Próxima jornada: esperanza
Damos fin a una temporada de caza menor nada al uso, de un año extraño que hemos sufrido (y lo que te rondaré morena), en todos los aspectos de nuestras vidas.
Ha llegado el momento de limpiar con empeño nuestras armas para otorgarlas su merecido descanso. Damos fin a una temporada de caza menor nada al uso, de un año extraño que hemos sufrido (y lo que te rondaré morena), en todos los aspectos de nuestras vidas.
Este maldito virus nos ha robado un año de nuestras vidas; se ha llevado momentos que no hemos podido compartir con nuestras familias y amigos, nos está robando besos y abrazos, caricias y susurros… Pero, sobre todo, se está llevando a miles de personas que no han podido vencer “al bicho” que tanto mal está haciendo en todo el mundo.
Ha evaporado mil y un lances, exagerados o no, que no hemos podido compartir con nuestros compañeros de caza. Pero no puedo olvidar, el doble daño que la pandemia ha provocado en la España vaciada.
Que el mundo rural estaba agonizando, es harto evidente. Cada día más pueblos decían adiós a los jóvenes que emigran a las grandes ciudades en busca de trabajo y una mejor vida, dejando a sus mayores en un manto de desolación. Hasta el punto de que cada vez más aldeas resultaban abandonadas, algo que puede llegar a ser comprensible tras la crisis económica de la que "se supone" estábamos saliendo.
A día de hoy, la pandemia ha mermado aún más la economía de la España Rural, de la España vaciada. Nos ha sumergido en una crisis económica de la que tardaremos mucho tiempo en salir a flote y, en el mundo rural con más saña si cabe.
En estos coletazos finales de la temporada de caza menor, no quiero, ni debo, ni puedo, dejar de gritar pidiendo auxilio por la “España olvidada”. Los estados de confinamiento, el miedo al contagio por parte de los cazadores y la falta de trabajo, es el resultado de que los ansiados ingresos directos e indirectos derivados de la caza se hayan quedado en mínimos.
Hostelería, rehalas, gasolineras, armerías, artesanos …, son juntos a los comercios locales de cada pueblo, los que han notado que este año la temporada no ha sido ni por mucho, parecida a la de años anteriores. No se escuchaba por la calle de los pueblos, junto a los locales de las Juntas, ningún paisano oteando como se preveía la jornada de caza; como tampoco las palmadas en la espalda de los compañeros de caza después de meses sin verses, ni las risas derivadas por último lance algo exagerado.
El mundo rural solloza en silencio las fatigas económicas que esta situación les está acarreando y que, anteriormente, ya arrastraban. Seguirán adelante, como siempre lo han hecho, aunque sin ayudas por parte de este gobierno que, a jirones, les arranca poco a poco la ilusión de todo lo labrado, para que el resto del país salga adelante gracias a su esfuerzo. Sus ojos reflejan lo que en sus corazones habita, la esperanza de que la temporada que viene, sea colmada de alegría y prosperidad.
Estamos a punto de empezar la temporada corzera y desde este humilde rinconcito, solo puedo rogar que sea la última etapa cinegética conviviendo con las consecuencias de la COVID-19. Que nunca nada ni nadie nos robe los abrazos, los besos, los susurros, las sonrisas, ni la vida.
Feliz fin de semana