y gracias, porque hubo tres tiros holandeses al palo. Aquel Ajax empezaba su aceleración.

Quedaba visitar al Torino y recibir al Ajax. Ganando en Turín el Atlético pasaba seguro. Fue con todos sus titulares y cargado de moral tras ganar el Carranza, pero perdió 5-2. La cosa estaba 1-1 en el 20′ cuando fue expulsado el central Griffa y el equipo se desmoronó. El último partido, 1-1 en casa ante el Ajax, le dejó tercero del grupo. Tremenda decepción. El Espanyol empezó perdiendo en Múnich, pero luego ganó los dos partidos al Austria de Viena, con lo que aseguraba la clasificación. El partido de vuelta ante el Múnich 1860 no llegó a jugarse… ni ninguno más. El ejército soviético irrumpió en el movimiento conocido como Primavera de Praga y aquella Copa Internacional, única en que participaron españoles, quedo inconclusa. Aún siguió algunos años, aunque sin proclamar campeón, casi como una sucesión de amistosos, sostenida por las apuestas. De sus cenizas surgiría en 1995 la Copa Intertoto.

Respecto a Vicente Pastor, de tan brillante estreno con sus dos goles al Torino, lo suyo fue debut y despedida. No tuvo nuevas oportunidades. El Atlético tenía a Gárate, Orozco y Clares en esa posición y le cedió al Rayo, en Segunda, para completar su formación. Disputó en desventaja el puesto con Yanko Daucik, un delantero centro cuajado, que había pasado por el Betis, el Madrid y el Mallorca. El entrenador, José Antonio Olmedo, veía a Pastor un jugador aprovechable y le buscó sitio en la media. Allí funcionó a las mil maravillas, hasta el punto de que entró en una preselección para la B, pero sufrió un desgarro en Vigo que le frenó. Nunca llegaría la curación plena. Fue un talento sin suerte. Ya cuando era juvenil del Valencia había sufrido un desprendimiento de retina que retrasó su carrera. Aquello lo superó, esto no. Tras algunos intentos en la Tercera valenciana, abandonó el fútbol.

No se queja. Hoy vive en Bellreguard, junto a Gandía, y no le pesa aquel recuerdo: "Metí dos goles, pero tampoco crea que jugué bien. No quedé contento conmigo mismo. De aquello me quedan los recortes de prensa, que siempre guardó mi madre".