El pádel en 2020: el parón
Repasamos y recorremos en cinco capítulos el año más atípico de este deporte; en este segundo episodio, internacionalización, Marbella y el páron.
El pádel estaba ya en 2020. El año. Su año. Si 2019 había sido positivo como consecuencia lógica de las temporadas anteriores como describíamos en el primer episodio de esta serie de cinco, ‘El pádel en 2020: el 'Punto de Oro'’, el nuevo curso prometía fuertes emociones dentro y fuera de la pista para acabar de dar el salto. Hasta el parón.
Un deporte que había roto su techo. El geográfico, al menos. En los últimos 20 años el pádel se había desarrollado casi en exclusividad en España tras haber cruzado el charco en la década de los 90 y haber arraigado con fuerza gracias, entre otras cosas, al boom inmobiliario, un claro vehículo para la creación de pistas. Pero estaba cambiando.
El pádel, que es de la gente, se estaba extendiendo. Si Francia o Portugal habían sido los primeros reductos, los últimos años estaban comenzando a dejar florecer pequeños y próspero jardines para la esperanza de la internacionalización. En Europa los países nórdicos -especialmente Suecia- e Italia estaban cimentando una industria creciente, Latinoamérica volvía a respirar pádel y nacían nuevos e interesantes territorios en USA, Asia e incluso África.
Una internacionalización posible gracias al buen hacer de la industria. Marcas como Bullpadel, Head, Adidas, StarVie o Babolat, que ya no eran tan solo de nicho sino y que contaban con presupuestos y estructuras cada vez más grandes y, por ende proyectos más ambiciosos, habían salido a atender esa necesidad y crecía a la vez tanto la oferta como la demanda. Perfiles más especializados, exhibiciones de jugadores más trabajadas, embajadores más acordes al terreno y una mayor capacidad de penetración.
El mejor ejemplo, el Mundial de 2020. La Federación Internacional de Pádel (FIP) tras haber celebrado un Europeo en Roma notable, apostaba por Qatar como sede del Mundial de 2020 en un evento que prometía abrir aún más al mundo este deporte en su decimoquinta edición y, además, resarcirse del desastre de Paraguay.
Un acontecimiento del que también tendría su cuota de culpa el profesionalismo. Todo. World Padel Tour había puesto sus ojos en expandir el pádel fuera del territorio español y en los últimos años había pisado, nada más y nada menos, que territorios tan impensados años atrás como Londres, Miami, Dubái, Egipto, Mónaco, Bruselas, Roma, Ciudad de México o Sao Paulo.
Un World Padel Tour que afrontaba el mejor año de su historia. Los cambios de parejas en ambas categorías hacían presagiar un año de lo más igualado en el que, ahora sí, competirían de tú a tú las dos generaciones dominantes. La que había mandado y la que quería mandar. Una batalla simbolizada en muchas parejas.
Y lo haría con el rutilante inicio de la temporada. Marbella acogería el primer gran torneo del año en categoría Master para dar el pistoletazo de salida a la que, a la postre, sería la temporada más atípica de la era moderna del pádel. Del deporte en general.
Paquito Navarro y Pablo Lima, en categoría masculina, y Marta Marrero y Paula Josemaría, en femenina, se alzarían con la victoria -ambas parejas en tres sets- tras derrotar a Juan Lebrón y Ale Galán y Alejandra Salazar y Ari Sánchez, respectivamente. Un torneo con muchos nombres propios, la pelea por el número uno ya saldada y muchos matices y que venía a adelantar una ardua pugna por el trono con una gran cantidad de capítulos que contar.
Pero no sería así. Todo quedaría en fuegos de artificio. Apenas la temporada World Padel Tour había echado a andar y tenía que frenar en seco cuando estaba inmersa en su primera exhibición en el Yucatán (México). La pandemia sanitaria así lo obligaba. La realidad se volvía distópica y, porqué no decirlo, trágica y paralizaba el mundo por completo. En España, un 14 de marzo.
En muy pocos días la crisis sanitaria provocada por la COVID-19 -también conocida como coronavirus- sumía el mundo en un trance hace más de 100 años desconocido y todas y cada una de las facetas de la realidad se paralizaban. Para frenar al virus.
El pádel se detenía en Madrid, Barcelona, Milán, México y cualquier otro rincón donde estuviera presente y las tiendas, clubes, marcas y cualquier tipo de emplazamiento quedaban cerrados, vacíos o, en el mejor de los casos, teletrabajando.